Mi madre vive en el norte. Cada año trata de venir a Panamá a pasar tiempo con sus nietos y disfrutar de uno de sus pasatiempos favoritos: observar aves.
Este año nos fuimos de campamento a Sarigua, que a pesar de su fama desértica, es un paraíso para ver aves. Lo ideal es llegar alrededor de las 4:00 p.m. y salir al día siguiente a golpe de las 9:00 a.m. De esa forma nadie se estropea con el sol.
Inicios de verano es la mejor época; aún todo está verde con bajas probabilidades de lluvia. Se puede acampar detrás de las oficinas del parque para romper el viento. Acaban de remodelar las instalaciones, hay servicio higiénico y agua para bañarse.
En el fresco recorrido de la tarde vimos montones de aves y huellas de zarigüeya, babillo y conejo muleto. La noche trajo un paisaje alucinante, lunar, lleno de estrellas. Al amanecer, realizamos una gira VIP con la enciclopedia viviente de Sarigua, Senovio Vega.
Con las chicas, de campamento a Sarigua
Recorriendo el área de la albina.
Con las chicas, de campamento a Sarigua
Una araña aguarda por su presa.
Con las chicas, de campamento a Sarigua
Un pájaro, atento al atardecer.
Con las chicas, de campamento a Sarigua
Basurero indígena de conchas y trozos de cerámica.
Con las chicas, de campamento a Sarigua
Algodón criollo.
Con las chicas, de campamento a Sarigua
Observando aves acuáticas en El Estero.
Con las chicas, de campamento a Sarigua
El nido de una especie de pecho amarillo, el único que anida en este arbusto colonizado por hormigas.
Con las chicas, de campamento a Sarigua
Una caracara juvenil posa altivo sobre las ramas.
Con las chicas, de campamento a Sarigua
El guía Senovio Vega muestra semillas que se dispersan con el viento.
Con las chicas, de campamento a Sarigua
Madre e hija pasean sobre las dunas al despuntar el alba.