En septiembre se inauguró la exhibición “Panamá en la mirada de Graciela Iturbide” como parte del circuito de FotoSeptiembre 2018. La exposición es un recuento de sus experiencias en Panamá durante la década de 1970, y fue curada por Walo Araújo y Mónica Kupfer. Se presentará hasta el 23 de octubre en el Centro Cultural de España – Casa del Soldado. Durante su estadía en Panamá, Iturbide habló con revista Ellas.
¿Cómo llegó por primera vez a Panamá?
En 1973, creo, hubo un Congreso por la Paz en Panamá. Mediante el Partido Comunista en México me invitaron. Yo no era del partido, pero estaba cerca. Aquí conocí al licenciado Carlos Calzadilla. Era la época del problema del Canal, y un amigo cubano filmaba una película, y me interesé por regresar. Carlos me ayudó a volver. Empecé a trabajar aquí en Panamá y a meterme en los barrios. Me encantó y seguí viniendo.
¿Por cuánto tiempo permanecía en Panamá durante sus visitas?
A veces me quedaba un mes, regresaba a México y volvía. Entonces muchas veces hasta el año 1977, y luego en 1982. Pero sí vine bastante. Hace mucho que no regresaba.
¿Ha revisitado los lugares que conoció en ese momento?
No, pero quiero.
Cuénteme sobre sus experiencias en el Panamá de 1970.
En esa época yo trabajaba mucho en las comunidades indígenas. Hice en Juchitán, en el istmo de Tehuantepec, un libro sobre los indígenas en el desierto. Pensé que aquí había tres zonas indígenas y tuve muchas ganas de fotografiarlos y fui a estos lugares.
¿Qué encontró en las zonas indígenas? ¿Qué impresiones se llevó?
Me encantó. Soy muy curiosa y me encanta ver cómo vive la gente. Con los gunas estuve como un mes o mes y medio viviendo con ellos.
Visitó varios barrios populares de la ciudad, pero ¿tuvo la oportunidad de visitar la Zona del Canal en algún momento?
Sí.
Graciela Iturbide y sus fotos del Panamá de 1970
¿Qué le pareció?
Fue una diferencia tremenda. Creo que es la frontera más fuerte que hay entre Estados Unidos y algún país, porque era territorio norteamericano.
¿Alguna anécdota que recuerde de esa visita?
No. O sea, deben haber creído que era gringa, ¿no? [ríe].
¿Qué impresión tuvo sobre Omar Torrijos cuando lo conoció?
Lo conocí en la zona guaymí, que ahora se llama de otra manera [ngäbe-buglé], porque Carlos Calzadilla me invitó. En ese momento tenía mucho tiempo que [Torrijos] no iba y estaba muy presionado en regresar, porque creo que él había conocido a Mama Chi, que era la líder de ellos, pero iba a conocer también a su hija. Fue para mí muy agradable conocer a un primer mandatario. Me pareció una persona muy agradable y educada.
¿Hay algún recuerdo que le haya impactado en sus visitas a Panamá en la década de 1970?
Hay de todo. Este fue uno de mis primeros trabajos, entonces para mí era muy interesante, sobre todo la amabilidad de la gente, cómo me metí a El Chorrillo o a El Marañón, y siempre la gente me recibía muy bien. Me dejaron entrar a sus casas. Era lindo. O los niños se ponían a jugar ahí, entonces me gustó mucho.
Con tanto material de Panamá, ¿por qué presenta una exhibición hasta ahora en el país?
Pues hice una en Nueva York [Torrijos: el hombre y el mito, en 2008], y ese material era el que quería que viniera a Panamá, porque además yo pagué las impresiones, pero luego no lo encontré. Se perdió. La gente del museo [de Nueva York] sabía que esto debía venir a Panamá como un regalo de mi parte, porque esto era lo que tenía que ser.
¿Aquella exhibición fue centrada solo en la figura de Torrijos?
Pues había de todo. Nunca pensé que Omar Torrijos fuera la figura central, sino que coincidió con algunos viajes que hice. Yo venía a fotografiar a la gente de Panamá, conocí a Torrijos en el camino y lo incluí.
Para esta exhibición, en febrero de este año, fui a ver a Sandra Eleta, a quien conozco hace mucho tiempo por el Coloquio de Fotografía en México; fui a Portobelo y entré en contacto con Mónica [Kupfer] y Walo [Araújo] por medio de Sandra también y decidimos hacer esta exposición.
Graciela Iturbide y sus fotos del Panamá de 1970
Hablemos un poco del cambio que hizo de la cinematografía a la fotografía. ¿cómo fue para usted dar este salto?
Mira, yo me casé muy jovencita y ya tenía hijos cuando empecé a estudiar cine. Ahí tuve la suerte de conocer a un fotógrafo que se llama Manuel Álvarez Bravo, que es un gran maestro de la fotografía, y él daba clases en la escuela de cine. Yo tenía un libro que él había hecho, le pedí que me lo firmara y le pregunté si podía ir a sus clases. Me dijo que sí. Cuando fui a sus clases me di cuenta de que nadie iba porque a todo el mundo le interesaba hacer dirección de cine. Comencé a ser su asistente.
En mi época era muy difícil hacer cine. Las cámaras pesaban mucho, necesitabas luces, necesitabas que te ayudaran, y descubrí que con la cámara fotográfica podía irme por el mundo. Me empecé a enamorar de la imagen fotográfica fija, aunque me encanta el cine también. Hice algunas películas en la escuela, ahora estoy restaurando una, pero para mí la foto es lo más fácil que hay y con lo que puedo viajar a todas partes del mundo. Llevo dos cámaras, por si se me descompone una.
¿Qué significó para su familia que se convirtiera en fotógrafa?
Horrible. Mi familia es lo más conservadora que hay. Yo era casi lo peor del mundo. Primero entré a estudiar cine, me divorcié y luego para mi familia era como “no es posible que una Iturbide…”. O sea, por decirte. Pero uno tiene que volar y hacer lo que quiera, independientemente de lo que piense su familia.
Perfil:
Graciela Iturbide es una de las fotógrafas latinoamericanas más reconocidas en la región. A los 27 años de edad decidió estudiar cinematografía en la Universidad Autónoma de México, pero después pasó a la fotografía. En la década de 1970 hizo varios viajes por América Latina, entre los que visitó Panamá. Iturbide ha creado series fotográficas de México, Panamá, Cuba, Alemania Oriental, India, Italia, entre otros países. A lo largo de su carrera ha recibido diversos reconocimientos y ha expuesto en sitios como el Museo de Arte Moderno de San Francisco y el Museo Paul Getty de Los Ángeles.