“Buenos días, buenas noches, ¿cómo te sientes?, tranquilo, respira, apóyate en mí, estuvimos acompañando a su familiar, todo va a salir bien, tómate este tecito de canela”.
Estas son las sanadoras frases que tienen en común las enfermeras Elba Espinosa de Isaza y Eyda Escudero.
Elba se recibió como enfermera en 1964 y Eyda, en 2008. A pesar de ser de generaciones diferentes, han pasado pruebas de fuego en su carrera, de esas que llegan de sorpresa y cuando uno menos se lo espera. El 12 de mayo se conmemoró el Día Internacional de la Enfermería.
A continuación la historia de Elba Espinosa de Isaza:
Nació en El Chorrillo, en un hogar de humildes chiricanos, no profesionales, que se dedicaban al oficio doméstico. Elba es la segunda de seis hermanos. “Mis padres nos llevaron a ser lo que ellos no fueron, nos dieron educación”, cuenta. Ella se graduó en el Instituto Nacional en 1961; allí comenzó a empaparse de todo lo relevante a la soberanía del país.
Foto de 1964 donde la primera dama Cecilia Orillac de Chiari le entrega el título a Elba en su graduación.
“Cuando mi mamá me preguntó qué iba a estudiar, le dije: ‘quiero ser enfermera, porque creo que debo ayudar a los demás y como no tengo [dinero] para ir a la universidad y ser médica, entonces quiero ser enfermera’”. Acota que en su época, para esta carrera, el gobierno “lo daba todo”.
En 1961 la escuela de Enfermería estaba en el hospital Santo Tomás. “Las aspirantes teníamos que ser jóvenes dinámicas, solteras, honestas, con vocación, espiritualidad y con la parte académica”, explica y enfatiza que la carrera duraba tres años, las estudiantes estaban internas, solo salían una vez a la semana y las visitas eran supervisadas.
Elba Espinosa de Isaza recuerda que los ratos libres eran para visitar las salas y darles comida a los pacientes, así mismo cuando no había suficientes enfermeras en las salas, las de tercer año las cubrían. Fue así que, con tan solo 20 años y a un mes de graduarse, Elba terminó en la sala de operaciones atendiendo a los jóvenes institutores heridos como resultado de la gesta del 9 de enero de 1964.
“Estábamos estudiando para nuestro examen complementario y a vísperas de graduarnos en febrero del 64. El reglamento exigía que al finalizar el programa teníamos que hacer unos exámenes comprensivos y había evidencia que, si esos exámenes no se pasaban, usted se iba para su casa sin título. Eran cosas drásticas”.
Los heridos del 9 de enero llegaron entre las 9 y 10 de la noche. No había personal ese día. Acostumbrados a que los reemplazos eran con las estudiantes de tercer año, ellas fueron llamadas y se dio la orden de que se suspendieran los estudios y se uniformaran para ir a las salas; cada una estaba ya asignada por área.
“A mí me tocó sala de operaciones, yo decía: ‘¿sala de operaciones? ¡Dios mío!’, no sabíamos nada de heridos de esa forma. Todavía me parece escuchar las voces de los institutores llorando, gritando, delirando. Todos eran jóvenes, unos llegaban gritando: ‘mamá’”. Recuerda que trabajaron toda la noche sin relevo.
Elba Espinosa de Isaza se graduó de enfermera en abril de 1964. Meses antes, como estudiante, tuvo que atender a los jóvenes heridos de la gesta del 9 de enero.
El examen final se pospuso, incluida la graduación que se ofició en abril de ese mismo año. “Esa noche fue la gran graduación, la noche de la mejor práctica que tuvimos”. Elba confiesa que algunas lloraron con los pacientes, como fue el caso de una enfermera que lloró junto a un joven que al despertar se dio cuenta que estaba amputado.
En la revista científica Enfoque de la Facultad de Enfermería de la Universidad de Panamá de enero-junio de 2014, la profesora Elba Espinosa de Isaza –decana en dos períodos- detalla en un artículo de su autoría testimonios de otras colegas que estuvieron esa fatídica noche que puso a prueba los conocimientos, el temple y la entrega al servicio de estudiantes de enfermería. El próximo año cumplirán 60 años de graduadas.
* Puedes leer la historia de la otra enfermera Eyda Escudero aquí
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