Con más de tres décadas de experiencia en el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, Unicef, esta francesa especialista en ciencias políticas ha trabajado en lugares como Rumanía, Moldavia, Vietnam e India.
En Panamá, Blanchet ha visto un país con recursos para cuidar de su niñez, pero con desigualdades que afectan más a las comunidades rurales e indígenas. Sobre este y otros temas conversó en el contexto del Día Internacional del Niño, hoy 20 de noviembre.
¿Cuáles considera son los principales desafíos o retos de la infancia en Panamá?
Panamá es un país de renta alta, lo que significa que tiene los recursos necesarios para garantizar el bienestar de sus niños. Sin embargo, hay grandes desigualdades.
Hay muchos niños y niñas que no tienen acceso a una educación adecuada y, por lo tanto, no logran aprender lo suficiente. Tampoco tienen acceso constante a servicios de salud básicos.
Además, los bebés y niños pequeños no reciben estimulación temprana porque no existen suficientes servicios de primera infancia, y los padres no tienen acceso a información actualizada sobre su importancia. Otro desafío grave es la violencia que muchos enfrentan en sus hogares, escuelas e incluso violencia sexual.
Entre los adolescentes, encontramos problemas como el embarazo en edades tempranas y la salud mental, una situación que se agudizó durante la pandemia.
Esos desafíos son complejos, ¿cómo empezar a enfrentarlos?
En primer lugar, es importante hablar de derechos. Panamá ratificó hace 34 años la Convención sobre los Derechos del Niño, que es el tratado de derechos humanos más ratificado en el mundo. También cuenta con leyes sólidas, como la Ley 285 sobre la protección integral de los derechos del niño.
El problema es que estas leyes no siempre se implementan, especialmente fuera de las ciudades. En áreas rurales e indígenas, por ejemplo, encontramos comunidades sin acceso a servicios básicos.
Unicef está trabajando junto con instituciones como el Ministerio de Educación (Meduca), el Ministerio de Salud (Minsa) y autoridades locales para garantizar servicios básicos en todas las comunidades. También promovemos la idea de una red de profesionales que visiten a las familias vulnerables para garantizar que sus hijos tengan certificados de nacimiento, estén vacunados y asistan a la escuela.
¿Cómo puede involucrarse a las comunidades?
Es crucial escuchar a las familias y trabajar con ellas. Por ejemplo, en muchas comunidades los padres nos dicen que quieren abandonar el castigo físico, pero no saben cómo disciplinar de otra manera.
En estos casos, ofrecemos herramientas y conocimientos prácticos. Tenemos una campaña llamada “Crianza amorosa, bases fuertes”, que enfatiza la importancia de los primeros años de vida y la necesidad de criar con respeto y empatía.
Mencionó las alianzas como un pilar clave. ¿Podría darnos un ejemplo reciente?
En el sector de educación, convocamos a más de 20 actores clave, desde gremios de docentes y asociaciones de padres, hasta estudiantes y representantes del sector privado. El objetivo fue crear una visión conjunta con prioridades a corto, mediano y largo plazo.
Este proceso tomó meses, pero logramos un documento que ahora estamos compartiendo con Meduca para apoyar reformas educativas. Fue enriquecedor escuchar a los estudiantes, quienes destacaron la importancia del bienestar integral, incluyendo acceso a agua potable, baños adecuados y comida en las escuelas.
¿Por qué es importante escuchar a los niños y adolescentes en la construcción de políticas y programas que los afectan?
Escucharles es crucial porque son los expertos en su propia vida. A menudo, los adultos toman decisiones pensando en lo que es mejor para ellos, pero no siempre les consultan. Esto es un error, ya que los niños tienen ideas, necesidades y perspectivas que pueden enriquecer las soluciones que diseñamos para ellos.
Además, cuando los escuchamos, fomentamos un diálogo respetuoso. No significa que siempre haremos lo que ellos sugieren, pero sí que tomaremos en cuenta sus opiniones y les explicaremos nuestras decisiones. Esto les ayuda a desarrollar habilidades como la empatía, el respeto por las diferencias y la resolución pacífica de conflictos.
Los niños crecen hoy en un entorno digital muy diferente al que los adultos conocimos. Escucharlos es un acto de respeto hacia sus derechos y una forma de construir políticas más efectivas y relevantes.
En estas tres décadas de trabajo, ¿cómo ha visto evolucionar el enfoque hacia los derechos de la niñez?
Lo que no ha cambiado es que todos los padres quieren lo mejor para sus hijos. Sin embargo, lo que sí ha evolucionado es el entendimiento de que los niños son seres humanos con derechos. Eso hoy tiene todo el sentido, pero no siempre fue así.
Hoy sabemos que no es bueno que los niños crezcan en instituciones. Crecer en una familia es vital para su desarrollo. Conocemos hoy de la importancia de los primeros años de vida y que es necesario un estímulo especial. El desafío es abordar estos temas con una visión más compleja y colaborativa.
El sector privado también puede aportar, en empresas grandes, con centros de cuidados para los niños pequeños de sus empleados. Cada uno de nosotros puede pensar en cómo habla y escucha a los niños y adolescentes a su alrededor para contribuir a su bienestar.
La migración es un tema complejo y sensible. En un contexto como el de Panamá, donde el Darién es una ruta clave para muchas familias y niños migrantes, ¿cuáles son los mayores desafíos en este trabajo?
Sobre la migración nuestra filosofía en Unicef es clara: un niño es un niño, sin importar su estatus migratorio. Todos tienen derecho a protección, salud y educación, y como sociedad, debemos garantizar que esos derechos se cumplan.
En el caso de los niños que cruzan el Darién, muchos llegan deshidratados y con problemas de salud, como infecciones gastrointestinales y afecciones en la piel. Además, cargan con traumas profundos debido a lo que han visto y experimentado en la selva, como violencia, muerte y separaciones familiares. Estos traumas pueden marcar el resto de su vida.
Las niñas y adolescentes enfrentan un riesgo de explotación y violencia sexual durante su travesía. Otro grupo que nos preocupa mucho son las madres adolescentes que cruzan con bebés en brazos, reflejo de la desesperación y los peligros de este viaje.
El reto más grande es construir empatía en la sociedad. Estos niños son seres humanos. Sus familias, aunque toman riesgos enormes, buscan un futuro mejor para ellos, algo que cualquier padre o madre puede comprender.
Es necesario el trabajo con las comunidades receptoras para promover el respeto y la solidaridad, combatiendo estigmas y prejuicios.