Adaina Stevenson no estaba muy segura de ir. ¿Dos semanas en Colón? La maestra bocatoreña no había viajado tan lejos de su provincia. Lo pensó mucho. Al final decidió tomar lo que ella llamó ‘un reto’.
Dijo hasta luego a sus 28 alumnos de cuarto grado de la escuela Finca 66, en Changuinola, y viajó con dos colegas más de otras escuelas de Bocas del Toro.
Miriam Camarena, maestra en Chilibre, había aplicado varias veces. Este año, al fin, la llamaron. A ella le encanta la investigación, “indagar, saber por qué”, dice. “Los niños aprenden mejor cuando pueden tocar y observar”, agrega. A sus 26 alumnos de sexto grado espera enseñarles lo que aprenda en esta experiencia.
Ciencia frente al mar
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Otro orgullo colonense
Las maestras Adaina y Miriam formaron parte este año de la onceava edición del Programa Educativo en Ciencias del Laboratorio Marino de Galeta, coordinado por el Instituto de Investigaciones Tropicales del Smithsonian, avalado por el Ministerio de Educación y con respaldo del Banco Interamericano de Desarrollo.
Es un día nublado, parece que va a llover; esperamos que no pues parte de la agenda incluye una gira para encontrar fósiles. Somos un grupo de periodistas invitado al laboratorio marino de Galeta en Colón para conocer el programa con los maestros.
Nos recibió el director de la instalación, el doctor Stanley Heckadon, feliz de que las personas vengan a conocer este proyecto que es obvio le enorgullece. Los maestros están desayunando y nos invita a acompañarlos. Era el primer día del seminario.
Matthew Larsen, director del Smithsonian en Panamá, da la bienvenida a los maestros que están sentados en lo que parece un gran salón de clases. “Les doy las gracias por sacar de su tiempo y venir aquí. El trabajo de maestro nunca termina. Después de las clases llevan hojas para revisar a casa”. Los maestros asienten y algunos sonríen. “Lo sé porque mi esposa es maestra”, añade el director. Minutos más tarde, el Dr. Heckadon toma la palabra y explica cómo empezó el proyecto.
El laboratorio marino de Galeta recibe a investigadores de diversas partes del mundo que estudian el manglar y otros ecosistemas marinos. Con ello contribuyen a la conservación marina y la de sus especies, para ello es importante la colaboración de quienes viven cerca del mar.
Ciencia frente al mar
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Por eso, hace 11 años el laboratorio empezó un programa educativo para los maestros de la ciudad de Colón. Por primera vez los educadores pudieron entender mejor, de la mano de especialistas, la riqueza natural de sus costas. Un patrimonio natural que es suyo.
El seminario fue tan bueno, que pronto los maestros del resto de la provincia estaban preguntando por qué no se les incluyó. El siguiente año tuvieron participantes de la costa arriba y costa abajo de Colón, pero también de la ciudad de Panamá. El tercer año se sumaron maestros de más provincias. Aún hoy se aseguran de contar con una buena representación de maestros colonenses. En una década han capacitado a 430 educadores. El laboratorio también recibe excursiones de alumnos y de familias.
Dos semanas en Galeta
Cada maestro es equipado con una enorme carpeta llena de gráficas e información. Pero la promesa más importante del curso es aprender haciendo y viendo.
Tras la bienvenida, esa mañana, la botánica Marianne Akers empezó con una de las sesiones que se han repetido en este curso. ‘La planta del día’ consiste en presentar alguna al grupo. Con ayudantes, Akers llena el salón de hojas de guarumo. “Como estamos trabajando con ciencia, vamos a observar materia viva”, advierte. Hay un poco de susto en las miradas. Más de un maestro sabe lo que pican las hormigas del guarumo.
El guarumo atrae aves, perezosos e iguanas, entre otros animales. La botánica invita a los maestros a ver las hojas de cerca y a compararlas con unas gráficas que antes les ha pasado y en que se explican los tipos de hojas. La planta produce gotitas azucaradas que atraen a las hormigas y así estas protegen al árbol de otros enemigos. Los maestros quedan asombrados. No volverán a ver al guarumo de la misma manera.
Llevar a la escuela lo aprendido
Entre el grupo de maestros hay una persona que no para de tomar fotos y notas. Es la antropóloga Guillermina De Gracia. Su trabajo es dar seguimiento al proyecto. Una vez que los profesores vuelvan a sus clases, Guillermina los visitará para ver cómo ponen en práctica lo aprendido.
“Yo he visto cómo ejecutan desde piezas de teatro hasta el proyecto de la planta del día. En Pacora, un maestro y sus alumnos colocaron nombres a los árboles alrededor de la escuela”.
De la relación que establecen estos maestros durante dos semanas salen alianzas. La red de maestros de biología de Colón se formó aquí. También comparten lo aprendido con sus colegas. Muchos mantienen el contacto con el laboratorio de Galeta, dice De Gracia. Agrega la antropóloga que “sin emoción no hay aprendizaje, y estos maestros van a emocionar a sus alumnos con esto que aprendieron y que les ha emocionado”.
Ciencia frente al mar
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En busca de los fósiles
Una de las actividades más esperadas de la mañana era la gira para buscar fósiles. El doctor Heckadon introduce, en la clase, al grupo de investigadores del paleontólogo Carlos Jaramillo, parte del Smithsonian. Este mismo equipo estudió los fósiles encontrados durante las excavaciones para la ampliación del Canal.
Tras una explicación de la importancia del estudio de los fósiles se dan las instrucciones para encontrar fragmentos en la llamada formación G, un terreno en Colón donde se están haciendo excavaciones y por eso se aprecian allí fósiles.
Claudiano López es maestro de la Escuela Manuel Amador Guerrero en El Chorrillo. Allí frente al mar, en Galeta, se siente como pez en el agua, pues él nació en Guna Yala. La maestra Yarisel González dicta clases a 27 alumnos de cuarto grado en la Escuela Lluvia de Bendiciones, en Panamá Oeste. Los fines de semana vuelve a su casa en Veraguas. Cuenta que la directora le sugirió participar en este seminario, pues ella participaba del programa científico Descubre al Máximo.
El profesor Claudiano, a su lado, le pregunta sobre ese programa, él no lo conoce. “Lo dicta el Meduca a los cuartos, quintos y sextos grados de la jornada extendida”, responde la maestra.
Todo esto pasa mientras buscan fósiles. La maestra Yarisel graba videos con un celular. “Son para mis alumnos”, comenta sonriente.
Ambos maestros coinciden en que la tecnología ayuda a los maestros, aunque a veces “somos reacios a usarla”. Claudiano, hace unos años participó en un programa donde estudiantes de Colorado se comunicaban con estudiantes de Panamá, ellos aprendían de los bosques tropicales y los niños de El Chorrillo aprendían del desierto. “Hay mucho que podemos hacer”, dice.
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