Erika Ender se casó de blanco y en pantalones un sábado de enero en Miami. Su esposo, Michael Dravo, la esperaba, también de blanco y sonriente, listo para dar el sí.
El amor es una de las tantas posibilidades del universo. Es energía latente. Una manifestación clara.
“Trato de vivir fuera de mi zona de confort, de darme oportunidades en todo y el amor, es una de ellas”, comenta la multi premiada cantautora panameña en entrevista a Ellas.
Fotografía de Dimitry Loiseau.
Escogió pasar un tiempo sola después de su divorcio. Se dedicó a cultivarse como ser humano. Enfocada en su carrera y en su misión de vida. “Siempre digo que me volví una máquina de trabajo porque no solo hacía cosas para crecer como persona, también ponía esa energía en el trabajo. Estaba rearmando mi vida, me ha tocado empezar muchas veces”.
Por esos años nació TalenPro, un proyecto que la llenaba de una luz que también reflejaba a beneficio de otros. “Utilizo mi carrera para hacer el bien, no para ser famosa o para hacer dinero, esas son consecuencias de hacer las cosas bien”.
Erika Ender y Michael Dravo en la portada de Ellas febrero. Fotografía de Dimitry Loiseau.
Conocerse a sí misma y tener claro sus objetivos le ayudaron durante ese tiempo en el que decidió no estar con alguien. “Hice mis lista de Santa Claus. De hecho, cuando hicimos los votos, dije que yo había hecho una lista donde le pedía al universo el tipo de persona que quería en mi vida; que yo iba a trabajar para ser su espejo, para también ser la persona que él se merece”, recuerda la artista.
Teniendo 59 de las 60 cosas que Erika pedía en su lista, su persona especial llegó durante la pandemia. “Trabajé mucho en mi subconsciente: qué es lo que quiero conseguir, cómo hacerlo. En el amor también funciona así. Es un hombre muy seguro de sí, algo que considero importante para lidiar con una carrera como la mía; ser una mujer en las grandes ligas no es fácil. Él, lejos de sentir que eso puede ser una amenaza, se siente orgulloso. También lo admiro mucho. Es un hombre de negocios, un gran papá y hasta un gran ex esposo. Somos una familia feliz”
Para ella este es un amor maduro y diferente. “Me casé en pantalones porque para mí fue un simbolismo de decir: Ya pasé por aquí, por el traje largo y el velo. Estoy casi en mis 50, estoy realizada, estoy en una etapa distinta en la que me doy el chance”.
Para Erika, el amor maduro se alcanza cuando se logra entender quién eres. “Tenemos los dos la suerte de estar compartiendo un momento donde nos podemos ver y disfrutar diferente. Como ambos ya hemos tenido relaciones, entendemos un poco mejor cómo llevar la vida en pareja, cómo respetarse y cómo dejarse ser. Para mí eso es lo más importante, que él sea quien es y que yo sea quien puedo ser.”
Para abrirse al amor, hay que hacerlo sin superficialidades. Hay que hacerlo con paciencia y resiliencia. “Tratar de entender cómo funciona el otro, respetarse, tratar de buscar el punto medio y dejar ser son los elementos claves para que una relación camine. Al final, los dos deben bailar el mismo vals”.
Fotografía de Dimitry Loiseau.