Llega un momento en la vida en la que tenemos que calibrarnos. Tenemos que hacer un alto y revisar si todo lo que hemos hecho hasta ese momento va de acuerdo con nuestras intenciones iniciales; con lo que en algún momento pensamos que íbamos a hacer; incluso para identificar nuestra misión. Justo cuando decidamos hacer ese alto, nos toca hacer ajustes que pueden ser: cambiar de trabajo, revisar nuestra salud, salir de un matrimonio que no funciona, revisar las que pensamos son nuestras amistades y escoger a aquellas personas que realmente nos agregan valor y con las que quisiéramos continuar en el futuro, pues nos toca preparar los años que vienen. Esa calibración puede ser algo temible y hasta doloroso; pero necesario, pues requiere tener valor para tomar algunas decisiones que si no las habíamos tomado hasta ese momento, posiblemente era porque no nos atrevíamos a hacerlo. Sin embargo, es supremamente necesario hacer ese alto para revisar cada paso que hemos dado y enderezar el camino, para que cada uno de nuestros pasos posteriores tengan valor.
Nos toca revisar también nuestra espiritualidad, ¿cuál ha sido la relación que hemos tenido con Dios? ¿Ha sido estrecha o distante? ¿Hemos cumplido sus mandamientos? ¿Hemos sido bondadosos o mordaces? ¿Hemos sido buenos hijos, padres, amigos, esposos o hermanos? ¿Hemos sido agradecidos por todo lo vivido? ¿Por cada una de las bendiciones, oportunidades y personas que han pasado por nuestra vida? Este es el momento de hacer nuestra autorreflexión. ¿Saben qué?, hay gente que no tiene esa oportunidad y se va de una forma repentina, quizás con el peso de reconciliaciones no realizadas , de sueños que no pudieron cumplir, de amores que se quedaron en ideales, de viajes por hacer, de momentos desperdiciados… ¡Cuántas cosas dejaron pendientes!
Se trata también de revisar cualquier otra cosa que debiéramos dejar concretada antes de partir, para evitar conflictos en quienes amamos, y que deberán continuar nuestro legado.
El calibrar nuestro 100% nos da la oportunidad de elegir ser mejores seres humanos, de reacomodar nuestras metas y prioridades, y darle a nuestra existencia una mejor intención, pues como siempre digo, no vinimos a pasar desapercibidos, vinimos a cambiar el mundo. Todos tenemos un propósito, por pequeño o grande que sea, y tenemos que trabajar para descubrirlo y lograr ser un ejemplo para todos los que nos rodean.
La vida es un verdadero regalo, y cuando hemos tenido salud y hemos estado rodeados del amor de quienes nos rodean, nos toca retribuir un poco de esas bendiciones.