Activar la fuerza de la intención es un proceso que consiste en conectar con tu ser natural y deshacerte de la identificación del ego. La intención es una meta con declaración, es establecer una dirección de hacia dónde quiero ir en la vida.

En mi columna de hoy cito a Wayne Dyer, de quien leí por primera vez sobre el tema hace más de 20 años y fue una fuente de inspiración.

El proceso para establecer una intención según Dyer se desarrolla en cuatro etapas:

1. La disciplina. Aprender una nueva tarea requiere entrenar el cuerpo para que actúe como lo desean tus pensamientos. Por eso, eliminar la identificación del ego no significa desconectarte de la relación con tu cuerpo, sino entrenarlo para activar esos deseos. Se consigue con práctica, ejercicio, hábitos saludables, comida sana, etcétera.

2. La sabiduría. Combinada con la disciplina fomenta tu capacidad para centrarte y tener paciencia a medida que armonizas tus pensamientos, tu intelecto y tus sentimientos con el trabajo de tu cuerpo. Cuando mandamos los niños al colegio les decimos: “Sed disciplinados”, “Pensad con la cabeza”, y a eso lo llamamos educación, pero con eso no se alcanza la maestría.

3. El amor. Tras disciplinar el cuerpo con la sabiduría y estudiar intelectualmente una tarea, este proceso de maestría supone amar lo que haces y hacer lo que amas, En el mundo del comercio, yo lo denomino enamorarse de lo que ofreces y vender tu amor o entusiasmo a potenciales clientes.

Cuando se aprende a jugar al tenis, hay que practicar todos los golpes mientras se estudian las estrategias del juego. También supone disfrutar la sensación de golpear la pelota, de estar en la cancha y todo lo demás relacionado con el juego.

4. La entrega. Ese es el lugar de la intención. Aquí es donde tu cuerpo y tu mente no llevan la batuta y te aproximas a la intención. “En el universo hay una fuerza inconmensurable, indescriptible, que los chamanes llaman ‘propósito’, y absolutamente todo lo que existe en el cosmos está unido al propósito por un vínculo de conexión”, así lo describe Carlos Castañeda. Te relajas, te agarras a la correa del trolebús y te dejas llevar por la misma fuerza que transforma las bellotas en árboles, las flores en frutos y unos puntitos microscópicos en seres humanos. Agárrate a esa correa del trolebús y crea tu propio vínculo de conexión.

Ese “absolutamente todo en el cosmos” incluye a ti y a tu ser disciplinado, sabio y amante, y todos tus pensamientos y sentimientos. Cuando te entregas, te iluminas y puedes consultar a tu alma infinita. Entonces puedes acceder a la fuerza de la intención, que te llevará a donde crees que estás destinado a llegar.

En la próxima columna, te compartiré cómo es que el ego puede detenernos en este proceso. ¡Te deseo una excelente vida!


* Las opiniones emitidas en este escrito son responsabilidad exclusiva de su autora.

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