Con orgullo, respeto y una gran sonrisa, la doctora panameña Carmen Amada Pinzón mueve la pollera al son de la música, bajo el sol de enero, en las calles de Las Tablas. Lo hace religiosamente desde que se inició el Desfile de las Mil Polleras en esa ciudad, hace ocho años. Para ella es un culto empollerarse, lo hace con sumo detalle, rindiéndole respeto.
La dermatóloga, nacida en Macaracas, provincia de Los Santos, estrenará una nueva pollera este sábado 13 de enero en el desfile. La mandó a elaborar hace dos años con el profesor Esteban Bustamante en La Enea de Guararé. Es zurcida, calada, de cuatro a cinco tonos diferentes a los colores de otras polleras que ya tiene. Sí, Carmen Amada tiene varias. Contabiliza de 15 a 20, y en su casa en Panamá siempre tiene listas (hasta planchadas) no menos de cuatro en caso de necesitarlas para cualquier evento al que la inviten. “Esto es como un vicio. Terminas con una y ya estás pensando en la próxima. Porque amas la pollera, amas nuestro traje típico“.
Recuerda que cuando sus hijos estaban pequeños no dejaba que se le acercaran al traje. El trato que le da a esta pieza es como el que puede tener un ciudadano con los símbolos patrios. “Para mí la pollera es algo que hay que rendirle culto“.
Las polleras de la doctora Carmen Amada Pinzón
Tanto es su devoción que incluso lo aplica al momento de arreglarse. Aunque empollerarse puede tomar una hora y media, para el día del Desfile de las Mil Polleras, que comienza a la 1:00 p.m., la doctora se prepara con tres horas de anticipación. “Lo hacemos con el respeto de que cada tembleque vaya en su lugar, que no se vea el hilo del acabado del tembleque, que los hilos que te amarran la pollera y que te sujetan los botones de oro vayan en su lugar, que todo lleve la medida”.
El profesor Eduard Sadan Pimentel viaja de Ocú a Las Tablas exclusivamente para arreglarla. Es él quien la ha arreglado en los ocho años que se lleva celebrando este desfile. Así mismo lo ha hecho Graciela ‘Chela’ Zarate, quien se encarga de maquillarla.
Carmen Amada tuvo su primera pollera de gala a los 15 años. En 1973, cuando tenía 18, fue Reina Nacional de la Pollera, durante las fiestas patronales de Santa Librada. En 1996 fue Dama Nacional de la Pollera y declarada por el INAC como embajadora y cultora de la pollera. Sus trajes han ganado varios premios y reconocimientos nacionales.
Señala que una pollera santeña, solo la parte de arriba y la de abajo, puede estar costando 12 mil dólares. Empollerarse por completo puede tener un costo mínimo de 150 mil dólares, sumando el traje de gala, las enaguas, los tembleques y las joyas.
Consiente de su alto valor, la doctora expresa que esto puede coartar la aspiración de cualquier mujer panameña de lucir una pollera. Por ello propone que desde el gobierno se tome alguna iniciativa para disminuir el precio, sea exonerando impuestos o ofreciéndoles incentivos a las artesanas. “Queremos que la producción de polleras siga para que continuemos con nuestra identidad”.