Dos palabras temidas para los padres: “¡me aburro!”. Escribo esto mientras palpo a mi alrededor lo que tal frase significa. Con los niños de vacaciones el “me aburro” se ha vuelto algo así como la Tulivieja de los adultos.

Actualmente le huimos al aburrimiento. Aburrirse se ha vuelto casi socialmente inaceptable. Si me siento así es porque no tengo nada que hacer con mi vida o tengo tiempo libre y por tanto soy una vaga, y si seguimos por allí, si me aburro es que soy una buena para nada, no sé lo que quiero y no tengo un propósito.

No es de extrañar que con esa carga mental tan horrible que le hemos puesto al aburrimiento en la época de la sobreproductividad, escuchar esas palabras de nuestros hijos nos suena a condena, y corremos a llenar sus agendas de actividades, talleres, campamentos, cursos, amigos, paseos, y si todo eso falla los enchufamos a la pantalla. Lo que sea con tal de que no se aburran.

Igual lo hacemos con nuestra vida adulta. Ya no nos preguntamos: ¿Cómo estás? Ahora nos decimos: ¿Qué haces? ¿En qué andas? Y, ¡ay! de que contestes “nada”, porque tú mismo empiezas a sentir que la culpa te come -deberías estar haciendo algo- y si no, te la inculcan en el sarcasmo de “dichosa tú, que yo estoy a mil”, o nos da más miedo que nos miren con cara de “pobre, le falta dirección en la vida”. Así que llenamos todos los espacios en nuestra vida de modo que siempre estemos “en algo” o en una pantalla.

NO HAY QUE LLENAR TODOS LOS ESPACIOS

Yo misma estoy haciendo las paces con el aburrimiento, que no es otra cosa que tiempo despejado para no hacer nada. No correr a hacer una súper “to-do list” y ocupar toda mi agenda productivamente.

Voy a compartirte lo que entendí de la importancia del aburrimiento y por qué ahora busco más espacios para ello, y también te ayudará a ti.

Hoy corremos todo el tiempo. Estamos acostumbrándonos a los resultados inmediatos y a que cada segundo tiene que tener una finalidad. Y al mismo tiempo, estamos cansados mentalmente y físicamente. Pero creemos que vivir haciendo nos da dirección y éxito, y cuando nos cae tiempo libre lo agarramos como papa caliente hasta que concretamos un plan para él; entonces nos sentimos salvados. Nos reímos del chiste de que uno necesita vacaciones de las vacaciones. No quiero ser aguafiestas, pero ese chiste es deprimente.

Existe una razón por la que la naturaleza tiene estaciones, que están llenas de tiempo de espera. Antes nuestra vida tenía otro ritmo y existían cosas como las siestas, los paseos al caer la tarde o los salones de lectura.

Y vas a ver cómo influye también en cómo debemos elegir nuestras relaciones. Muchos de nosotros recordamos nuestras vacaciones infantiles, y cuando decimos que eran tres meses donde en verdad “no hacíamos nada”, nos referimos a que nuestros padres no estaban todo el día viendo en qué actividad, paseo o viaje nos ponían. Además, no había 300 canales de televisión, menos internet.

No había una agenda definida. Te tocaba inventar qué hacías y cómo te entretenías. Había que improvisar. Así construimos una casa en un árbol, montamos horas de bicicleta y vivíamos en vestido de baño.

Te tocaba relacionarte con tus hermanos para jugar y entretenerte en conjunto. No se te ocurría preguntarle a tus padres cuatro veces al día: ¿y hoy qué voy a hacer? Mucho menos llamarlos al trabajo para eso, porque se daba por entendido que qué hacer con tu tiempo era asunto que tú resolvías mientras no hubiera daños a la propiedad de los vecinos.

Es aquí adonde quería llegar. Todos, en especial los niños de hoy porque serán adultos a la vuelta de la esquina, necesitan aprender a aburrirse para desarrollar su ingenio. Escucha esto y ojalá te quede grabado para toda la vida: La creatividad necesita espacio.

Hay una vuelta a la búsqueda de la espiritualidad, desde meditaciones, oraciones, hasta las mismas mandalas, la búsqueda es de silencio y quietud para que pueda surgir una visión.

Estamos cansados de tanto hacer y colectivamente buscamos espacios vacíos para descubrirnos.

Para crear lo que realmente importa y necesitas es espacio de ocio, de aburrimiento que despierta la chispa y arrancan en tu cerebro nuevas ideas que no ves cuando estás siempre ocupada y corriendo.

Cuando te aburres de aburrirte es que tomas acción contundente mucho más clara y enfocada con ideas nuevas y frescas.

¿TE PUEDES ABURRIR CON ESA PERSONA?

También para crear las relaciones importantes en tu vida necesitas espacio. Necesitas del grado de aburrimiento que te lleva a querer interesarte genuinamente en quién es la otra persona, y cuestionarte qué piensa, qué le mueve y qué les une.

Si no hubiera ningún plan, ninguna actividad, si solo estuviera el pasar tiempo con esa otra persona sin hacer, ¿es una persona que quieres mantener en tu vida? ¿qué tan profunda o íntima quieres que sea esa relación? ¿qué vas a dar y qué puedes esperar de ella? ¿solamente hablar y compartir sería suficiente para unirles?

Mientras es perfectamente válido tener personas con quienes te entretienes, también es esclarecedor saber quiénes no van a aportar a tu vida más que eso.

Elige a tus personas clave por quienes son cuando no hay nada que hacer, cuando los espacios vacíos se llenen solamente de esencia y el agrado de la presencia mutua, y no de actividades. Ahí es cuando se crean las relaciones que te impulsan a crecer.

Como ves, una dosis de aburrimiento es sana y necesaria para llegar más lejos, más profundo, ser más innovadora con tu vida y tus proyectos, y más conectada en tus relaciones.

Las mejores cosas siempre se añejan en tiempos de quietud. Busca el vacío, el ocio y la desconexión para despertar tu creatividad y llevarla al siguiente nivel. También necesitas hacerlo si quieres crear una vida extraordinaria.