Esta crisis sanitaria global que conduce a la cuarentena que estamos viviendo, al igual que todas las grandes crisis, saca lo peor o lo mejor de nosotros mismos, según lo que anide en nuestro corazón. Para mí fue un tiempo para sanar y sacar lo mejor de mí.
El año 2019 fue un año de grandes decisiones. Me divorcié, después de una tóxica relación de varios años, y regresé a casa de mis padres junto a mi hijo. Ambos son mayores y pensé que le debía a mi hijo la oportunidad de convivir con sus abuelos, especialmente con su abuela que lo adoraba.
Mi madre a sus 83 años estaba lúcida y feliz con nuestras conversaciones que hicieron sus tardes más amenas. Su salud se deterioraba aunque siempre disimulaba sus malestares. Nuestras salidas a sus citas médicas fueron oportunidades que aproveché para escaparnos a correr aventuras, como el día que la llevé a comer una hamburguesa y un sunday en Albrook. O cuando la llevé a su primer y único viaje en metro.
Así, entre sus citas médicas, nuestras tardes de largas conversaciones y la escuela de mi hijo, pasó el tiempo. La salud de mi madre se deterioró el 20 de diciembre; mis hermanas y yo nos turnamos para hacerle compañía en el hospital. En Nochebuena vimos desde el ventanal del hospital los fuegos artificiales.
El 27 diciembre de 2019 falleció mi madre, mejor amiga, confidente y mi asesora financiera personal. Seguí cuidando a mi padre que perdió a quien fue su esposa durante 59 años. Y nos cae la cuarentena como una obligada pausa vital.
Las idas y vueltas entre las reuniones de trabajo, mis proyectos de negocios y las clases de mi hijo, se suspendieron en un limbo impensable de sosiego, que me trajo mucho tiempo libre. Un tiempo que antes me negué para no profundizar en el dolor de mi pérdida.
Hoy, después de más de 60 días de cuarentena y sumando, he podido explorar todos mis sentimientos profundamente. Este tiempo precioso que tanto necesito me sirvió para perdonarme por las decisiones equivocadas que tomé y especialmente para asimilar que las brillantes y entretenidas conversaciones que compartí con mi madre no volverán; las llevaré en mi corazón. Aprendí que siempre hay una oportunidad para lograr tu sueño, que espera que lo tomes de la mano. Por encima de todo, darme cuenta que lo que importa en esta vida son la familia y los verdaderos amigos que siempre están allí.
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