1. Duerme en tu cama y tiene un espacio privilegiado.
2. Cuando llegas a casa, es el primero que te recibe y el primero al que tienes que saludar.
3. Te preocupas más por su seguridad -y por sus cuidados- que por los tuyos.
4. Lo llevas regularmente a acicalarse (puede ir más veces a la peluquería canina que tú a un salón de belleza).
5. Cuando van de paseo y se cansa, lo llevas en brazos el resto del camino.
6. Te duele menos gastar dinero en medicamentos para él que para ti.
7. No puedes resistirte a sus “tiernas” miradas.
8. Está en todas las fotos familiares (y muchas veces ni tú apareces).
9. Cuando estás de viaje solo preguntas por él.
10. Odias su juguete favorito, pero no eres capaz de quitárselo.
11. No importa cuántas veces lo “regañes”, dejas que se salga con la suya.
12. Le has dicho varias veces que es “el rey” o “la reina” de la casa.