En el mundo corporativo, donde trabajó durante 18 años, Maritza Pino podía trabajar entre 14 y 18 horas al día. Viajaba constantemente y se alimentaba con lo que primero que encontraba.
Trabajó para distintas multinacionales en áreas de tecnología, industria alimenticia y moda, y se encargaba de la apertura de nichos de mercado. Le apasionaba su trabajo, pero el no ponerse límites la desgastaba. “Vivía cansada, con estreñimiento, alergias crónicas, subidas y bajadas emocionales. No sabía que era sentirse bien”, comenta a través del teléfono.
Un accidente automovilístico en 2008, donde resultó con lesiones en los músculos de la espalda, la obligó a cambiar. El médico le dio dos opciones: “o cambiaba de estilo de vida o viviría de cirugía en cirugía”.
Tomó la primera opción sin saber que el camino que emprendería la prepararía para un reto que llegaría años después: el cáncer.
Los retos se estudian
“Diagnosticada ya estoy, pero el pronóstico lo hago yo”
Maritza dejó el mundo empresarial hace cinco años cuando se dedicó a tiempo completo a su labor como terapeuta neuro emocional y health coach especialista en trofología y fermentación. La trofología trata la combinación adecuada de alimentos para una nutrición óptima y prevenir y sanar enfermedades; y la fermentación se refiera a un modo de conservación de alimento con el fin de obtener bacterias que aporten al organismo.
El nuevo objetivo de una vida saludable, era un escenario desconocido para esta profesional. Alimentarse con productos que nunca consumía, crear hábitos de sueño y ponerse horarios fueron cambios a los que le costó adaptarse. “Me dejas y puedo producir por horas, siempre estoy haciendo algo porque me siento atrasada. Aprender a ponerse límites es lo que hizo la diferencia a como era antes del accidente”.
En su búsqueda de maneras de vivir mejor, descubrió distintos tipos de terapias y empezó a probarlas. Balance de chakras, terapia bioenergética, reiki, fueron algunas de ellas. La terapia de liberación emocional, que le enseñó que hay puntos en el cuerpo que ayudan a relajar síntomas, y ellos a la vez te ayudan a balancear el cuerpo, fue con la que más se identificó. Se certificó en ello.
Estos estudios los realizaba para su bienestar, como algo personal. Sin embargo, cuenta que las personas a su alrededor empezaron a notar sus cambios y a pedirle asesoría. “Cuando empecé en esto, mi familia incluso pensó que me había cambiado de religión porque ahora hablaba de meditación, la función de los grupos alimenticios, el impacto de las emociones. Para ellos era como una locura, pero si no hacía esos cambios por mí, nadie los haría”.
‘La maestría de mi vida’
Desde los 23 años, Maritza acude dos veces al año a su cita ginecológica para realizarse sus exámenes médicos de rutina. En una de las citas se realiza ultrasonido y en la siguiente, mamografía.
En enero de 2019, su primera revisión del año salió bien. “Mirando hacia atrás, me había salido en la axila una espinilla. Me revisaron en dermatología y ginecología pero no era nada relacionado con las mamas”, recuerda.
Dos meses después se cayó por unas escaleras. Uno de los golpes que más dolor le causó fue en el seno derecho. Fue a revisarse. En un ultrasonido, encontraron una masa en su seno que antes no estaba.
Se realizó una biopsia. “Extrañamente me dio por ir a buscar los resultados yo misma cuando siempre pido que envíen mis exámenes directo a mi médico. Recuerdo que fue a las 2:45 p.m. Leí los resultados pero no comprendí qué decía, más bien pienso que mi segundo piso me protegió en ese momento”.
Esa tarde vio a su ginecólogo. “Las 7:45 p.m. de ese día marcó un antes y después de mi vida. Mi médico revisaba mis exámenes, expedientes, y yo no captaba. En un punto le pregunté: ‘doctor, ¿usted me está diciendo que tengo cáncer de mama?’ Me dijo: ‘sí, mija’. Se me cayó el mundo”. La biopsia mostró que la masa en su seno era cancerosa en estadío 2.
Maritza, que durante la última década había consumido productos naturales, pasó a ingerir medicamentos y a tener hasta cinco doctores. Fue otro golpe emocional, pero sabía que su tratamiento era su prioridad. “El cáncer tiene una connotación emocional, eso quiere decir que yo tengo que ir a ese punto para sanar. Comprendí que todo lo que venía haciendo por diez años me preparó, que estaba lista y que esta sería la maestría de mi vida”.
La operaron dos veces en menos de un mes y medio. “Supe que habría cirugías, se tomarían decisiones fuertes, días difíciles, que estaría emocionalmente golpeada, pero que también había vida y esperanza. Entonces me concentré en eso, quería estar sana y saludable y ese ha sido mi mantra”.
Con los conocimientos que tenía, se enfocó en armar una estrategia emocional, alimentaria y física. Armó un plan con los alimentos que comería, a qué hora los consumiría y sustituyó otros. “No es lo mismo comer para mantenerse sano que tener una alimentación terapéutica basada en alimentos prebióticos y probióticos. Por ejemplo, sabía qué comer si tenía estreñimiento o me sentía ansiosa. También comía dependiendo de mis exámenes médicos semanales”.
Empezó a hacer actividades que le gustaban para elevar su ánimo. Aunque le costara un poco, empezó a estudiar para obtener una certificación de terapeuta neuroemocional y tomó clases para hacer chocolates, “eso me hacía feliz”. En sus días interesantes -como llamaba a aquellos en los que no se sentía muy bien- escuchaba podcast o clases que elevaran su actitud.
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Durante su tratamiento, y con paciencia con ella misma, no paró de trabajar en su negocio My Healing Cuisine, donde ofrece asesorías y alimentos para el fortalecimiento del organismo con la metodología de fermentación artesanal. Atendía de forma online y aprovechaba los días en los que se sentía con mucha energía para trabajar. El resto de los días se enfocaba en su recuperación. “Mis días empiezan más temprano para dedicar un tiempo importante a meditación, mi ayuno, ver mi alimentación e hidratación y hacer algo de movimiento físico. Lo principal es no fallarme a mí”.
‘Sin peluca’
Cuando se enteró de su diagnóstico, Maritza sintió mucha vergüenza, “¿cómo voy a decir que tengo cáncer cuando soy health coach y me la paso hablando de llevar una vida saludable y de prevención de enfermedades?”
Comenta que fue comprendiendo que aquello era parte de un plan mayor del que aún no conoce la dimensión. “Me dije que no tenía que sentir pena, que ahora sí vamos a hablar de prevención. Diagnosticada ya estoy, pero el pronóstico lo hago yo”.
Con la caída del cabello producto de la quimioterapia, decidió no usar peluca. “Por años viví esclavizada a la imagen, era un ancla que me daba seguridad. El cabello representaba para mí un status de empoderamiento, por ende le dedicaba horas de cuidados”.
“Quedarme calva, sin cejas y pestañas fue un renacer, me liberé de muchas cadenas, de inseguridades; me amé y acepté cómo soy porque me di cuenta que todo estaba dentro de mí. Por eso no usé pelucas, solo pañuelos para protegerme de los cambios de temperatura y cuidar la sensibilidad del cuero cabelludo”.
Algunas de sus experiencias con el tratamiento para el cáncer las documentó y compartió en sus redes sociales. En Instagram, preguntaba a sus seguidores consejos para rellenar sus cejas y pestañas luego de la caída del cabello por la quimio.
“Diagnosticada ya estoy, pero el pronóstico lo hago yo”
“Necesito tu asesoría si te has hecho tinte de cejas, puesto pestañas o microblading. Siempre he sido medio floja y nunca me he hecho eso, pero ahora me toca porque tampoco hay que andar por la vida así”, decía en una de sus stories de Instagram.
En Instagram tiene un espacio donde semanalmente invita a profesionales para hablar de temas relacionados a la prevención y al cáncer en transmisiones en vivo que llama “Un diagnóstico no es un pronóstico, quítale la muerte al cáncer”.
Maritza envía a través de sus publicaciones en redes el mensaje de prevención y bienestar. Fue diagnosticada en marzo de 2019, a los 44 años, y en julio de este año anunció que está libre de cáncer y seguirá en revisiones. “Una mamografía y un ultrasonido valen menos que un par de zapatos de marca”, comenta al resaltar la importancia de realizarse los exámenes médicos anuales y desde joven.
“Diagnosticada ya estoy, pero el pronóstico lo hago yo”