Mi cuarentena ha sido por etapas. Al principio, muy pendiente de las cifras -de contagiados- no solo en Panamá, sino en Estados Unidos, Ecuador y España; porque tengo primas y amigas que viven en esas latitudes. Luego, debo admitir que le fui perdiendo el gusto a las conferencias y dejé de verlas. Sentía que no le aportaba valor a mi vida; en su lugar me dejaban algo de ansiedad.
En esa primera fase, estaba en trabajo remoto. Ello implicaba una mega organización. Planificaba mi día desde la noche anterior y hasta dejaba la comida sazonaba. Despertaba tipo 5:50 a.m. de modo que a las 8:30 a.m. ya el almuerzo estuviera si no listo, casi listo antes de encender la laptop para trabajar. Eso sí, procuraba tomar pausas, hacer mis meriendas de media mañana y por la tarde. Más importante todavía, no saltarme el almuerzo. Quizá se preguntan, por qué tanto orden, cual régimen militar; resulta que tengo dos hijas, una adolescente y otra de apenas 3 años que se encargaba con sus travesuras de desconectar el equipo y por eso al volver, no tenía carga…
La grande como se dice en buen panameño “camina sola”, pone su alarma para las clases virtuales. Con la pequeña es otra historia. Hay que bañarla, peinarla, medio que se viste sola, pero al rato quería jugar y no comprendía que mamá estaba ocupada por más que se lo explicara.
De repente me encontré participando de cuanto webinar e Instagram (IG) Live me enterara. Incluso, llegué a ponerme la meta de 10 en el mes. Hasta que reflexioné y empecé a ser más selectiva. Si en los primeros minutos de un IG Live no hacía clic conmigo, lo dejaba sin remordimiento.
Un buen día, como otros tantos seres humanos, me quedé en una pausa mayor (suspensión de contrato). Entonces pensé por qué no dictar mis propios webinarios y apoyar a otros para mejorar sus habilidades en materia de comunicación. Me gustó el relajo, dicté tres.
En las noches, ya tipo 8:00 p.m., entraba en “modo Netflix”. Perdí la cuenta de las películas (cine latinoamericano, europeo, bollywood) y series que he visto en este tiempo. Hubo una que, para el último episodio eran las 2:00 a.m. Cada tanda iba acompañada de refresco -de esos que terminan en Cola- y palomitas, muchas veces “Butter Lovers”. Hasta que una mañana me sentí más rellenita. La pesa me confirmó mis sospechas. Había ganado casi 10 libras.
Así que ahora, estoy en modo “voy a mí”. Ya hice un reto de 10 días de planchas y esta semana empezaré un “Healthy Challenge”. Cuando finalmente escuche que todo terminó, en lugar de rodar, me gustaría que salga de paseo mi mejor versión.
Casi lo olvidaba, mi hija adolescente cumplió 17 años. Dijo que no quería hacer nada. Conversé con ella y le expliqué que siempre hay motivos para celebrar. Al final, terminé organizando un canta ‘o virtual que me sacó las lágrimas al escuchar los mensajes de sus amistades.
Recién terminé un curso online sobre marketing digital y redes sociales (fue un obsequio, de los más especiales que he recibido). También me he ido enamorando de Canva (programa de diseño). Ahora que lo veo todo plasmado en blanco y negro, ha sido mucho. Sin mencionar lo que ha estado presente sin variar: orar, meditar, escuchar música y oxigenar mi cerebro con cardio (reconozco que a veces me cuesta hacerlo).
Esta cuarentena ha sido un tiempo de introspección, he reafirmado quiénes son los que están conmigo y para mí. Que no se trata de años, sino de conexión. He aprendido a valorar más las pequeñas cosas y a quienes en medio de sus múltiples tareas dedican unos minutos para preguntar cómo estoy, los que solo escriben una línea o dos palabras y, mis favoritos: los que me hacen reír. Mejor todavía, los que llaman. A la antigua o por videollamada. Amo a los que se abren y se muestran tan vulnerables como yo.
Añoro volver a sentir la espuma del mar bajo mis pies. Ir al parque a caminar sin tapa boca y sentir la brisa enmarañar mi cabello. Extraño con locura ir a la peluquería. No es vanidad, lo llamo amor propio. Incluso, está en el top 3 de la lista de cosas por hacer cuando todo pase.
#EllasenCuarentena: Amo a los que se abren y se muestran tan vulnerables como yo