Liz Pinto es el nombre de referencia que tienen en mente las jóvenes fotógrafas que aspiran a formar un negocio propio en Panamá. Pero no solo las que están detrás de una cámara la miran como ejemplo. También es una inspiración para profesionales de otras ramas. Y es que su talento para las fotos compite con su habilidad para los negocios.

Este año cumple 15 años su emprendimiento que empezó cuando todavía estudiaba en la secundaria, pero que ha sido sostenible gracias a su persistencia, resilencia y la aceptación de sus límites.


Liz, ¿cómo fue empezar un negocio en la escuela secundaria?

Comencé a tomar fotos cuando era mucho más pequeña, pero no era nada serio. Tomaba fotos de reuniones familiares, actividades escolares y cosas por el estilo desde mucho antes. A los 17 fue cuando encontré en Internet un tipo de sesión de fotos que no se ofrecía aquí y probé hacerlo con mi hermana. Eso llamó la atención porque en ese momento no había ese tipo de ofertas de manera profesional, solo para modelos.


Retrocedamos en el tiempo, ¿cómo fue esa sesión de fotos?

Fue en la playa durante Semana Santa. Le dije a mi hermana: “Vamos a hacernos una sesión de fotos”. Llevamos varios cambios de vestuario, una cámara point and shoot, y lo hicimos en la peor hora posible, con una luz fatal. Nos acompañaron todos mis primos porque era divertido. Estuvimos tanto tiempo al sol que quedamos rostizadas. Luego, en la tarde, edité las fotos con los pocos conocimientos de Photoshop que tenía y transformé el agua… mínimo era una playa en Cancún. Ahora veo esas fotos y la edición no era buena, pero el concepto de la foto gustó entre la gente y me pidieron cotizaciones. El negocio empezó de inmediato. Creé el logo y la empresa.


¿Esas primera cotizaciones te las solicitaban amigas y compañeros de escuela?

Sí, porque lo subí en mi Facebook personal. Cuando vi que tenía muchas preguntas y comentarios, decidí crear una fanpage el 2 de mayo de 2009 para separar mi trabajo de mi perfil personal. En un momento hice muchas sesiones entre amigos, así que en cada sesión conocía a más personas y había nuevas oportunidades de negocios.


Antes de eso, ¿tenías alguna experiencia o consejo de alguien sobre hacer negocios?

Mi mamá me ayudó a registrar la empresa y en casa dijo emocionada que teníamos una emprendedora en la familia. Yo no sabía qué significaba. Pero desde pequeña, vendía dibujos y hacía diseño gráfico. Todo lo convertía en negocio. Mi mamá era gerente de marketing y eso quedó en mi subconsciente.


¿Cómo lograste conjugar esa parte de ser artista y empresaria? No siempre es fácil lograrlo.

Es una de las cosas más difíciles. Muchos colegas me han dicho que es una de mis grandes fortalezas. La mayoría de las personas en la fotografía se enfocan en el lado artístico, pero les cuesta transformar ese talento en un negocio rentable. Desde el inicio, sabía que tenía que cobrar por mi tiempo y conocimientos, aunque no lo hice de la mejor manera al principio. Mi primera sesión la cobré a $30, y para una niña de 17 años, eso era una maravilla. Invito a las personas a prestar atención a la parte empresarial además de la técnica artística.

Mentalidad imparable y autocuidado: la clave del éxito de Liz Pinto

Más allá de la técnica, lo que diferencia a un fotógrafo es su personalidad y capacidad de conectar con las personas. Foto: Liz Pinto

¿Cómo superaste ese miedo, siendo tan joven, de hablar del dinero cuando ofreces tus servicios?

Cuesta hablar de dinero cuando haces algo que te gusto. Tuve que aprender a cobrar. Al principio llevaba a alguien conmigo a la sesión, un primo o un asistente, que llevaba la factura. Yo me encargaba de la parte artística y otra persona se encargaba de esa parte formal y legal. Es algo que en cierta forma sigo haciendo. Me tocó aprender a dar valor a mi trabajo, para tener esa seguridad cuando la gente preguntan por el precio. Debes estar segura de que tu trabajo lo vale.


Desde esa sesión con tu hermana, ¿cómo fuiste creciendo y explorando otras alternativas en fotografía?

La demanda fue alta y en poco tiempo pasé de 70 sesiones en el primer año a más de 270 en el segundo. Exploré muchas ramas fotográficas, sobre todo retrato, embarazadas, graduaciones, niños, 15 años, y familiares. Con el tiempo, me di cuenta de lo que más me gustaba y me agotaba, filtrando lo que más me inspiraba. Por mucho tiempo hice quinceaños, era en edad cercana a las cumpleañeras y me fascinaban las maravillosas decoraciones. Ahora me enfoco más en bodas y retratos creativos.


¿Cómo manejaste el éxito y lo abrumador que puede ser?

Sentí que iba a dejar la fotografía al final del segundo año. Estaba agotada y sin vida social. Aprendí a subir los precios y a decir que no para cuidar mi salud y brindar un mejor servicio. Con el apoyo de mi familia, hice cambios necesarios para equilibrar mi vida personal y profesional.


¿Qué tienes que hacer para diferenciarte en un mercado competitivo como es el de la fotografía?

Más allá de la técnica, lo que diferencia a un fotógrafo es su personalidad y capacidad de conectar con las personas. Sobre todo cuando tu trabajo depende de esa conexión, como en mi caso. Mostrarme más me ayudó a conectar mejor con mis clientes. Panamá es un mercado pequeño. Todos sabemos lo que el otro está haciendo. Recomiendo a los nuevos fotógrafos que busquen referencias internacionales, de lugares donde ni entiendas el idioma, y se inspiren en otras ramas para mantener la creatividad.


Otra parte importante de tu negocio es el área de cursos, ¿cuándo decidiste que querías enseñar?

Me tomó tiempo. Aunque desde el segundo año me pedían cursos, no me sentía preparada. No fue hasta el séptimo año que di mi primer curso, y no fue de fotografía, sino de emprendimiento. Ahora lo manejo como un negocio separado y disfruto mucho enseñando y compartiendo mis conocimientos.


¿El confinamiento trajo nuevas oportunidades para ti?

Sí, me hizo explorar cosas nuevas. Hice un challenge llamado Click Challenge y participaron 16 mil personas de todo el mundo, explorando la creatividad desde sus casas. Fue una oportunidad para los cursos virtuales, personas que antes no habrían tomado un curso a menos que fuera presencial, se animaron a las capacitaciones virtuales y vieron sus posibilidades.


¿Cómo manejas la presión del éxito y esa expectativa de cuál será tu siguiente logro?

Antes me afectaba mucho la presión de ser una referencia y las redes sociales. Ahora me cuido más, hago ejercicio, he retomado el baile que siempre me gustó, y me desconecto de la fotografía en ciertos momentos. También he ido a terapias para mantener mi bienestar mental.


¿Hay algún tipo de fotografía que te gustaría explorar?

Me gustaría probar la fotografía gastronómica. En los quinceaños y bodas me encanta ver la comida. Disfruto mucho ver y tomar fotos de comida bien presentada, y creo que podría ser un área interesante para explorar.


¿Consideras que invertir en formación ha sido clave para tu crecimiento?

Totalmente. He invertido en cursos nacionales e internacionales, tanto de fotografía como de otros temas relacionados con el negocio. Siempre me estoy formando para mantenerme actualizada y mejorar. Lo considero una inversión, no un gasto; siempre y cuando apliques lo aprendido.


¿Qué características comunes ves en las personas que triunfan en la fotografía?

La mentalidad es clave. La determinación de tomar acción y no dejarse vencer es lo que diferencia a quienes tienen éxito. En mis cursos no comienzo hablando de técnicas o cámaras. Es importante tener esa mentalidad necesaria para avanzar y aplicar lo aprendido. Será de poca utilidad que aprendas o de que te digan ‘tú puedes hacerlo’ si no te lo crees.

Mentalidad imparable y autocuidado: la clave del éxito de Liz Pinto

Foto: Liz Pinto



* Suscríbete aquí al newsletter de tu revista Ellas y recíbelo todos los viernes.