El 30 de julio, en una ceremonia sin público y con mascarillas, la Asociación Panameña de Ejecutivos de Empresa, Apede, renovó su junta directiva. Por primera vez, en 62 años, una mujer, Batty Eleta,  relevaba a otra en la presidencia, Elisa Suárez.

Después de juramentar a su directiva por vídeollamada, la nueva presidenta ofreció su discurso en un estrado recién desinfectado: “Pensé mucho antes de escribir mis palabras de hoy, en algún momento creí importante comentar sobre los planes de medicina preventiva que nunca llevamos a la realidad. Los hospitales que no se han concluido o los nuevos que no se han utilizado… en buscar razones de por qué en un país encaminado a la logística nos ha costado tanto distribuir comida o medicamentos… sin embargo no es necesario redundar en lo que estamos viviendo, todos y cada uno somos protagonistas de esta historia…”

Así empezó un discurso en el que volvió a hablar de la importancia de la unidad nacional, lema de su campaña, reclamó austeridad y honestidad a las instituciones de gobierno y llamó a la pronta  reactivación económica del país.

Cuando se postuló para el cargo, que se decide por votación, Suárez tenía tres años trabajando con las directivas anteriores. Ya había estado al frente del Consejo Nacional de la Empresa Privada y dirige aún el Consejo Nacional de Promotores de Vivienda. Su intención era darle continuidad a los proyectos de reestructuración administrativa y tecnológica que ya estaban andando en Apede. “No hay que cambiar solo por cambiar, debe haber una estructura y metodología”, dice.

Por videollamada la nueva presidenta de Apede concedió esta entrevista.

Elisa, hábleme un poco más sobre su elección dentro del gremio de ejecutivos de empresa.

Cuando surgió la emergencia de Covid 19 se conformó otra nómina que pretendía alcanzar la presidencia, lo que es bueno porque en una democracia debe haber participación.

Nos tocó en dos semanas, escoger a los directores que nos acompañarían. El éxito fue completo porque todos tuvieron el apoyo de los apedianos. En la asociación hay que conversar con los socios para conseguir su apoyo, somos alrededor de 800. Tocó llamarlos, enviarles un chat y luego conversar con ellos. Fue tanto, que llegué a preguntarme: ¿en qué momento se te ocurrió esta fantástica idea? Estábamos en un momento inédito, y tuve la dicha de contar con un grupo igual de osado que me acompaña. Somos conscientes de que ahora es cuando más se nos necesita.  Nuestro tema ha sido la unidad nacional y el insistir en que tenemos que ponernos a trabajar. Eso dio como resultado que ganáramos.

¿Cómo fomentar la unidad en un país que se encuentra tan dividido?

Es que de eso se trata. En toda negociación hay que ceder para que todos ganemos. Tenemos que entender que el primer círculo de seguridad somos nosotros. El virus no va a pasar. No porque llegue el 1 de enero de 2021 va a quedar atrás. Esto es un proceso. Vamos a tener que acostumbrarnos.

En una situación tan singular como esta, íbamos a cometer errores. Errores de criterio y de metodología. El problema es no tener la humildad y la sencillez de reconocerlos. Nuestro error ha sido no estar unidos en una misma visión. Teníamos que deponer intereses individuales porque era necesario construir una visión a partir de la inexperiencia.

Y en esa visión  ha mencionado antes que había dos aspectos  importante que no se podían separar: la salud y la economía.

Había que medir el impacto de ambos factores para no estar en la disyuntiva en que estamos hoy. En los dos primeros meses todos hicimos casos: cerramos las empresas, adelantamos todas las vacaciones que pudimos, la gente se quedó en su casa. Hoy hay 200 mil contratos suspendidos y una incertidumbre sobre la reapertura.  Ya no es tener fecha para abrir sino ver si puedo hacerlo.

¿Hay un desgaste en la población por la larga cuarentena?

A medida que el tiempo pasó se fue perdiendo la cohesión. Somos el país que tiene la cuarentena más larga  y luego nos tocó ver como subían los contagios y las víctimas.  La gente empezó a salir porque necesitan sobrevivir. Las empresas están cerradas, pero las personas están en la calle de una forma desorganizada haciendo cualquier trabajo de manera informal. Eso nos ha perjudicado como país.

¿El sector empresarial está listo para abrir?

Nosotros estamos preparados. El que no lo esté, deberá recibir y enfrentar los lineamientos de salud. A estas alturas las autoridades de salud también tienen que estar mejor preparadas con camas e insumos. El asunto ya no es cuándo vamos a abrir sino quiénes podrán. Una empresa que daba trabajo a 50 personas quizás solo podrá empezar con 25. Otra que daba empleo a diez tendrá que empezar con cinco. Y es que no hay liquidez, no hay forma de pagar las quincenas.

Los empresarios tenemos una serie de requisitos y normas que cumplir ahora. Esas normativas cuestan inversión. Tengo que adecuar mis instalaciones,  tener mascarillas, un comité de salud. Y sabemos que es necesario para todos: para los que trabajan allí, los clientes y el propio empresario.

¿Qué respaldo se necesita del Gobierno?

Un plan a seguir es importante. De hecho, tenemos 12 planes. Pero lo que ha pasado es que se han prolongado en el tiempo y en la medida de que eso se prolongue las posibilidades para el micro y pequeño empresario de abrir son menores.

Hay que disminuir la burocracia. Hemos visto mucha agilidad en las plataformas tecnológicas pero no es suficiente.  Sigue siendo lento poner en el sistema la reactivación de los contratos o ingresar los protocolos que debemos tener.  Y hay un problema mayor: los trámites de reapertura se están dejando a la interpretación de los funcionarios. Un funcionario puede decidir que se necesita otro requisito más, otro papel. Esto no es cónsono con lo que el presidente Laurentino Cortizo dijo en una reunión  donde pidió a su equipo ser facilitadores y orientadores.

¿Como se entiende que una empresa que acaba de abrir, donde casi no tiene clientes, van 8 funcionarios de cada institución el mismo día?  Llegan asumiendo que no se están cumpliendo las normas. Cuando su papel debería ser el de orientar y buscar que se hagan las correcciones para obtener la certificación de Panamá Saludable.

La burocracia segmentada y dejada a la interpretación del funcionario ha traído cosas como lo que pasa en  Azuero. Se reabrió el sector de la construcción hace un mes, pero las obras no han podido comenzar.

Usted también ha advertido sobre leyes que no están siendo de beneficios para el país.

Ese es un reclamo que le debemos a hacer a la Asamblea Nacional. Tenemos 10 leyes que son una intromisión del estado en las decisiones del sector privado o de la propiedad privada, algo que es inaceptable.

Estamos en un mercado de oferta y demanda. El gobierno puede intervenir para corregir distorsiones pero no para decidir cuánto va a cobrar alguien por su trabajo.

Si el gobierno establece cuánto de interés se va a cobrar por un préstamo o una tarjeta de crédito lo que ocurrirá es que muchos perderán la oportunidad de acceder al crédito.

Pero fue necesario regular para que no se especulara con las mascarillas y productos similares…

Esa fue una situación extrema.  Pero sí analizamos ese caso, primero las vimos venderse a precios elevados pero pronto aparecieron competidores a ofrecerlas más baratas y al final ese precio más bajo se quedó. El mismo mercado de oferta y demanda reguló el precio.

¿Qué leyes, en su opinión, sí podrían ayudar?

La reciente sanción de la ley Emma es un buen ejemplo (permite el establecimiento de multinacionales dedicadas a la manufactura en Panamá). También ayudaría trabajar en avales que faciliten a la banca privada darle crédito a los que no son sujetos de ello. Los empleados públicos necesitan cinco años de estabilidad para ser sujeto de créditos, tampoco son sujetos de créditos quienes trabajan en Zona Libre o en zonas francas. Suman casi 200 mil personas. Ese tipo de estímulos se necesitan.

¿Qué oportunidades tiene el país en este momento que podríamos estar aprovechando?

Son muchas que están allí. Quizás como nos hemos acostumbrado a ellas, no las vemos.  Somo un hub de las Américas y tenemos una posición indispensable para el comercio mundial. Diferentes rubros aportan al producto interno bruto de Panamá. Sé que tenemos un reto en cuanto a la distribución de ese PIB, pero si no hay eso menos podemos resolver los problemas sociales.

Hay 12 programas de ayuda para los más vulnerables. Incluyen al sector agropecuarios, la vivienda y la educación, entre otros. Esos programas pueden seguir porque pagamos impuestos. Por eso necesitamos la reactivación.

Tanto el gobierno como el sector privado tenemos los mismos objetivos, nuestras ideas no son tan distantes, pero tenemos diferentes enfoques para resolver las cosas. Y necesitamos darnos prisa porque al sector privado no le queda mucho oxígeno.

‘Al sector privado no le queda mucho oxígeno’

‘Al sector privado no le queda mucho oxígeno’