Imagina este escenario: estás trabajando en la oficina cuando recibes una llamada preocupante. Tu hijo pequeño, que ha estado decaído en las últimas horas, ahora tiene fiebre alta, mocos, tos y los ojos muy rojos y llorosos.
A medida que pasan los días, su salud empeora y aparece un sarpullido en la cara que se extiende al cuello y luego por el resto del cuerpo. De repente, te enfrentas a la posibilidad de que tu pequeño esté luchando contra el sarampión, una enfermedad que creías controlada pero que sigue siendo una amenaza latente.
El sarampión es mucho más que una erupción cutánea que cursa con un poco de fiebre. Es una enfermedad viral altamente contagiosa que puede tener consecuencias devastadoras, especialmente para los niños pequeños y las personas no vacunadas. Los síntomas iniciales, como fiebre, tos y enrojecimiento ocular, pueden confundirse con un resfriado común. Pero el sarampión se caracteriza por una erupción distintiva, que comienza en la cara y se extiende por todo el cuerpo.
Lo que es aún más alarmante es la facilidad con la que se propaga el sarampión. Nueve de cada diez personas que no están vacunadas contra él se infectarán si están expuestas a alguien con la enfermedad, que se transmite a través de gotitas respiratorias en el aire y puede contagiar incluso cuatro días antes de que aparezcan los síntomas visibles.
Las complicaciones del sarampión son graves y pueden incluir hospitalización, encefalitis e incluso la muerte. Es por eso que la vacunación es tan crucial. La vacuna MMR no solo protege contra el sarampión, sino también contra la rubéola y las paperas, mientras que la vacuna MR brinda protección contra el sarampión y la rubéola. La vacunación es una forma efectiva de proteger a tus seres queridos y prevenir la propagación de la enfermedad.
El reciente aumento de casos de sarampión en todo el mundo, incluyendo países de las Américas como Argentina, Brasil, Canadá, Costa Rica, Chile, Estados Unidos y Perú, es una clara señal de que esta enfermedad sigue siendo una amenaza para nuestra salud pública.
Aunque en Panamá no se registra un caso autóctono desde 1995, gracias a un exitoso programa de vacunación, debemos estar alerta y tomar medidas para proteger a nuestras comunidades.
Recordemos nuestra responsabilidad en la protección de nuestros seres queridos. Tomemos la iniciativa de vacunar a nuestros hijos para prevenir la propagación del sarampión y garantizar un futuro más saludable para todos.
Juntas, podemos marcar la diferencia y proteger a nuestras familias y comunidades.