Cuando recibí el diagnóstico de ELA, mi vida dio un giro inesperado, pero lo que más me sorprendió fue mi propia reacción emocional.

Durante los primeros meses, me pasaba riendo en momentos completamente inapropiados, incluso cuando las noticias eran graves. Recuerdo que en varias ocasiones me decían cosas serias, y yo simplemente no podía controlar la risa. Era como si mi cuerpo reaccionara de manera completamente opuesta a lo que se esperaba.

Al principio, pensé que era una forma de “tomar las cosas con humor” o demostrar que podía enfrentar lo que venía con una actitud positiva. Sin embargo, con el tiempo, empecé a notar que esas risas no eran una señal de fortaleza, sino de un desajuste emocional. Lo que estaba pasando tiene un nombre: afecto pseudobulbar, una condición que provoca risas o llantos incontrolables, típicamente relacionada con enfermedades neurológicas como la ELA.

Esto me llevó a investigar más y, conversando con otros pacientes y profesionales, me di cuenta de que no era tan raro como pensaba. El cerebro, al enfrentarse a situaciones de alto estrés o noticias difíciles de asimilar, puede generar respuestas desproporcionadas. En mi caso, la risa fue mi mecanismo de defensa ante una realidad que no estaba listo para procesar.

No fue fácil aceptar que, detrás de esas carcajadas incontrolables, había un reflejo de mi propia vulnerabilidad. Me costaba admitir que esa risa no era producto de una aceptación genuina, sino una barrera emocional que levantaba sin darme cuenta. Solo con el tiempo y el apoyo adecuado, logré entender lo que realmente estaba sucediendo.

Hablar de esto no es sencillo, pero es importante compartirlo. Al enfrentar enfermedades como la ELA, solemos enfocarnos en los síntomas físicos, pero el impacto psicológico es igual de importante. Las emociones, pensamientos y reacciones inesperadas, como el afecto pseudobulbar, son parte del proceso, y reconocerlas es clave para avanzar.

Hoy, soy más consciente de cómo reacciono ante las adversidades. Ya no siempre es con una sonrisa, pero sé que cualquier respuesta, por extraña que parezca, es válida. Mi historia con la risa incontrolable es un ejemplo de cómo, ante lo inesperado, la mente y el cuerpo pueden sorprendernos de maneras impredecibles.

Reír en medio del caos: una reacción inesperada ante el diagnóstico

Rogelio Chiari