“¿Pero cómo pretende ella, con su cara dañada?” “¿Por qué todo el mundo ahora quiere ir para que Amadita?”, eran algunos de los comentarios que llegaban a los oídos de la doctora Carmen Amada Pinzón, por allá a mediados de 1980 cuando comenzaba su consultorio privado. Aquello que escuchaba y lo que le hacía sentir, se lo reservaba y solo lo compartía con su mamá. “Ya vas a ver mamá, yo les voy a demostrar”, le decía llorando a su confidente.

La dermatóloga Carmen Amada Pinzón comenzó su clínica hace 35 años, siguiendo su “ADN empresarial”. Desde hace 26 años forma parte de la Asociación Panameña de Ejecutivos de Empresas (Apede) quien le ha concedido este año el premio a Ejecutivo del Año. La premiación se hizo de manera virtual justo un día antes de esta entrevista.

Doctora, háblenos de este reconocimiento que le hizo Apede.

Este premio se concede una vez al año y tiene sus parámetros. Bajo unos requisitos te postulan en junta directiva y luego, por mayoría, hacen la elección. Cuando fui comunicada de esta elección me dio por llorar de la alegría, y luego me dije “pero si es siempre lo que te ha gustado, lo empresarial”. Siempre sentía que en mi consultorio, después que terminaba la atención médica, me convertía en una empresaria para poder dirigir al grupo que trabaja conmigo.

¿Cómo y cuándo comenzó su clínica?

Desde los 24 años, que me gradué de médico, tenía una empresa en ejecutoria, no registrada legalmente; algo pequeño como un emprendimiento con el que comienzas a vender cosméticos y contratas a otras personas. Lo hacía como segunda actividad porque estaba muy ocupada haciendo el año de internado.

Así fue que comencé con ese espíritu de trabajar y tener mi propia empresa. En 1986 tenía una visión, había tomado algunas ideas del extranjero. Cuando llegué a Panamá estudié el mercado y me di cuenta que lo que existía en la rama era un doctor, dermatólogo, un asistente médica, y afuera, la recepcionista. Pensé que si a un paciente le mandaba a hacerse un facial o algún tratamiento, iba a necesitar otro tipo de personal. Existían las cosmetólogas o técnicas en cosmetología. Aquellas que habían estudiado o que no habían estudiado pero tenían la práctica, las traje a trabajar conmigo; les daba un entrenamiento y las integraba en el equipo de la Clínica Dermoestética, que en esa época, cuando comencé, se llamaba Clínica Dermocosmiatra.

Carmen Amada Pinzón, la dermatóloga santeña con ADN empresarial

Carmen Amada Pinzón, la dermatóloga santeña con ADN empresarial

¿Cómo expandió su clínica?

Comenzamos en Consultorios Médicos Paitilla en un consultorio de 30 mts². Después nos mudamos a planta baja, en un espacio de 100 mts² (en ese entonces se llamaba Centro Especializado Paitilla). Ahí estuvimos por 14 años. Luego nos mudamos al hospital Pacífica Salud, como fundadora, y adquirimos un consultorio en planta baja de 233 mts². Si Dios quiere en un par de meses estaremos extendiéndonos en Costa del Este.

Como una de las pioneras, en 1986, yo tenía retos, críticas. Cuando vas innovando también te tiran piedras, pero nunca lo vi como algo difícil en mi carrera. Yo decía que con estudio, trabajo e inversión iba a poder salir adelante con este esquema de trabajo. De verdad me iba muy bien, tanto así que fue asimilado, practicado, por tantos otros médicos, no solo dermatólogos y cirujanos plásticos. Ese modelo inspirador que tuve al principio, existe en la mayoría de las clínicas hoy en día.

¿De dónde nació ese gusto por tener su propio negocio?

De mi familia. Mi abuelo, mi mamá, todos mis tíos, son de ascendencia asiática. Mi abuelo, chino, se casó con mi abuela que era santeña. Crecí en un ambiente de trabajo. Mi papá era el médico del pueblo, tenía una farmacia; mi tía era la partera del pueblo. Ese binomio, mi papá Marcelino Pinzón y su hermana Delmira Pinzón, era muy respetado y muy querido en el ramo de la medicina. Crecí entre una vida de medicina y de empresa, porque mi mamá, Alicia Martínez, era dueña de una tienda grande que vendía de todo. Tengo ADN empresarial desde casi el nacimiento.

Carmen Amada Pinzón, la dermatóloga santeña con ADN empresarial

Carmen Amada Pinzón, la dermatóloga santeña con ADN empresarial

¿Cómo afrontó su clínica la pandemia el año pasado?

Estuvimos cerrados 45 días. El año pasado el Covid era una enfermedad desconocida, incierta. Con el uso de la mascarilla se comenzó a desarrollar el mask acne: el acné producido por mascarilla. Como uno de los fuertes de la clínica es el tratamiento del acné, comencé a trabajar fuertemente en el mask acne. Creamos un kit para tratarlo, incluía un jabón, una loción calmante, y para la noche un producto más fuerte para que desinflamara o secara los brotes.  Comenzamos a mercadear el kit, se entregaban por delivery. Tuvimos una gran cantidad de pacientes. Gracias a esa oportunidad de tratamiento, nuestra clínica se mantuvo cubriendo los gastos, incorporamos prontamente al personal porque queríamos ayudar a la reactivación económica del país. En la clínica trabajan entre 18 a 20 personas.

¿Considera que es más fácil emprender ahora que hace unos años?

Es muy fácil ahora en el sentido de que hay más variedad de materia prima, de que puedes regatear, buscar precios, hay información, publicidad más económica y la gente está preparada para el emprendimiento. Cuando comencé con mi emprendimiento, lo primordial para mí era que quería sacar algo bueno, no si iba a ganar en el momento, yo sabía que eso iba a venir después, pero en el principio acogía ese emprendimiento con mucha confianza de que se iba a dar.

Yo coopero con la mayoría de los emprendimientos que han salido, desde la jalea de piña, chimichurri, desde los chicharrones, hasta la muchacha que pinta una bata y le pone tu nombre. Todo eso lo apoyo. A veces no lo necesito pero lo compro para que la gente pueda seguir desarrollándose. A veces emprender ahora puede ser un poco más difícil que antes porque hay más competencia.

Con su nombre Amada tiene una línea de cuidado facial, ¿cuándo decidió involucrarse en el negocio de los cosméticos?

A través de los años de trabajo, sentía que faltaba algo. Hace más de 10 o 15 años, me fui tras una fórmula, es que a mi me gusta innovar, inventar, mi casa parece como un laboratorio. Empezamos con una loción para el acné. Con el tiempo comencé a ver que funcionaba muy bien, y luego me salió otro producto, íbamos probando y mejorando. Nos hemos mantenido conservadoramente, nunca apresurada, ni con interés de que el mío es mejor que el tuyo. Lo mío es que funcione, que el paciente se sienta contento.  Con el tiempo uno va mejorando y las pacientes van creando esa fidelidad. No tienen envase de lujo, no traen empaque, no quiero que el dinero se vaya en eso. Mi filosofía no ha sido nunca esa, sino que el producto sea bueno.

Carmen Amada Pinzón, la dermatóloga santeña con ADN empresarial

Carmen Amada Pinzón, la dermatóloga santeña con ADN empresarial

Menciona que cuando comenzó muchos la cuestionaron, ¿cómo manejó las críticas en esa época?

Sufrí mucho en ese período cuando iniciaba. Al tercer año de estar trabajando, mi nombre sonaba. Algunos colegas -no todos-, resentían mi presencia, algunos decían: “pero ella, mira con su cara dañada”, “cómo pretende”, “¿por qué todo el mundo ahora va para que Amadita?”. Y yo solo se lo comentaba a mi mamá, ni siquiera a la auxiliar con la que yo comencé trabajando, hace 35 años. Algunas pacientes o amigas me decían que estaban hablando de mí, de mi cara de cicatrices, de que cómo estaba curando, de que se veía mal que yo estuviera vendiendo equis producto, o que estuviera dando una conferencia, o que estuviera hablando en la tv. Llegaba a la casa en las noches y le decía triste a mi mamá: “ya vas a ver mamá”. Lo primero que una mamá te dice es que no te preocupes, que todo va a pasar, que te va a ir bien, y yo le decía: “yo sé que con trabajo, con estudios y con inversión, comprando equipo, dando el mejor servicio en lo que yo pueda, teniendo buena tecnología, voy a superar eso, yo lo voy a demostrar”.

Doctora, menciona sobre unas cicatrices en su rostro…

En 1973, cuando entré a estudiar medicina, yo era una niña de pueblo. Venir a la ciudad, vivir en casa ajena, más el estrés de la Facultad de Medicina, me produjo un acné muy severo. Coincidió también con la muerte de mi abuelo a quien quería mucho.

Todo se conjugó y tuve un acné nódulo quístico severo y quedé con grandes marcas en mi rostro. Esas cicatrices me inspiraron a estudiar esta carrera para ver cómo yo me podía mejorar. Siento que fue un reto mejorarme a mí misma pero aprender para ayudar a los demás.

Si no hubiera sido doctora o dermatóloga, ¿a qué se hubiera dedicado?

A comerciante, a importar, a exportar, a producir en el país. Me gusta mucho eso.

 

Perfil:

Nació en Macaracas. Su papá, chiricano, llegó a ese pueblo a trabajar y conoció a su mamá. Carmen Amada estudió Medicina en la Universidad de Panamá. En Sao Paulo, Brasil, hizo su especialidad en dermatología. El 22 mayo de 2018 recibió un diagnóstico de cáncer el cual nunca ocultó. En lo profesional esto le generó críticas porque le decían que podía perder oportunidades. Ella, por su parte, lo vio como una manera de alertar más a las personas sobre esta enfermedad.