Mucho se habla de ansiedad por separación, pero en realidad diagnosticar con certeza este trastorno en los perros requiere evaluar diferentes síntomas.
En primera instancia, es necesario saber qué es la ansiedad. En las personas, es una respuesta defensiva ante situaciones que pueden resultar amenazantes, creando estado de alerta ante diferentes hechos que de una forma u otra consideramos que impiden cumplir con nuestros objetivos.
Al igual que el distrés, o estrés negativo, en muchos casos la ansiedad moviliza a concretar acciones de supervivencia, ya sea escapando o afrontando los acontecimientos. En el caso de los perros, no es demasiado diferente, aunque la imposibilidad de tomar decisiones los pone en un marco de vulnerabilidad extrema, que los hace dependientes totalmente de nuestra interacción.
La ansiedad por separación generalmente se la define como un problema de conducta, cuando las familias dicen: “Mi perro se porta mal cuando se queda solo, llora, rompe objetos, etc”. En realidad, aunque el resultado final se manifieste como un problema de conducta, es un problema psicológico que puede tener diversas raíces.
Varias leyes alrededor del mundo, incluida la 70 de Panamá sobre el maltrato animal, prohíben separar los cachorros de su madre antes de los 60 días. Esto, que puede parecer irrelevante, es fundamental porque es una de las causas más usuales que producen una predisposición a que los perros sufran ansiedad por separación. La madre canina separa a los cachorros gradualmente, mientras les brinda las herramientas necesarias para que logren su independencia. A esto se denomina desapego primario. Cuando este proceso no se cumple, la ansiedad por separación tiene una gran posibilidad de manifestarse.
Cuando las personas integran a sus familias cachorros muy pequeños, hay un agravante que contribuye a reforzar el problema.
Es comprensible que el perrito despierte en sus humanos la ternura necesaria para ser permanentemente protegido, mimado y atendido, en una etapa donde todavía su estructura de comportamiento es excesivamente maleable. Evidentemente, el rol del humano en esta situación genera en el animal un apego excesivo o hiperapego, en una relación donde independizarse resulta difícil para el perro y a veces también para las personas.
Estos vínculos patológicos, que también se dan en los humanos, hacen mucho daño; se transforma en una relación de necesidad permanente para poder funcionar. Cuando la figura humana se ausenta, en el perro se produce un estado comparable a la angustia que puede materializarse de diferentes maneras, tanto físicas como psicológicas.
¿Qué hacer en estos casos?
Mi perro tiene ansiedad
Si a todo este cuadro, le sumamos perros de razas específicas o con incidencia de ellas que tienen tendencias obsesivas, la situación se complica. Este es el caso de los perros cazadores, ‘terriers’ o ‘schnauzer’, con una funcionalidad en la que están arraigados estados de alerta permanente, disparadores de ansiedad.
La solución no es sencilla, pero se puede trabajar el trastorno hasta lograr que se diluya, aunque en algunos casos siempre quedará encendida la llama que puede hacer que todo vuelva a aflorar ante el menor disparador.
La medicación natural para la ansiedad es un buen paliativo, pero no va a resolver problema. La alternativa está en redibujar esquemas que independicen al perro, mientras se tratan escenarios puntuales, como es el caso de animales que no pueden quedarse solos.
Dejar al perro por intervalos muy cortos es un buen sistema, pero hay que tener en cuenta que la asociación del regreso del humano debe generarse antes de que se desate la crisis. Se puede iniciar con pocos segundos e ir aumentando el lapso de los intervalos hasta lograr que la ansiedad desaparezca. Se puede intentar dejando algún juguete, pero en general, los animales que sufren estos procesos no logran focalizar en nada, ya que están absolutamente compenetrados con su persona, objeto de la ansiedad.
Un vínculo sano
Es importante estar conscientes de que al llevar un cachorro a casa estamos construyendo su estructura de hábitos y conducta con cada uno de nuestros actos. Marcar límites desde pequeños y darles un espacio propio es esencial para formar un animal mentalmente sano. El amor bien concebido no se trata de sobreproteger creando la necesidad de nuestra presencia como algo primordial para la supervivencia. Las relaciones tóxicas también se dan entre personas y perros, creando animales inestables e infelices, si hablamos en términos humanos. Para poder disfrutar de la compañía de un perro, y que ellos lo hagan con la nuestra, es primordial borrar la palabra necesidad en este tipo de vínculos simbióticos para conectarnos en una relación interespecie en la que cada ser pueda disfrutarse en paz y libertad.