Uno de mis más grandes anhelos cumplidos fue el haberme convertido en madre. Gracias a Dios y a la vida, di a luz (en plena pandemia de la Covid-19), algo de lo que ya compartí en este mismo espacio.
Bueno, resulta ser que ya “el pequeñín” no es tan “pequeñín” y recientemente cumplió sus tres años de edad. En mi corazón nació hacer algo diferente para celebrar este nuevo año de vida. Y como a él (tal como sucede con la mayoría de los niños) le gustan los aviones, buses, camiones, trenes, decidí “desengavetar” otro sueño por concretar: el primer viaje familiar al exterior. La sola idea me causaba una inmensa emoción.
Con ese mismo entusiasmo, procedimos a ver los temas propios a un viaje: pasaportes, boletos aéreos, hoteles, etc.
¿El destino escogido? Medellín, Colombia, a una hora y 15 minutos de la ciudad de Panamá.
Hoy recuerdo que internamente hacía una cuenta regresiva para que llegara el día del viaje. En medio de los nervios, organizaba los detalles concernientes al paseo a tierras colombianas. Sin embargo, siempre habrá aspectos que se salen de las manos. Por ejemplo, en este momento recuerdo que de la emoción por ese primer viaje en avión, olvidamos llevar en la maleta de mano alguno de sus carritos favoritos u otra forma de entretenimiento mientras durara el vuelo.
Me río también al evocar cómo, ya sentado en medio de sus papis, mi niño Gabriel decide bajar la tabla para servir la comida y decir, repetidas veces: “tengo hambre”, cuando en casa en ocasiones hay casi que corretearlo para una cucharada.
Afortunadamente el vuelo fue cómodo, ligero, además que la buena plática y juegos imaginarios funcionaron de maravilla para su distracción. En el trayecto, le explicamos que nos trasladábamos a otro país (Colombia); al inicio parecía no comprenderlo bien, pero después ya solo repetía “estoy en Colombia, estoy en Colombia”.
Cuando fuimos al peñón de Guatapé, un monolito de 220 metros de altura, mi niño Gabriel no paraba de disfrutar del espectacular paisaje. “Cheese, cheese”, exclamaba al tomarle las cientos de fotos capturadas para el recuerdo
Llegamos sin contratiempos al hotel donde nos quedaríamos en este primer paseo familiar. Gabriel seguía maravillado.
En esos días en Medellín, visitamos el parque Explora, el parque de los Pies Descalzos, el parque de los Deseos, el Jardín Botánico; todos estos sitios 100% recomendados si se viaja con niños.
Cuando fuimos al peñón de Guatapé, un monolito de 220 metros de altura, Gabriel no paraba de disfrutar del espectacular paisaje. “Cheese, cheese”, exclamaba al tomarle las cientos de fotos capturadas para el recuerdo.
Y es que para mi sorpresa (tomando en cuenta que es un niño de tres años) resultó ser un estupendo viajero. Disfrutaba un montón de las caminatas (principalmente en el popular bulevar turístico y recreativo de la Carrera 70) e incluso un día asombró al resto de los turistas cuando bailó en plena chiva rumbera. Debo mencionar que no hubo berrinches ni arrebatos públicos (las mamis entenderán de lo que hablo).
Algunas recomendaciones de esta mamá primeriza: no olvidar el kit de medicamentos (la pediatra me facilitó una lista de lo que no debía dejar), llevarles ropa variada, asegurarse de tener en los paseos una botella de agua o algo de picar... pero lo más importante: disfrutar el momento.
¡Ah! Además del avión en el que subimos para llegar al país vecino, el cumpleañero disfrutó a plenitud de los paseos en el Metro, del Metro Cable, de un paseo en barco y hasta contempló de cerca los helicópteros que hacen recorridos en Guatapé. Todos esos medios de transporte que aprecia en la TV ahora los tenía de cerca. ¡Su rostro era un poema!
Algunas recomendaciones de esta mamá primeriza: no olvidar el kit de medicamentos (la pediatra me facilitó una lista de lo que no debía dejar), llevarles ropa variada, asegurarse de tener en los paseos una botella de agua o algo de picar... pero lo más importante: disfrutar el momento.
Recientemente leía en redes sociales de las tres fases de un viaje: Cuando se programa, cuando se disfruta y cuando se recuerda.
Ese primer viaje a Medellín, Colombia, con mi peque de tres años, no cabe duda que siempre lo guardaré en el corazón y confío en Dios que estas experiencias vuelvan a repetirse prontamente.
* Las opiniones emitidas en este escrito son responsabilidad exclusiva de su autor.
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