Una de la preguntas más frecuentes y que perdura a través de los tiempos es qué edad debe tener un perro para comenzar el adiestramiento. En este tema, como en muchos otros relativos a los compañeros caninos, existen diversidad de criterios.
El perro desde que nace vive aprendiendo primero de su madre y luego incorporando hábitos de conducta en el contexto que le toque vivir, sin poder discernir lo bueno de lo malo, según el criterio humano. Esto es importante comprenderlo, ya que en ocasiones se les adjudican a los animales sentimientos que solo tenemos las personas, como por ejemplo, la maldad. Todo lo que ellos hacen o dejan de hacer se basa fundamentalmente en su instinto más fuerte, el de supervivencia.
Cuando el cachorro deja el seno materno, luego de dos meses mínimo, ya tiene sembradas las herramientas básicas para comenzar a enfrentarse con la vida.
Al incorporarse a un núcleo social de personas en una familia, comienza a interactuar de diferentes maneras con cada uno de sus miembros, aprendiendo límites o ganando espacios de dominio.
Hay quienes sostienen que entre especies diferentes no puede aplicarse el término manada y tal vez dialécticamente tengan razón, lo que no significa que el funcionamiento del grupo y sus roles se establezcan de la misma manera.
Cuando hablamos de aprendizaje no podemos generalizar al igual que sucede en las personas. Cada individuo es un mundo, y aunque pueden manejarse parámetros estadísticos o científicos, basados en la maduración, las capacidades no son iguales. En los perros, esto es muy marcado, sobre todo en razas determinadas, donde la función para lo que fueron creados les proporciona hiperactitudes para determinados trabajos, pero no tal vez para la obediencia.
En todos los casos, la socialización y estimulación temprana serán fundamentales para el equilibrio futuro.
Una marca indeleble
El preescolar canino
Existen etapas estipuladas en la vida de un perro como la neonatal, transición, socialización, etc., y todas son importantes, pero lo vivido hasta los cuatro meses de edad marcarán profundamente la estructura psicológica del animal.
En este período es en general cuando se cometen la mayoría de los errores y es entendible, ya que establecerle lineamientos mínimos de conducta al cachorro o exponerlo a rutinas establecidas puede parecer cruel. Sin embargo, este aprendizaje no requiere de ningún tipo de castigo si se utiliza el juego o la comida como premio a las buenas acciones, hasta que el perro genere una asociación agradable que quede impresa en su conducta.
Cuando más expuestos estén de una forma correcta y paulatina a la gente, ruidos, texturas, sensaciones etc., menos posibilidades habrá que luego presenten problemas, aunque también el factor hereditario tiene una gran incidencia. Es por eso que, en los perros de trabajo, además de cumplir todos los procesos estipulados, se buscan líneas de sangre específicas, en cuya selección se tiene muy en cuenta las aptitudes de los reproductores y sus ancestros.
Así como lo es para los niños, la educación y lo vivido en la etapa preescolar, es relevante para el futuro del perro, su integración, percepción del entorno y la convivencia con las personas y sus congéneres.
Adopción de un perro adulto
En ocasiones, algunos perros jóvenes o adultos vienen con conductas y hábitos que quizás no sean los más beneficiosos para ellos y sus familias, ya que pueden privarlos de una buena calidad de vida. Si este es su caso, ¡no se preocupe! La mayoría de los perros es rehabilitable luego de un diagnóstico certero. Ellos aprenden a cualquier edad y siempre se pueden reescribir sus vivencias de una forma correcta, borrando así experiencias pasadas. El amor es siempre fundamental y el condimento más importante en todos los procesos, pero también un profesional idóneo que conozca su trabajo y pueda encaminar al perro hacia una vida tranquila, disfrutable y balanceada.