Año 2021. Era lunes, y febrero había llegado. Pasé toda la noche y la madrugada con una fuerte alergia. Casi no dormí. Decidí ir al doctor que nos tienen en mi lugar de trabajo. Me recetó unos medicamentos que me calmaron. Dos días después la alergia volvió.

Fui a otro doctor. Más medicamentos. No tenía idea de qué me pasaba. Volví al doctor y le expliqué todo el dolor que padecía. Me colocó una inyección para el dolor. Nos fuimos a casa y el dolor se calmó, pero no estaba convencida de que eso sería todo.

A URGENCIAS DE MADRUGADA Sentí que esa “alergia” tan extraña era un llamado de atención. Fui a dar tres veces al cuarto de urgencias en horas de la madrugada. Eran los primeros meses del año y estábamos en cuarentena. Una vez nos detuvo un policía, agradezco que viera que yo no iba bien y nos ofreció paso expedito. Para obtener un diagnóstico más rápido fueron clave los doctores que me atendieron. Me solicitaron hacer muchos exámenes. Los dolores, en la noche, me inmovilizaban. Lloraba mucho y le decía a mi esposo que tenía miedo; él me abrazaba, muy suave, cuidado. Me repetía que todo estaría bien, pero ambos estábamos asustados. Finalmente, un examen que mide el nivel reumatoide salió fuera de rango. El doctor me dijo que tenía artritis y que buscara pronto a un reumatólogo. Salí de esa consulta sola. Pasé donde mi mamá llorando. Le conté lo que había dicho el doctor. Eran los primeros días de marzo y pronto sería mi cumpleaños número 43. En internet hallé el contacto de un reumatólogo. Fui a mi primera cita y él me solicitó varios exámenes más antes de diagnosticarme artritis reumatoidea. “¿Usted sabe que es?”, me preguntó. “Ataque al sistema inmunitario…”, me explicaba. En mi mente me repetía: ‘es la enfermedad del dolor y cansancio’. Mis crisis continuaron. Amanecía sin poder caminar. Me dolían los pies. Los dedos de mis manos amanecían doblados. Mi esposo cada mañana estiraba cada dedo de mis manos lentamente. Yo hacía uso de toda mi fuerza mental, debía salir de la cama. Mis pasos eran lentos durante las primeras horas del día.

DEL DUELO A LA ACEPTACIÓN La artritis se apoderó de mi vida. Mi única prioridad era lograr levantarme en la mañana e ir a trabajar y regresar en la tarde para acostarme a descansar en mi cama. Me sentí tan frustrada en muchísimas ocasiones. No podía agarrar el cuchillo o abrir una botella. Mi esposo y mis hijas debían ayudarme. Tampoco soportaba usar zapatos de tacones; comencé a usar solo zapatillas. Solo los que sufren una enfermedad reumática entenderán que había días en que no podía quitarme la ropa o ponérmela. Al bañarme el agua fría se sentía como un ácido. Dejé de ir al gimnasio que tanto me gustaba. Dejé de cuidar de mi alimentación, mi arreglo. Intentaba sobrevivir en un mundo nuevo y desconocido. Lo único que me consolaba era ponerme a escribir cada madrugada que me despertaba por los dolores. Después de algunos meses decidí buscar ayuda psicológica. Las terapias me ayudaron a encontrarme y a darle algo de sentido a la pregunta ¿por qué yo? ¿por qué tengo artritis reumatoidea? Me enfoqué en para qué y cómo este proceso me llevó a hacer cosas tan distintas y diferentes. Pasé todo el año 2021 siendo una persona adolorida, enferma. No dejaba de pedir a Dios que esto parara, que me ayudara a encontrarme en esta nueva vida.

UN NUEVO GIRO En diciembre de 2021, mi amiga me comentó sobre un seminario virtual dónde te preparaban para tu destino en 2022. Me dije: “necesito eso”, un 2022 diferente. Fue un fin de semana que me hizo abrir mis ojos, mi mente y mi corazón. Me dio una esperanza. Decidí que en el año 2022, con el apoyo de un coach, llegaría donde siempre lo había deseado. Hice nuevamente mi mapa de sueños. Volví a soñar. El 3 de enero empecé a hacer ejercicios. Necesitaba demostrarme que podía. Al principio caminaba tres kilómetros y quedaba agotada. Ahora puedo caminar hasta siete, de los cuales corro uno y hasta dos kilómetros. A principios de febrero decidí reforzar mi mapa de los sueños. Aunque sé que no estoy curada puedo decirle hoy, 26 de febrero, que tengo dos meses sin crisis, sin medicamentos para dormir y que solamente estoy tomando los domingos la metotrexato, mi segundo chequeo del año será en abril y espero poder tener buenas noticias de que la inflamación está controlada.

ESTO ES UN DIAGNÓSTICO, NO MI FUTURO Desde que empezó el año 2022 comencé a trabajar en mi ser, en mis pensamientos. Empecé a cambiar totalmente mi mentalidad, mi manera de hablar, de caminar, de vestir, de comportarme, de reírme, de arreglarme; he buscado la manera de transformar lo que viví en este último año y lo que viene en el futuro, enfocarme en que soy una mujer sana, que esto solamente fue un diagnóstico y no va a convertirse en mi futuro. Voy a salir adelante, con propósitos claros, con una visión grande donde mi gran objetivo es vivir en abundancia, ayudando a otros y siendo feliz cada día.