Hay un latido muy único que solo se siente apenas pisas Río de Janeiro. Es como una atmósfera que te baila sobre la piel. Un ardor sabroso con una melodía sambando de fondo.

En Brasil le quitan la última “L” a mi nombre y simplemente me convierto en Solange. Lo tomo y lo acepto; me empiezo a creer una local. “Es que tienes un nombre muy brasileño”, me dijo con amabilidad el encargado de mi check-in en el Sheraton Grand Río a mi llegada al hotel en pleno sábado de Carnaval.

El Sambódromo, a mis pies: Así viví como reportera de ELLAS el carnaval de Río de Janeiro

Escuelas de samba durante el domingo de carnaval, desde el camarote VIP de Marriott Bonvoy. Foto. Solangel Hurtado Mendoza.

Luego de siete horas de vuelo desde ciudad de Panamá, aterricé en la ciudad carioca. Era viernes. Un mes antes, mi corazón casi se detiene cuando Marriott Bonvoy nos invitó a vivir o carnaval mais famoso do mundo, el de Río de Janeiro, pero a su manera; en una experiencia tan única que el dinero no puede comprar.

Un carnaval VIP

El Sambódromo, a mis pies: Así viví como reportera de ELLAS el carnaval de Río de Janeiro

Sambódromo da Marques da Sapucai, desde el camarote VIP de Marriott Bonvoy. Foto. Solangel Hurtado Mendoza.

Esa noche me bañé de brillo. Era domingo de carnaval y partiendo desde el JW Marriott Río de Janeiro, mi hotel en Copacabana, esta reportera panameña experimentaría por primera vez, y en un camarote VIP, el mítico Sambódromo da Marquês de Sapucaí.

No tomo con ligereza lo que acabo de escribir: el espectáculo más grande del mundo se ponía a mis pies desde el palco de Marriott Bonvoy en el Sambódromo; un espacio al que ELLAS tuvo acceso exclusivo para vivir el icónico desfile de las escuelas de samba desde una lujosa suite con comida y bebida ilimitada; sofás, estación de maquillaje, fiesta y comodidad.

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Foto. Solangel Hurtado Mendoza.

Esa noche, veríamos desde nuestro camarote a cuatro escuelas de samba protagonizar un espectáculo (y a la vez competencia) que estremece cada pelo del cuerpo por su majestuosidad.

Cada agrupación tenía alrededor de una hora para desplegar a sus más de 2 mil almas, que no paraban de cantar y bailar su samba-enredo (como se le llama al tema central de su desfile), a lo largo del medio kilómetro de longitud del Sambódromo.

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Bebidas y comida ilimitada en el espacio VIP de Marriott Bonvoy en el Sambódromo. Foto. Solangel Hurtado Mendoza.

La fuerza interpretativa de cada escola de samba era tan poderosa que hasta se siente en el pecho cuando eres parte del público. Las sensuales y tonificadas musas, con sus vestuarios de micro tangas, plumas y joyería daban la dosis de divinidad al desfile. Las gigantescas carrozas o alegorías, que alcanzaban hasta 15 metros (el equivalente a un edificio de 5 pisos), sorprendían con sus estructuras que combinan arte, tecnología y diseño para crear un espectáculo visual impactante.

Desde nuestra suite elevada de Marriott Bonvoy, a la que solo se puede acceder canjeando puntos en el programa de viajeros Marriott Bonvoy Moments, teníamos la vista más privilegiada del desfile.

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Solangel Hurtado Mendoza, enviada especial de ELLAS en esta cobertura internacional.

El abrazo del Cristo

Sus brazos extendidos abrazan a Río de Janeiro desde lo más alto. A 40 km de nuestro hotel, el Courtyard/Residence Inn by Marriott, en la moderna zona Barra da Tijuca, se ubica el monumento a Cristo Redentor, una de las 7 maravillas del mundo moderno.

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El monumento a Cristo Redentor, al atardecer. Foto. Solangel Hurtado Mendoza.

Un trayecto de alrededor de 20 minutos en tren, envuelto en una naturaleza exuberante, lleva hacia el monumento.

Llegando a la cima, las vistas hacia Río dejan sin aliento, pero más muda me dejó el protagonista: el imponente monumento de Cristo con los brazos abiertos, de un total de 38 metros de altura.

Es un sitio lleno de energía, naturaleza y encanto carioca. Visítalo después de las 3:00 p.m. para que disfrutes de un atardecer de ensueño y de las mejores vistas de Brasil.

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Desde el monumento se pueden apreciar las vistas más impresionaste de Río de Janeiro. Foto. Solangel Hurtado Mendoza.

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Días de ‘praia’ en Leblon y Copacabana

Todavía tengo sueños con la vista que tenía desde el balcón de mi habitación en el Sheraton Grand Río de Janeiro. A mi izquierda, la favela Vidigal, una comunidad vibrante frente al mar; a mi derecha, el inmenso Atlántico brasileño y hacia mi norte, a lo lejos, el Cristo Redentor.

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Playa de Leblon, donde se ubica el hotel Sheraton Grand Rio. Foto. Solangel Hurtado Mendoza.

Era sábado de carnaval cuando llegamos a este hotel con 50 años de historia. Ubicado en la zona sur de la ciudad, es el único complejo hotelero en todo Río de Janeiro con acceso directo a la playa, donde nos entregamos a la merced del picante sol de Brasil para disfrutar de refrescantes caipirinhas frente al mar.

Al día siguiente llegamos a la bohemia Copacabana, el barrio de las famosas calzadas de empedrado portugués. Su praia (playa, en portugués), en forma de media luna, es una de las más famosas del mundo y solo bastaba cruzar una calle desde nuestro hotel de esa noche, el JW Marriott Río de Janeiro, para llegar.

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La concurrida playa de Copacabana. Foto. Solangel Hurtado Mendoza.

Mi vista no terminaba de captar la cantidad de bañistas que se encontraban en la playa cuando la visité el domingo de carnaval. Miles de turistas y banderas de todo el mundo rellenaban casi en su totalidad los 4 km por los que se extiende esta joya de la costa carioca.

La praia es conocida por sus grandes conciertos gratuitos. El año pasado, Madonna reunió a 1.6 millones de personas en su concierto y este año, el 3 de mayo, Lady Gaga será la protagonista de un espectáculo gratuito en la playa.

Río me dejó el eco de su samba y el abrazo cálido de sus atardeceres.

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Vista de Copacabana desde el área de piscina del hotel JW Marriott Rio. Foto. Solangel Hurtado Mendoza.