El adiestramiento de perros lazarillos es una de las tareas más difíciles y comprometidas tanto para el animal como para el encargado de su aprendizaje. Wally Conron es un avezado educador de perros para esta función que, en Australia (su país de origen), se ha desempeñado con gran eficacia, además de ocuparse de otras actividades, como lo es la zooterapia.
Dentro del trabajo de perros guía para no videntes, los labradores son de los más buscados, ya que han demostrado estar entre los más aptos para esta labor. Entre los tantos pedidos y largas listas de espera para conseguir uno de estos animales, Conron recibió en la asociación donde trabaja un pedido muy especial.
En 1988, una señora extremadamente alérgica necesitaba un perro lazarillo, pero -según sus palabras- que fuera “hipoalergénico”. Aunque sabemos que son discutibles los animales de esta condición, ya que los alérgenos disparadores también se encuentran en la saliva y la caspa del animal, hay algunos como el labrador retriever, cuya caída de manto es frondosa y permanente, mientras que otros como el poodle o caniche casi no mudan su manto.
El adiestrador, enfocado en este singular pedido, decidió intentar adiestrar a un poodle estandar (gigante) para la función de perro guía, pero lamentablemente no cumplía con todos los requisitos para este difícil trabajo. Ante la impotencia de no poder resolver la situación, se le ocurrió aparear una de sus hembras labradoras con un macho caniche.
De allí nacieron diferentes cachorros y uno de ellos cumplía con las aptitudes necesarias para el aprendizaje y, por supuesto, tenía la piel y el tipo de pelaje buscado para un alérgico. Intentó encontrar hogares para los otros cachorros, pero nadie los quería. Decidió popularizarlos por los medios como una nueva raza, exaltando todas las virtudes del labradoodle.
Este fue el comienzo del final, ya que después todos los pedidos que llegaban eran solo de labradoodles, que además de eficientes y estéticamente hermosos, no pierden su pelo. Pero cabe destacar que estos perros todavía no tenían lo necesario en su genética para ser considerados una raza pura.
El padre de esta exitosa creación canina decidió entonces comenzar un plan de cría programada, para que en un futuro pueda obtener el reconocimiento de la asociaciones internacionales.
La historia del ‘labradoodle’
Los primeros obstáculos
Para crear un plan de cría responsable, Conron necesitaba diferentes líneas de sangre de poodles y labradores, pero nadie avalaba su trabajo, incluso el American Kennel Club, el cual aparentemente no creyó en su proyecto.
Simultáneamente, con la frustración de su creador, vendedores de perros inescrupulosos comenzaron a cruzar caniches y labradores, con el solo afán de venderlos, pero sin mantener el norte inicial. De allí nacieron animales con carácter y pelo atípico, que fue menoscabando la imagen del ‘labradoodle’ inicial.
Posteriormente, hubo otros criadores serios que decidieron continuar con el trabajo trunco del ‘labradoodle’ pero al no poder limpiar la mala fama de este perro, decidieron cambiar su nombre por ‘australian cobberdog’, haciendo un trabajo técnicamente más organizado, consiguiendo incluso que su ADN ya esté reconocido dentro del banco de la Master Dog Breders, una asociación de Australia que se encarga de certificar y garantizar el buen trabajo de los criadores.
El ‘australian cobberdog’
Esta raza es idéntica al labradoodle inicial, pero con un trabajo genético que le otorga las características para considerarse una raza pura. Posee tres tamaños y es considerado un perro de asistencia y terapia por excelencia. Tiene una gran disposición para aprender y una empatía natural con las personas, sobre todo niños y mayores.