Ana Isabel Correa, Magíster en psicooncología y cuidados Paliativos con especialización en duelo describe la psicooncología como una rama de la psicología enfocada en la prevención, evaluación, acompañamiento e intervención clínica de pacientes con cáncer y sus familiares. También se dedica a investigar la influencia de los factores psicológicos en el cáncer y viceversa.
La psicooncóloga aborda sobre el rol de acompañamiento que podemos dar cuando una amistad ha sido diagnosticada con esta enfermedad y necesita apoyo que va más allá de las palabras de aliento.
¿Cómo debería ser el papel de acompañamiento cuando se trata de una amiga que apoya a otra en esta situación?
Enfermar representa una amenaza para la integridad de las personas, y por consecuencia, es común experimentar muchas emociones que puede resultar “difícil” acompañar. Es importante tomar en consideración que uno de los recursos más valiosos para una persona que sufre, son quienes le acompañan.
El significado de esta acción suele implicar “estar al lado de”. Sin embargo, cuando se trata de acompañar emocionalmente, no debemos limitarnos a la presencialidad. El acompañamiento debe ser respetuoso y curioso, donde puedas preguntar antes de asumir y así, responder a las necesidades reales de esa persona y no a lo que pensamos que necesita.
¿Cómo podemos estar presente para nuestra amiga?
Estar presente implica mucho más que la presencia; es no huir de los momentos, las preguntas o las emociones difíciles. Es ser capaz de contener el sufrimiento ajeno sin querer cambiar la naturaleza del mismo. Es entender, sin juicio, la congruencia de su experiencia emocional con la situación por la que atraviesa. No necesitamos “resolver” su malestar, sino poder acompañarle.
Apoyar emocionalmente podría traducirse en crear un espacio contenedor en el que esa amiga se sienta segura y validada de sentir lo que necesite sentir. No minimices lo que siente.
¿Qué no debemos decir? A veces, sin intención, podemos hacer comentarios que no aportan al bienestar de ella.
A lo largo de mi experiencia podría dar miles de ejemplos para responder esta pregunta. Creo que tenemos una tarea grande en cuanto a psicoeducación.
De los comentarios más comunes, que sin intención pueden generar un efecto contraproducente, está: “eres una guerrera”. No me cansaré de debatir el impacto que tiene esta etiqueta que nace desde la buena intención. Te has preguntado, ¿cómo me sentiría si me dicen guerrera o luchadora y siento que estoy perdiendo la batalla? Probablemente el resultado será el aumento de la impotencia. Además, elegir la guerra, implica renunciar a la paz. Y enfermar ya es una situación suficientemente dolorosa como para enfrentarnos a una guerra para la cual no siempre tendremos las “armas” o herramientas para ganar. Es depositar en el o la paciente la responsabilidad de curarse, sabiendo que esa “lucha” solo llega hasta donde la ciencia lo permite.
Frases como “no te preocupes, gracias a Dios tiene cura… pudo ser peor” invalida mi derecho a sentirme triste o asustado. Ningún hecho debería quitarme la oportunidad de expresar abiertamente mis emociones. “Tienes que tener una buena actitud”, “mente positiva”, “todo va a salir bien”, “fulanita tuvo lo mismo y está de lo más bien”, son otros ejemplos de frases que demos evitar.
¿Cómo cuido mis propias emociones ante esta situación, donde también puedo sentir tristeza ante esta realidad de mi amiga?
Cuidar de uno mismo requiere tomar consciencia. Para cuidarnos, necesitamos identificar nuestras emociones y darnos permiso de sentirlas. Abrir los espacios para expresarlas es una forma de cuidar nuestro mundo interno. Reconocer que somos vulnerables y sentir tristeza, por ejemplo, no le hace daño a nuestra amiga. Implica establecer límites reconociendo hasta dónde puedo acompañar sin comprometer mi salud física y mental. Escucha a tu cuerpo y recuerda que si no te cuidas, no serás capaz de cuidar.
¿De qué manera podemos entablar la conversación sobre la enfermedad? A veces no sabemos cómo abordarlo. Tememos ser inoportunos.
Depende de quién tenemos enfrente y la calidad del vínculo que nos une. El arte de acompañar implica poder adaptarnos a quién acompañamos. Es tentador no preguntar ya que esto evita que una conversación se torne difícil o incómoda, pero las preguntas que más duelen son las que no se hacen. El silencio puede transmitir una sensación de indiferencia, que podría provocar que la persona que ha enfermado se sienta sola en su proceso. Abrir las conversaciones transmite disposición de escuchar, estar y acompañar. Preguntarle a la persona qué tanta información desea compartir, también es una manera sana y respetuosa de acompañar.
El apoyo a una amiga puede ser de diferentes formas, no solo emocional ¿Qué otro tipo de soporte podríamos dar?
Procura no enfocar toda tu atención en la enfermedad. Tu amiga es mucho más que su cáncer. Al promover espacios de ocio o gratificación, también estás aportando a su bienestar. Si está dentro de tus posibilidades, apoya a esa amiga a mantener su rutina lo más estable posible. Respeta su autonomía, independencia y sus decisiones, pero si tiene tareas que, a raíz del diagnóstico o tratamiento ya no puede realizar, y tú tienes tiempo y recursos para ayudarle, pregúntale si le vendría bien ese apoyo.
Acompañarle a citas, ayudar en tareas del hogar, aportar algún recurso económico o incentivarle a que realice ejercicio físico, si está en capacidad de hacerlo, son más formas de apoyo.
También, en nuestro afán de estar presente, podemos llegar a estar muy encima de nuestra amiga y eso podría se agobiante para ella. ¿Cómo ponemos límites?
Recuerda que es su proceso y tú solo estás acompañándole. Si nos tomamos el tiempo de escucharle activamente, sabremos con precisión lo que necesita. Más que ponernos límites, diría que es importante respetar los límites que ella ponga, sin tomarlo personal.
Preguntar hasta dónde se siente cómoda, qué necesita y de qué forma puedo acompañarle mejor es indispensable para no agobiarle.
No te esfuerces tanto en recordarle “cómo cuidarse” o “qué debe hacer”, pues ella sabe lo que necesita más que cualquier otra persona. No te conviertas en el inspector de sus hábitos, comidas o medicamentos, sino en la aliada que necesita para hacer más liviana la carga que conlleva enfermar.
Ana Isabel Correa, Magíster en psicooncología y cuidados Paliativos con especialización en duelo.