Visualizar la cultura como un derecho es una de las arduas tareas que trabaja Panamá con el fin de hacer comprender que “todos son parte” de una amplia identidad social compuesta por el folclore, las tradiciones indígenas y afrodescendientes, entre otros.
El derecho cultural supone una “participación activa” tanto de menores como de adultos a la vez que sirve como una herramienta de reinserción social para los presos y una barrera frente a la delincuencia juvenil, según explicó a EFE la coordinadora de derechos culturales en el Ministerio de Cultura de Panamá, Lastenia González.
“La cultura es ese derecho que tenemos todos en esa participación activa. La fortaleza para poder convertir y reconocer que vivimos en un país totalmente cultural. A través de la cultura, del arte (y) de toda la identidad podemos presentar muchas cosas y sobre todo resaltar los aportes de nuestro país”, señaló González.
La cultura, un derecho
La Unesco reconoce que “los derechos culturales son parte integrante de los derechos humanos, que son universales, indisociables e interdependientes”, y que “el desarrollo de una diversidad creativa exige la plena realización de los derechos culturales”, como recoge la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Sin embargo, a juicio de González, en Panamá en muchas ocasiones “no se visualiza la cultura como un derecho y es lo que nosotros a nivel del Ministerio hemos estado fortaleciendo”.
Por ello, desarrollan varios talleres gratuitos para distintas edades en diferentes comunidades del país con el fin de concienciar que la cultura es de todos, y no solo de un sector privilegiado.
“El derecho cultural es parte de los derechos humanos, que son los que tienen que ver con la identidad de cada persona”, apuntó González, mostrando “de dónde venimos y a dónde queremos llegar”.
En ese sentido, también se trabaja con los siete pueblos originarios de Panamá y las comunidades afrodescendientes (oriundas mayormente de la costa del Caribe), muy ricos en tradiciones.
La cartera de cultura cuenta, según González, con un departamento específico que “fomenta esa participación activa de nuestros pueblos originarios y población afrodescendiente (para) resaltar sus aportes”.
“(También para) hacer más viable la participación de ellos en las actividades que ejecutamos a diario y reconocer, sobre todo, que cada uno tiene una identidad propia y permitir los espacios”, apuntó.
Los derechos culturales, clave para el desarrollo humano y social
Uno de los talleres impartidos este mes en la recientemente inaugurada Ciudad de las Artes, a las afueras de la capital panameña, es “El arte como herramienta”, donde unos 24 niños y niñas aprendieron a hacer teatro, danzas folclóricas y manualidades.
Divididos en tres grupos, esos pequeños conocieron de primera mano nociones básicas de interpretación, pasos de bailes tradicionales y a crear con papel y cartón figuras de animales supervisados por profesores de la cartera de cultura.
También trabajan con menores en riesgo social.
La cultura es usada con esos menores como una manera de “sacar todo lo que tienen dentro” por medio de la danza, pintura o música, detalló González.
“(El trabajo) no solamente es gestionar actividades, sino también ser gestor del cambio en nuestras comunidades, que la gente pueda reconocer que son parte de esa cultura”.
Y añadió: “La cultura es parte de la identidad de cada persona. Tú no puedes tener ningún desarrollo ni avance, si no cambias primero. Entonces eso es el derecho cultural, que sale de la propia persona”.
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