Maestro de la metamorfosis, con una carrera internacional sin parangón en España, Javier Bardem acaba de cumplir 50 años con dos nuevas grandes producciones en marcha, aunque admite su decepción porque no le llegan propuestas en su propio país.
El oscarizado actor de No es país para viejos conversó con la AFP al margen del Festival de Cine Español de Nantes (oeste de Francia), que le rinde homenaje con la proyección de una decena de sus filmes más emblemáticos como Mar adentro, Biutiful y Skyfall.
Además del remake de Dune, de Denis Villeneuve, está rodando otro filme de Sally Potter con Elle Fanning y Salma Hayek, ¿qué puede saberse de este?
Es un reto porque es una historia compleja y espero que tenga un fondo humano extraordinario. Pero hablar de películas que están en montaje es difícil, lo que puedo imaginar no sé si va a responder a lo que va a ser porque me falta la visión de la directora. Cuando vea cuál es su propuesta, sabré qué tipo de película es.
¿Se ha planteado dirigir?
Entiendo por qué hay actores que dirigen: actuar es una prueba de confianza y de una tremenda generosidad, se ofrece el trabajo para que luego alguien lo coja y lo manipule. Y no siempre para mejor. Entiendo que el actor diga ‘ahora yo quiero dirigir y manipular mi trabajo’. Pero dirigir es mucho más que eso, es una labor extraordinariamente difícil, yo no me veo capaz de llevarlo a cabo y aparte no tengo esa necesidad.
¿Cómo conjuga trabajar en cines tan distintos como el de Hollywood y el español?
Me voy adaptando. Trabajo menos en España de lo que me gustaría. No me llegan los proyectos, porque piensan todavía que vivo fuera o que tengo sueldos estratosféricos. Cosas que no son reales. Si estoy en España, si hay dinero intentaré que me paguen y si no, se buscará otra fórmula.
El Festival de Cannes no selecciona películas de Netflix mientras que en Venecia ‘Roma’ ganó el León de Oro. ¿Dónde se sitúa en ese debate?
Las plataformas como Amazon y Netflix están produciendo un cine que los estudios se niegan a producir. Roma es el caso más emblemático, o la última película de Scorsese. Cuesta un dinero pero tiene un nivel artístico y creativo muy importante. A los estudios no les salen los números, a las plataformas sí.
¿No le supondría ningún problema rodar una película de Netflix que no se exhibiera en salas?
He crecido yendo a las salas de cine, hay un aspecto muy romántico en el hecho de estar sentado ante una gran pantalla. Es algo muy bonito, pero está desapareciendo: la realidad es que vas por la Gran Vía de Madrid y ya no hay cines.
Han pasado casi 30 años desde ‘Jamón, jamón’, que retrataba el cliché del “macho ibérico”. ¿Ha evolucionado esa figura en la sociedad?
Jamón, jamón o Huevos de Oro eran películas que se reían de eso. Bigas Luna tenía un gran sentido del humor. Creo que no ha cambiado tanto: el macho por excelencia sigue vigente y el ‘lo hago porque me sale de los cojones’ y ‘usted no sabe con quién está hablando’. Desgraciadamente la violencia de género está sucediendo a unos niveles muy alarmantes. Hay representantes políticos de nuestro país que son el ejemplo de lo que debería ser un país y que funcionan de ese manera. Eso habla mucho de nuestra sociedad.
Como militante de izquierda, ¿cómo ve la posibilidad de que la extrema derecha entre en el Parlamento español en las elecciones del 28 de abril?
Hay que votar, cada uno que vote basado en su conciencia. Yo creo que el panorama actual es preocupante, pero no van a conseguir que me atemorice. La extrema derecha por fin ha dado la cara, pero sabíamos desde siempre que estaba ahí, en esos partidos representados por una cierta piel de oveja. No deberíamos dar cabida a tales partidos, sería volver atrás.