La crisis del coronavirus está siendo devastadora. Nos tortura saber que no son cifras sino personas que luchan en una batalla que se anota derrotas y conquistas diarias.

Trabajando y estudiando desde casa, la situación nos ha quitado una venda y ahora podemos ver cómo funcionan, en parte, los sistemas que mueven – mucho o poco – un país. Entre esos la educación.

El confinamiento nos ha encerrado pero al mismo tiempo nos ha abierto las puertas de las aulas de clase de nuestros hijos. Qué privilegio.

Mientras teletrabajo miro de soslayo y veo a mi hijo con la tableta escuchando a la profesora de Ciencias naturales pidiendo evidencia de vida a cada estudiante. Insiste en quererles ver el rostro, descubrir si aún están en la cama o confirmar si están en pijamas. Saber si están bien.

No puedo evitar la ternura al escuchar que, además de enseñarle sobre la erosión del suelo y el ciclo de la vida, hay una profesora que requiere tener certeza del bienestar de mi hijo.

Se necesita a toda una comunidad para criar a un niño. O a dos, tres, cuatro, los que sean.

La formación del individuo es responsabilidad de la familia, de la escuela y de la sociedad. Este es el trío que moldea, bien o mal, al ser humano que sale a la calle (o que saldrá cuando todo esto haya pasado).

Las clases de Ciencias por lo general están complementadas con un video, un recurso acertado para una generación que nació siendo bilingüe, es decir, audiovisual. Y yo, que soy una fanática del conocimiento, poseída de la curiosidad y frenética de la información, pero también rebosante de preguntas, me atreví a escribirle a la profesora para sugerirle unas páginas de internet con contenido científico amigable y apropiado para estudiantes de octavo nivel.

Otra riqueza que tiene la situación es que nos está dando la oportunidad de colaborar activamente con la educación, involucrarnos directamente.

En la clase de Español la profesora repasa la lista de quienes están presentes en la sesión de Zoom y hace preguntas al azar sobre el tema que estén tratando. Un método sencillo pero que funciona para mantener al estudiante en alerta y no sumirlo en el letargo que puede producir una clase en medio del sopor de la una de la tarde. Ni le da oportunidad de desenfocarse teniendo el PlayStation tan cerca.

La crisis ha promovido el uso de la tecnología en la educación y ha acelerado un proceso urgente: Que docentes y estudiantes utilicen las herramientas que nos brindan las nuevas tecnologías de la información.

Claro que también hemos constatado la dolorosa brecha digital que existe en el mundo y en la que están sucumbiendo miles de niños, como si cayeran en un hoyo infinito.

La profesora de Ciencias sociales anuncia que pondrá un video, aguzo el oído y me imagino que a continuación escucharé una lección sobre el surgimiento de América pero, vaya sorpresa, el narrador en off empieza a describir más bien a una nueva especie, ¿humana o más humana?, que surge en medio de una pandemia y señala lo positivo de estar en casa: valorar la compañía familiar, las sobremesas, los gestos cotidianos de cariño…y ser agradecidos.

En esta misma asignatura lo mandaron a hacer un taller sobre las distintas teorías de la llegada del ser humano al continente americano. Tarea que fue hecha por un monstruo con cuatro manos y dos cabezas, o sea, que la hizo con ayuda del papá.

Deberes escolares hechos en familia o participación activa en clase en complicidad con hermanos mayores son formas de pasar el confinamiento atravesando el mar de la educación a distancia.

Ahora es así, algunos salones de clase tienen paredes y techos de cristal y los padres pueden responder “presente, maestra”.

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La autora es periodista. email: marilinavp@gmail.com