Cirugías, radiaciones y quimioterapias pueden hacer que los pacientes que tenemos cáncer nos sintamos bombardeados. Podemos perder nuestra identidad, nuestra razón de ser y hasta nuestra objetividad. El escribir sobre el proceso nos permite, de alguna forma, reconstruirnos; quizás no de la misma forma en la que estábamos antes del diagnóstico, pero renacer a través de otro ser auténtico y con una voz distinta.
Podemos estar enojados, decepcionados, tristes, resignados, valientes o temerosos, pero esa voz emergente nos ayuda a entender a la persona en la que nos estamos convirtiendo.
Tenemos que tener cuidado al compartir nuestras experiencias, son íntimas, únicas y personales. Quizás, al compartirlas, nos exponemos un poco y tenemos que tener el tacto de no marginalizar a otros que están pasando por una experiencia similar. Debemos recordar que somos diferentes y que no todos podemos llevar los procesos de la misma forma. Sin embargo, el escribir acerca de nuestras experiencias, también puede ayudar a otros pacientes a entender lo que estamos experimentando o lo que van a experimentar. Adicionalmente, hay que lidiar con la idea abrupta de nuestra vulnerable mortalidad.
Como escribir es sedentario, porque puede realizarse en cualquier lugar de forma intermitente y por cualquiera, puede ser completado perfectamente con una hoja de papel y un lápiz.
Escribir puede ser una de las cosas productivas que puede hacer cualquier paciente de cáncer. Las personas que estamos enfermas de cáncer tenemos que enfrentar las responsabilidades domésticas y profesionales, y por lo tanto tenemos tiempo para convertir nuestras pérdidas en nuestras ganancias de entendimiento y quizás no de la enfermedad en sí, pero de nuestra cambiante condición.
Como dijo el poeta W.H. Auden: “El lenguaje es la madre del pensamiento, no el manuscrito del pensamiento”; y agregó: “Las palabras dirán las cosas que tú nunca sentiste o pensaste antes”. Considera el impacto de escribir sobre tu propio diagnóstico. Puedes describirlo como un rayo que atraviesa tu corazón, como una bomba que explotó dentro de ti o como una grieta en la tierra que te consume poco a poco. O puede ser que lo describas como un escalofrío que te recorre todo el cuerpo, ya que no saber puede ser preferible que comprender que tu vida jamás volverá a ser como antes. Escuchar el diagnóstico es una herida, un shock, un reconocer que una etapa de tu vida se ha cerrado y otra está por comenzar.
El escribir me dio la libertad de ser honesta conmigo misma, que a veces no es posible a través de una conversación, donde encontraba que algunas personas solo querían escuchar una versión particular de mi experiencia.
Yo elegí el escribir de mi experiencia de una forma positiva y como si estuviera “echando el cuento” a alguien conocido. Elegí ser lo más honesta y clara posible en cada una de las columnas, y decidí aportar. Decidí que el que leyera la columna se llevara siempre un mensaje de optimismo ante la situación. Creo que ya de por sí el proceso es difícil, por qué hacerlo más ¿no? Decidí que el mensaje debía ser general, pues no todos los que leen a María Antonieta tienen su condición.
Creo que me siento satisfecha, cada paso que he dado he estado rodeada de gente maravillosa. Ustedes, mis lectores, son parte de esta experiencia. Mi corazón brinca de gozo con cada comentario, con cada persona que me escribe y que está deseosa de conocer un poco más de mí.
Así como las palabras pueden atravesarte como un puñal filoso, también pueden sanar y ser alimento para el alma.