El primer recuerdo que tengo de una persona kuna, como aprendíamos a llamarles a los gunas en los libros de estudios sociales de los años 1980, es de mujeres vestidas con molas cerca del aeropuerto Marcos Gelaberth, en el terreno que hoy ocupa Multiplaza.
La primera compañerita guna que conocí en la escuela se llamaba Yanina Arias. Mucho tiempo después supe que los gunas se veían forzados a usar nombres latinos o wagas y también a ponerse un apellido latino. Pongo aquí estas ideas para empezar a responderme cuál es mi mirada sobre las personas gunas.
El Festival Internacional de Cine de Panamá hizo un encuentro sobre el cine dule, reflexionando sobre el interesante momento en que vive. Los expositores eran Cebaldo Inawinapi, Orgun Wagua, Duiren Wagua e Iguandili López, la última no pudo asistir. Entre las películas en idioma dulegaya están Dios es Mujer y Bila Burba.
Enrique Castro hizo la primera pregunta para Cebaldo y trataba de responder cómo son mirados los gunas. Cebaldo se remontó a las películas que veían en las islas, cine por el que pagaban la entrada: un coco. O si no se las ingeniaban para ver desde algún lado. El tema de muchas películas era el viejo oeste: indios y vaqueros enfrentados. Los niños que veían esas películas jugaban luego a ser los buenos, o sea los vaqueros.
En un conversatorio interesante los expositores compartieron ideas muy entendidas para ellos, pero no así para el resto. Por ejemplo, los niños gunas suelen pintar en las escuelas dibujos de montañas y no del mar. La montaña es parte de su paisaje y su vida. Pero cuando las personas afueran piensan en guna yala solo piensan en el mar.
Alrededor del 60% de los guna viven en la urbe. Son menos los que viven en las islas. Sin embargo cada uno tiene una conexión especial con ese lugar de origen. Hoy más jóvenes quieren hablar dule y quieren conocer y practicar sus tradiciones como la danza.