A través de los años he tenido oportunidad de entrevistar a distintas emprendedoras. Todas tenían en común el entusiasmo por sus proyectos, pero también historias de desaciertos a la hora de las finanzas. He aquí algunas que se repetían.
No ponerse un sueldo: Para hacer crecer sus negocios, y cumplir con otros compromisos, las emprendedoras no se fijan un sueldo. Piensan que no es importante o que lo harán después. Más tarde que temprano la conclusión es que hay que hacerlo porque si no se hace al principio más difícil será hacerlo luego. Una buena idea es empezar por un sueldo no tan alto.
Dejar las finanzas en manos de otro: Está bien pedir ayuda, no está bien desentenderse de los números y que otros lleven las cuentas por completo. Desconocer las finanzas del negocio propio pone a la emprendedora en una situación de tener una perspectiva poco irreal de sus ingresos e incluso de ser víctima de mal manejo de fondos.
Proyectar ganancias irreales y hacer planes con base en ellas: Sobre todo al empezar, no se puede ser demasiado optimista sobre las ganancias. Es importante ver en la práctica cómo funciona el negocio. No se puede subcontratar y adquirir maquinaria o equipo pensando en ese dinero que aún no se ha cobrado.
Regalar el trabajo: Los canjes e intercambios de productos o servicios tienen que pensarse estratégicamente. ¿Qué beneficio real se obtendrá al hacerlo? No acepte otro give away por ser buena gente. Es importante también medir el uso del tiempo. Las personas talentosas reciben muchas consultas informales sobre su área de conocimiento, y está bien compartir, pero hay que poner límites.
Sobreestimar la capacidad de pago de los clientes: Incluso con clientes muy solventes debe quedar claro el servicio o producto que se ofrecerá y su precio. Hay emprendedoras que entregan y entregan a sus clientes, y estos aceptan, pero a la hora de la factura no lo quieren pagar. Mucha claridad en este aspecto y si el cliente requiere algo adicional responda ‘con mucho gusto’ y específique los costos adicionales por eso.
Poner todos los huevos en una canasta: El depender de un solo cliente, por muy jugoso que sea el contrato, es riesgoso. Hay que hacerse la pregunta y tener la respuesta: ¿qué pasa si mañana esta empresa se retira? Ninguna compañía ni emprendimiento puede vivir por siempre de un solo cliente.
Escoger mal los socios: No escoja los socios entre amigos o familiares solo porque lo son o están a la mano. Los socios deben complementar sus habilidades y, en lo posible, compartir los mismos valores. Si una de las partes es muy analítica y tarda en actuar le vendrá bien una socia que ejecute. Una socia muy creativa y soñadora puede beneficiarse de otra con un sentido de vida más práctico.
Un error común es buscar un socio para que invierta capital, pero cuyas ideas son totalmente opuestas y eso será fuente de conflictos.
Siempre, antes de empezar la sociedad, hay que establecer, por escrito, qué pasa si se separan. ¿Cómo se dividirán la sociedad? Defínanlo en tiempos de armonía y así tendrán claras las expectativas de ambas partes.
No invertir en si misma: Como una emprendedora que aspira a crecer es importante sacar tiempo para entrenamientos, actualizarse, participar de grupos organizados de emprendedoras y no descuidar la salud propia. La dueña del negocio, y de un sueño, debe cuidar de su más preciado recurso: ella.