“¿Soy lo suficientemente buena?”. La pregunta se la ha hecho Michelle Obama, de manera persistente, a lo largo de su carrera.
Se lo pregunta a sí misma la abogada graduada de la escuela de Derecho de Harvard, escritora, activista, líder de proyectos sociales y primera dama de los Estados Unidos durante 8 años.
“¿Me merezco poseer todo esto? ¿Soy suficiente para ser primera dama de los Estados Unidos? Estoy segura que muchas mujeres y niñas, de distintos entornos, recorren su camino haciéndose este tipo de preguntas”, contaba en una de las conferencias de la gira internacional que dio para presentar Becoming, el libro de sus memorias que en 2018 fue la publicación más vendida en los Estados Unidos.
“Aún sufro del síndrome del impostor”, añadía en esa conferencia repleta de estudiantes de secundaria de una escuela en Londres. “Pero lo he superado de la misma manera en la que supero todo, trabajando fuerte y dejando que los resultados hablen por sí”.
El síndrome del impostor o cuando profesionales como Michelle Obama se preguntan ‘¿merezco ser exitosa?’
Demeritar los logros propios y creerlos inmerecidos. Alcanzar metas profesionales o académicas y pensar que fueron gracias a la suerte y no a las aptitudes. No creerse merecedor del éxito y considerarse un fraude. Así se siente una persona al experimentar el síndrome del impostor o impostorismo, un fenómeno psicológico que afecta a una gran de cantidad de profesionales, sobre todo a mujeres.
‘Fue por mera suerte’
En 1978 las doctoras en psicología Pauline Clance y Suzanne Imes tomaron una muestra de 150 mujeres, entre profesionales con reconocimientos y logros académicos comprobados a través de títulos, y estudiantes universitarias con altas calificaciones. Notaron que a pesar de esa evidencia de alto rendimiento, las mujeres no solían internalizar sus éxitos y desconfiaban de sus propios talentos. En su lugar, explicaban cómo sus logros eran resultado de factores externos, como la suerte.
El síndrome del impostor o cuando profesionales como Michelle Obama se preguntan ‘¿merezco ser exitosa?’
La psicóloga panameña Mariana Plata especifica que el síndrome del impostor no es una enfermedad ni una condición, pues no forma parte de ningún manual de diagnóstico.
Cuando el éxito ha sido definido bajo una métrica rígida y estática en el entorno de la crianza, la educación y la sociedad, es posible que el impostorismo se active.
Plata indica que aunque puede estar relacionado a un bajo nivel de autoestima, se asocia en mayor medida a la autoexigencia.
“Afecta, particularmente, a aquellas personas con características perfeccionistas. Con frecuencia tienden a demeritar su éxito y ponerlo en tela de duda”, explica.
En 2015, cuando la edición británica de Vogue le preguntó a la actriz, filántropa y embajadora de buena voluntad de ONU Mujeres, Emma Watson, si la actuación es algo que le sale natural, contestó: “Es algo contra lo que he luchado. Cuando era más joven solo iba y actuaba. Ahora, cuando recibo reconocimiento por mi actuación, me siento increíblemente incómoda. Tiendo a volverme en mi contra y me siento como una impostora”.
“Para las personas con rasgos perfeccionistas, el éxito no es algo estático. Les cuesta apropiarse de sus pequeños logros porque siempre están a la expectativa que no es suficiente y que siempre hay algo más de que se puede lograr”, asocia la psicóloga.
¿Por qué lo sufren más las mujeres?
Aunque el fenómeno puede presentarse en cualquier individuo, incluso en adolescentes, las mujeres son más propensas a experimentarlo “por la sociedad patriarcal en la que vivimos”, afirma la psicóloga.
“Esa misma sociedad que nos atribuye lo que debemos hacer, y que nos ha criado para ser humildes, modestas, calladas. No es extraño que nos cueste atribuirnos los logros por los que hemos trabajado, principalmente en el área profesional”, responde.
En 1978, cuando las doctoras Clance e Imes vieron los resultados de sus estudios observaron que el fenómeno impostor se desarrollaba a partir de factores tales como los estereotipos de género, dinámica familiar temprana, cultura y estilo de atribución.
¿Cómo me afecta?
En una entrevista publicada en su canal de Youtube, Chelsea Handler le preguntó a la ganadora del premio de La Academia como Mejor actriz, Renée Zellweger, si desde sus inicios en la industria se había sentido como una actriz. “Nunca, incluso ahora. He escuchado que le dicen el síndrome del impostor. No tengo entrenamiento como actriz y con cada trabajo que consigo, siento que ha sido por accidente o porque los he manipulado, que pronto se darán cuenta de ello y me despedirán”. Incluso, en 2018 dijo que el constante temor de ser “descubierta” fue uno de los motivos que la mantuvo fuera de los sets de filmación por varios años.
El síndrome del impostor o cuando profesionales como Michelle Obama se preguntan ‘¿merezco ser exitosa?’
El impostorismo puede impactar la seguridad en sí misma, la auto-confianza, autoestima, el sentido de logro, bienestar y salud emocional, y el manejo del estrés. Además, como a la actriz, puede frenarte al momento de aplicar a nuevas oportunidades laborales.
‘No eres Dios, ni lo serás en estos cinco años’
En las primeras páginas de su libro autobiográfico Sin etiquetas, la ex primera dama de Panamá Vivian Fernández de Torrijos cuenta que se enfrentó al fenómeno del impostor. Eso la hizo pensar que no podría cumplir con sus labores como primera dama.
El síndrome del impostor o cuando profesionales como Michelle Obama se preguntan ‘¿merezco ser exitosa?’
Fue en septiembre de 2004, cuando a 15 días de la toma de posesión de su esposo Martín Torrijos a la presidencia, ocurrieron las inundaciones de la barriada Prados del Este, en Felipillo, que dejaron miles de familias damnificadas.
Esa vez, junto a su equipo, logró habilitar una sección del parque Omar para recibir donaciones. La respuesta, tanto de la población como de la empresa privada, fue masiva e inmediata.
Pero visitar los albergues, ver a los niños y mujeres embarazadas que allí se encontraban, era muy duro para ella. “Me debilité. La inseguridad se apropió de mí. Pensé que quizá no estaba preparada para acompañar a Martín durante cinco años y atender las necesidades de tanta gente, que sería un fraude. Que a pesar de lo mucho que me preparé por cinco años en campaña, para montar un despacho que acompañara como brazo social su gestión, ese momento me pegó como un carbón caliente, ese que agarras y quieres soltar enseguida porque te quema”, relata.
“Estuve por unos días convencida que fracasaría como primera dama. Lo conversé con amigas. Una de ellas me dijo, ‘no eres Dios, ni lo serás en estos cinco años. Lo que estás logrando con esta atención a la población lo seguirás haciendo siempre, pero nunca será perfecto porque no existe la perfección’. Con mi esposo lo conversaba de noche, sin mucho drama (suficiente ya tenía él), pero convencida de que ese nuevo puesto no llenaría las expectativas de nadie, ni siquiera de él”.
Trabajar más la ayudó a superarlo.
Proporcionar valor a lo que se hace es su recomendación para quienes como ella se hayan sentido inseguros de sus labores. “Nunca desmerezcas tu esfuerzo. Mucho has hecho para llegar donde estás. No nos comparemos con nadie. Las virtudes de los otros no hacen sombra a la tuya”, concluye la escritora panameña.
Me lo merezco y soy capaz
Según la psicóloga Plata, los sentimientos provocados por el impostorismo se enfrentan tomando conciencia de las habilidades propias y la evidencia que las respalden: ¿estudié para esto? ¿Tengo evidencia académica que corrobore que estoy preparada para esta tarea o trabajo? ¿Qué pienso que me falta?
Debe evitarse competir con el éxito de otros, dejarse llevar por lo que se ve en redes sociales y las métricas de éxito rigurosas.
Hablar sobre ello con más personas te permitirá notar que no estás sola.
La próxima vez que recibas felicitaciones por tus logros, acéptalas con gratitud y sin justificaciones externas.