No hay boda sin anillos. Estos representan el compromiso y la entrega de los enamorados. En casi todos los países se lleva en el dedo anular de la mano izquierda, porque según una creencia romántica, por allí transita la ‘vena amoris’ que conecta directamente con el corazón.

Algunos indicios apuntan a que ya en la prehistoria se ataban con lazos de hierba las muñecas o los tobillos de quienes habían contraído un compromiso. En la civilización egipcia era costumbre entregar anillos hechos de hueso, fibras de plantas, marfil o cuero entre las parejas como prueba de amor.

Fue el rey de Inglaterra, Eduardo VI, quien, en 1549 decretó que el tercer dedo de la mano izquierda, excluyendo al pulgar, fuese el dedo anular oficial y se designó la mano izquierda como la mano del matrimonio.

Los novios de la antigua Roma entregaban un anillo de compromiso a sus futuros suegros, como parte del ritual de pedirle la mano de su hija. Eran argollas de hierro que significaban fuerza y permanencia. A partir del siglo II a.C., hay constancia de que se comenzaron a entregar dos anillos, uno al padre de la novia y otro a la prometida.

Los primeros cristianos comenzaron en el siglo III a intercambiarse anillos de compromiso, aunque hubo que esperar hasta el siglo XIII para que la Iglesia católica formalizase el rito hasta entonces considerado una tradición pagana.

Fue el rey de Inglaterra, Eduardo VI, quien, en 1549 decretó que el tercer dedo de la mano izquierda, excluyendo al pulgar, fuese el dedo anular oficial y se designó la mano izquierda como la mano del matrimonio. El papa Pablo V copió esta idea y la introdujo en el ritual romano del matrimonio de 1615.

Hoy en día lo más común es que las parejas elijan anillos engarzados con un diamante, una piedra duradera e irrompible que simboliza la eternidad. El primer anillo con esta gema -que etimológicamente proviene del griego adamas, que significa invencible- fue recibido por María de Borgoña de la mano del archiduque Maximiliano de Habsburgo en 1477.

Desde entonces, los anillos de compromiso de diamantes se popularizaron entre las clases más pudientes, a partir del crecimiento de la industria de diamantes en Sudáfrica a finales del siglo XIX.

Desde que empezaron a granjearse la admiración del mundo como las gemas más perfectas, nunca han perdido su primacía, pero hoy hay otras alternativas para sellar el amor.

Una de las últimas tendencias son los tatuajes de compromiso. Algunos famosos pusieron de moda hace unos años la práctica de tatuar en su cuerpo dibujos idénticos como expresión máxima de su amor. Por ejemplo, Tony Parker y Eva Longoria decidieron tatuarse la fecha de su boda hace 10 años, aunque ya no están juntos.

Un anillo a flor de piel

Un anillo a flor de piel

Otra de las pioneras en la práctica de esta huella imborrable fue la modelo Behati Prinsloo, quien decidió hacerse un pequeño dibujo en su dedo anular cuando se casó con Adam Levine. “Todo el mundo tiene el anillo, así que yo tengo estos tres puntos. Siempre están ahí”, reconoció en una entrevista para Yahoo Style.

También la cantante Beyoncé eligió tatuarse el número romano “IV” en recuerdo al día de su enlace (y también por ser su cumpleaños y el de Jay-Z). Por su parte, Kelly Rowland también luce un discreto dibujo lineal.

Hoy son cada vez más las parejas que deciden tatuarse un anillo de compromiso en el dedo anular. Testigo de ello son las redes sociales. Basta asomarse a Instagram con el hashtag #weddingtattoo para ver el resultado. Los hay para todos los gustos: corazones, dibujos étnicos, alianzas de tinta…

Pero en paralelo, se está poniendo de moda otra tendencia que ha llegado para sustituir al clásico anillo. Se trata del piercing nupcial, que no es otra cosa que hacerse una perforación bajo el dedo anular para colocarse una joya. Cualquier método es bienvenido para expresar el amor eterno.