En el verano de 1981, estudiando a los campesinos de la cuenca del Canal de Panamá, entrevisté en el caserío de La Laguna, al viejo campesino Ciprián Gómez.

Conocía el lago Gatún como pocos. Su mente guardaba un mapa detallado del lago Gatún, en invierno y verano, las bocas de los ríos y las quebradas que son sus afluentes, las bahías y ensenadas, los cerros lejanos y cercanos y los caseríos de las orillas y los de tierra adentro. Fue uno de mis baquianos.

Su padre fue un francés de apellido Trevilla que vino cuando el canal francés, y conoció a su madre en Tabernilla, antiguo pueblo de la línea del ferrocarril, y al formarse el lago Gatún, migraron hacia La Laguna, dedicándose a hacer “farina de yuca”, alimento campesino que luego fue desplazado por la harina de trigo.

Ciprián, el campesino de Gorgona el Viejo

Me pregunto donde estará este campesino de Gorgona el viejo y quien fue mi baquiano hace cuatro décadas. Cortesía

No recordaba cuándo nació, pero que fue antes del Canal. Con orgullo me dijo que era de “Gorgona el Viejo”, famoso poblado del río Chagres, que desapareció al construirse el canal. Pueblo que, por su fama, amerita recordarlo.

Gorgona fue muy estratégico al construirse el Ferrocarril de Panamá, 1850-1855. En 1882, cuando los franceses iniciaron las obras del canal a nivel, montaron sus grandes talleres luego agrandados por los americanos de 1904 a 1913.

Casi toda la maquinaria pesada moderna que se utilizó en construir el Canal recibió mantenimiento a mano de los obreros en Gorgona. En 1912, tenía el poblado tres mil 400 almas, mayormente obreros y sus familias. Miles de campesinos vivían por los caseríos del entonces municipio de Gorgona. Al establecerse la Zona, se extingue esta alcaldía y al represarse el Chagres y surgir el lago Gatún, desaparece Gorgona, trágico evento que Ciprián llamaba “Cuando el lago mató el río”.

En 1911, al saberse que Gatún alcanzaría 85 pies de altura, la Comisión del Canal ordena reubicar la línea del tren y los caseríos de Lion Hill a Gorgona y allende. Su gente había rehusado salir. Como un campesino le explicó a los ingenieros del canal: “El Señor prometió a la humanidad, después del último diluvio, que no volvería a inundá la tierra”.

Mil panameños, colombianos y antillanos -de Gorgona y Matachín- son llevados en tren a Panamá, embarcados en barcazas jaladas por el remolcador Chamé. En cinco viajes, 15 barcazas mudan gente, casas, enseres y animales domésticos a Yegualita, ahora Nueva Gorgona, en Punta Chame. Ciprián vuelve al lago donde había mucho monte.

Ciprián, el campesino de Gorgona el Viejo

No recordaba cuándo nació, pero que fue antes del canal. Con orgullo me dijo que era de ‘Gorgona el Viejo’, famoso poblado del río Chagres, que desapareció al construirse el canal. Cortesía

Él me contó dos capítulos de su vida. Cuando había montes para la roza y quema. Luego, al acabarse las selvas, debió cultivar los bosques de la zona del canal y trabajar como peón de un proyecto de reforestación estatal:

“Cuando había monte yo tumbaba dos hectáreas por año, con piones. La socuela de una hectárea se llevaba ocho a 10 piones, asegún el monte. Había montes claros y uno socolaba la hectárea en siete u ocho días. Pero si el monte estaba muy enrredao, embocáo, era 10 días. Hay montes espesos, bejucosos, pedregosos y uno no puede adelantá. Hay montes sin piedra, madera suave que un hombre con machete se va lejos en un día. Yo rayaba mi monte con piquitas por lo redondo. Cuando lo tenía rayao comenzaba la socuela. A la derriba no iba solo, muy peligroso, buscaba piones. Haciendo derriba se van 12 piones. Se iban menos que en la socuela porque los palos están distantes y los palos grandes desbaratan a los chiquitos y se camina más”.

“Cuando había montaña sembraba el arroz y el maíz intercalao entre el arroz, en surcos sembraos largo, pa’ que no atropellara el arroz. Cuando hacíamos la limpia le metíamos la yuca, plátano en el mismo siembro. Cuando cortábamos el arroz, limpiábamos la paja y sembrábamos frijol. Cuando era montaña gruesa comenzábamos la socuela en diciembre pá dale tiempo secara el monte”.

“Socolábamos, en diciembre, por debajo. En enero derribábamos y a fines de marzo quemábamos. Se le daba un mes pa’ secá, que las hojas se pusieran negras. En el monte se sembrara el arroz, maíz, yuca, plátano y frijol. El ñampí, el otóe, se sembraban aparte, solo. Cerca de la casa se sembraba algo de plátano y frutales, esto es en la finquita”.

“Hoy la agricultura está en crisis, no hay terrenos pa’ trabajá. Hay personas que no tiene ni un palo de yuca, no tienen na’. Han entrado a trabajá a Renare, cosa que no satisface porque tenemos que trabajá con Renare de lunes a viernes y qué puede usté hacé un sábado por su monte, na’. Lo que más duele es la falta de ‘arróz’ que es lo que más estamos acostumbraos. Aquí los chiquillos desde que amanece gritan ‘arróz’, a medio día quieren ‘arróz’, por la tarde ‘arróz’. Si es la yuca la quieren comé no mucho, pero el ‘arróz’ es el hombre del grito, de la necesidá”.

Me pregunto donde estará este campesino de Gorgona el viejo y quien fue mi baquiano hace cuatro décadas.