Poco a poco, las televisiones se fueron apagando en Panamá. El marcador en Nizhny Novgorod iba 6-0 y dolía a los ojos ver la golpiza a punta de balones que los ingleses le estaban propinando al onceno nacional. Era humillante, en verdad. Pero en Rusia el sentimiento era diferente. El proverbial vaso estaba medio lleno, de cerveza, porque igual estábamos en nuestro primer Mundial.
Inesperadamente, en el minuto 77, pasó algo. Brotó una gota de agua en un desierto seco. Felipe Baloy, el capitán del equipo, quien solo ocho minutos antes estuvo calentando la banca, remató una falta lateral y mandó la esférica hasta el fondo de la red. Marcó nuestro primer gol en un Mundial. El único. Así le calló la boca a todos sus detractores y se alzó como el más improbable de los héroes.
El fútbol se quedó en Rusia
Tras su retorno a Panamá, Felipe se retiró. A sus 37 años estaba viejo para seguir en ese deporte, pero aún joven para la vida. Conversamos en su oficina en Punto 23, un centro deportivo de canchas sintéticas. Para ser alguien que demora tanto en contestar sus chats, no suelta el celular. Pero es afable y muy articulado.
“Uno como futbolista vive entrenando, viajando, y se te pasan momentos importantes de la vida, como el crecimiento de tus hijos”, explica. “Hoy tengo la oportunidad de estar más tiempo con ellos y eso es lo que estoy aprovechando”.
Para Baloy, la familia es prioridad. Relata las carencias con las que creció junto a sus siete hermanos. Su papá se dedicaba a la pesca y su mamá trabajaba en casas de familia. “No tuvimos muchas cosas. A veces no comíamos, o desayunábamos pero no había almuerzo; o almorzabas y tenías que esperar hasta las 8:00, 9:00 de la noche para cenar, si es que llegaba algo”, evoca. “Cuando yo empecé a jugar, saqué a mi mamá de ahí, me la llevé a vivir conmigo, y desde hace 20 años no trabaja”, cuenta, dejando ver su lado más sensible: el de un buen hijo.
De su infancia aprendió a valorar las cosas, a cuidarlas. “Las cosas se consiguen porque se trabajan, se buscan, porque te esfuerzas y te sacrificas”, enfatiza, y ese es el mensaje que quiere inculcarle a sus tres hijos. Esas penurias esculpieron su carácter, lo hicieron fuerte y lo dotaron de una disciplina y ética profesional que muchos alaban. Pero también le cantan algunos penales.
Felipe Baloy: ‘No soy como piensan’
‘No puedo saludar a todo el mundo’
Hay quienes lo acusan de soberbio. A mí no me parece y a él tampoco. “Si estoy en un lugar y pasa una persona, yo no puedo decir que es creída solo con verla, porque no la conozco, no la he saludado ni he compartido con ella”, se escuda. “Yo no conozco a todo el mundo. Hay gente que tú pasas por ahí y parece que es obligación saludarla. Obvio, yo saludo al lugar donde llego. Pero si voy al centro comercial y voy caminando a comprar algo, no puedo estar ‘hola’, ‘hola’, hola’, cada vez que alguien dice ‘ahí va Baloy”. A pesar de eso, el futbolista se considera una persona amable y respetuosa. “Creo que en mi vida no le he negado una foto o un autógrafo a alguien. Jamás lo haría”.
Le pregunto si con el gol de Rusia se sintió reivindicado. Después de todo, no eran pocos los que criticaron su desempeño en juegos de eliminatoria, el más notorio la derrota frente a Estados Unidos. Su actitud belicosa ante la pregunta de un periodista se tornó viral.
“Creo que uno como futbolista siempre tiene partidos malos. Hay unos que quedan más en evidencia que otros por la importancia”, sostiene. “Pero si hay algo que puedo decir para defenderme, es que es mi carrera y jugué durante muchos años en la selección y en los equipos donde estuve. Las estadísticas, los partidos que jugué, las veces que vestí la camiseta, las veces que jugué torneos importantes, los años que estuve afuera de mi país. Un partido o unas críticas no pueden quitar eso”.
Felipe Baloy: ‘No soy como piensan’
Su número de la suerte
El número que identificaba a Baloy en la cancha era el 23, y ahora lo acompaña a todos lados. Pero empezó portando otro.
“Yo usaba el 5 en la Sub-20, porque era seguidor de un jugador de Panamá, Franklin Morocho Delgado, que vestía el 5. Me fui a Colombia con el 5; también en Brasil lo usé. Pero cuando llegué a Monterrey estaba ocupado. Me dije, ‘Bueno, ahora ¿cuál uso?”. Agarré el 23 porque un año antes un jugador chileno, Iván Zamorano, que jugaba en el Real Madrid con el 9, llegó al Inter, y el 9 no estaba disponible. Pidió el 18 y le puso un símbolo de más pequeñito en el medio, porque 1 más 8 es 9. Yo hice lo mismo: 2 y 3 dan 5. Da la casualidad que un año y medio después mi hija nació el 23 de abril, y le agarré más cariño al número. Y desde ese entonces siempre lo uso”.
Desde otro ángulo
Incluso habiendo sido el suyo un fútbol con muchas limitaciones, Baloy pudo triunfar. Ahora, fuera del campo y de la selección, está seguro de que él, junto con veteranos como Jaime Penedo y Blas Pérez, pueden contribuir a la nueva generación de futbolistas.
“Hicimos una carrera en el extranjero muy buena; ahora podemos poner toda esa experiencia a prueba. Uno puede hablar, puede decir, pero desde acá afuera no se puede hacer mucho. Si nos dan la oportunidad de estar ahí, en alguna dirigencia o lugar donde puedas trabajar directamente por el fútbol y su crecimiento, creo que, sin duda, podemos aportar bastante”, afirma. Por su forma de ser, exigente cuando se puede exigir, se ve más como directivo, aunque no descarta ser entrenador algún día. ¿Aceptaría algún cargo en alguna institución ligada al deporte? “Es complicado por todas las situaciones que se han dado por mucho tiempo dentro del deporte nacional”.
Le recuerdo el revuelo que causó su nombramiento junto a Blas como consultores en Pandeportes poco tiempo después de su regreso de Rusia, cargo que ultimadamente declinaron por las críticas que recibieron.
“Ahí es donde yo digo que no entiendo a la gente”, exclama. “Cuando no haces nada, te dicen que por qué no haces algo, que tú eres deportista, fuiste deportista, tienes conocimiento, puedes hacer. Sin embargo, cuando tienes la oportunidad, no se fijan en lo que puedes aportar. Se fijan en otras cosas”, lamenta.
“A veces uno se tiene que quedar callado y esperar los resultados”. Pero Baloy no quita otro intento en el futuro. “Si se me da la oportunidad, tenlo por cierto que voy a tratar de dar lo mejor, mientras se me permita hacerlo. Si se me limita, seguramente voy a dar un paso al costado”.
Felipe Baloy: ‘No soy como piensan’
Cuestión de prioridades
Le digo a Baloy que los panameños somos criticones por naturaleza y estamos precondicionados a ver todo con un filtro de malicia. “Ese es un gran problema”, responde. “En estos días vi un video que me pegó. Un entrenador decía: ‘El derecho de opinar se respeta, mas tu opinión no’. En Panamá pasa mucho eso. Si es de política, la gente opina. Si es de deporte, la gente opina. Si es de religión, la gente opina. Yo prefiero leer, mirar e informarme para saber de qué se está hablando. Pero aquí alguien pone un tuit de algo y empiezan a hablar, sin importar si es verdad, si es mentira, si sabe o no sabe”.
Él tiene conocimiento de causa. “Hubo momentos en que por un partido me decían cosas… Es increíble que alguien se refiera a ti o a un compañero de esa manera. Si bien un partido es muy importante, y las críticas van a estar siempre, llega un momento en que ya no son críticas. Se vuelven ofensas, amenazas, y eso no está bien”, manifiesta. “Hay cosas que el pueblo realmente tiene que pelear, luchar y buscar una respuesta de por qué pasan, y no lo hace. Las prioridades no sé cuáles serán, pero tenemos que ver realmente qué es lo que queremos como país y trabajar para eso. El deporte es algo importantísimo, igual que la salud y la educación”.
Algo parecido manifestó en su momento el periodista deportivo Santos Cano, quien fue blanco de fuertes insultos y amenazas por catalogar, en una rueda de prensa en Rusia, a nuestro equipo como el peor del Mundial. En cambio, cuando estallaron los casos de corrupción asociados con Pandeportes y las federaciones de béisbol, las reacciones fueron apenas tibias, algo que cuestionó en sus redes sociales.
Sobre lo que pasó con la polémica pregunta de Santos, Baloy se pronuncia. “Se pasaron. Tampoco era para tanto”, dice. “Él tiene razón; lo que dijo no es mentira. Pero hay tiempos para decir las cosas. Él lo hizo en un momento de euforia, cuando la gente estaba contenta porque se jugó un Mundial, porque Panamá estaba ahí. Pienso que el único punto donde él se equivocó fue el tiempo y el momento en que lo dijo”, concluye.
Volviendo al gol…
Aun sabiendo que eso es lo que todo el mundo le pregunta, yo también quise saber: “¿Qué pensaste cuando metiste el gol en Rusia?”. Admite que no sabía si estaba bien celebrarlo. “La verdad que 6 a 0 en un partido no es nada bueno, y celebrar un gol creo que tampoco”. Pero igual lo hizo. “Yo nunca visualicé hacer un gol. Mi pensamiento era jugar por lo menos un minuto en el Mundial. Entré en cambio, y a pesar de que íbamos perdiendo, yo estaba muy contento. Iba a disfrutar esos minutos, que al final fueron los últimos que jugué con la selección de Panamá. Siento que me entregué e hice lo mejor que podía hacer”.
Cuando el gol llegó, pensó en su familia, en su carrera, en todo el esfuerzo, los sacrificios que hizo durante años para estar a un nivel profesional y poder jugar con buenos equipos, en ligas importantes, sobre todo, en la selección de Panamá. Al ver a su esposa e hijos en las gradas, y a toda la gente que celebraba como si hubiéramos ganado, sintió mucho orgullo y alegría. “Por lo menos tuvimos un momento de felicidad, pudimos festejar algunas cosas”.
Más que lo que ese gol representa para él, medita en lo que significa para Panamá. “Es una muestra de esperanza para los niños y jóvenes que vienen creciendo, para que se den cuenta de que cuando hay un trabajo de por medio y un esfuerzo grande, las cosas se pueden lograr. Y no porque el gol lo hice yo, sino porque lo hizo Panamá”.