En esta serie de relatos, tres mujeres cuentan cómo la solidaridad y la amistad las fortaleció durante su tratamiento contra el cáncer. Esta es la historia de María Elena Jurado
“Soy una persona bastante reservada, así que las primeras llamadas las hice a mi familia. Al informarles, mis hijos quedaron casi sin poder articular palabras, y mi esposo igual. Una de mis hermanas se puso a llorar, y en ese momento me quedé pensando a quién más debía llamar. Había ido sola a recoger el resultado de la biopsia y el doctor me dijo: ‘Debes buscar un oncólogo’. Me sentí perdida, ya que nadie en mi familia había recibido este tipo de diagnóstico. Entonces recordé a una amiga que había padecido cáncer de mama el año anterior. La llamé, y ella me orientó sobre los pasos a seguir: oncólogos, cirujanos, radiólogos. También contactó a mis hijos y les brindó información valiosa para ayudarnos a comenzar el tratamiento. Algo que debo resaltar es que estos tres hombres, mi esposo y mis hijos, fueron y son un apoyo incondicional y hacen mi vida más fácil.
Durante las primeras semanas, aunque iba a trabajar y coordinaba las citas médicas, no tenía deseos de hablar con nadie, excepto con mi esposo y mis hijos. Familiares y amigas que ya sabían del diagnóstico me escribían por WhatsApp. Una amiga, preocupada, me comentó que su hermana era psiquiatra en el hospital oncológico y quería que me atendiera. Pero yo le respondí que, en ese momento, solo necesitaba tiempo a solas con Dios para procesar lo que estaba viviendo. Sabía que los profesionales eran valiosos, pero mi fe era mi sustento, y confiar en eso me ayudaba a aceptar lo que estaba enfrentando.
Cada persona reacciona de manera distinta ante situaciones como esta. Para mí, lo más importante fue que quienes me apoyaban lo hicieran escuchando lo que yo necesitaba compartir, sin llenar el espacio con información innecesaria. No es útil hablar sobre lo que uno ha leído en Google acerca de los síntomas o los efectos secundarios, ya que cada cuerpo reacciona diferente. En mi caso, no vomité con el tratamiento, aunque sí tuve náuseas. Pero después de cada quimioterapia, en lugar de sentirme exhausta, me sentía activa. Iba a trabajar todos los días. Lo más valioso fueron las oraciones y palabras de ánimo que recibía. Mis familiares y amigas me recordaban diariamente que era fuerte, que me amaban, que estaban orando por mí. Leer esos mensajes me daba la energía que necesitaba para seguir adelante.
Cuando finalicé mi tratamiento, el médico me recomendó hacer ejercicio y comer de manera saludable. Después de algunos meses, me invitaron a practicar “bote dragón”, un deporte que ha demostrado ser beneficioso para las personas que han pasado por el cáncer de mama, ya que ayuda a fortalecer la masa muscular y prevenir el linfedema. En este deporte encontré apoyo emocional, compañerismo y muchas alegrías. Por eso, recomendaría a todas las mujeres que han pasado por este diagnóstico que, en cuanto puedan, practiquen una actividad física, y si es con las DragonHeart, mejor aún”.
Perfil: María Elena Jurado es abogada de su propia firma, timonel del equipo de bote dragón DragonHeart, esposa, madre de dos varones y abuela de Analía Valentina.