La pandemia cambió también el fútbol. Silenció los estadios y derribó la ventaja psicológica que significa jugar de local. Los partidos se volvieron meros entrenamientos en los que solo se escuchan el silbato del árbitro y el gemir de los jugadores y el grito solitario del que anota un tanto. Todos ellos parecen mimos.
Ante este cambio de paradigma, surge de la sombra el fútbol femenino. Sin la testosterona habitual de las graderías –con fanáticos gritando lo que son incapaces de decir afuera del estadio–, el juego de las chicas puede apreciarse con deleite. Sus movimientos tienen la plasticidad que se ha ido perdiendo en la modalidad varonil cada vez más sofisticada en tácticas y sobre todo prisionera del merchandising.
Sin cifras salariales que insultan –y todavía más en estos tiempos de pandemia–, o de tipos como Joseph Blatter, las mujeres juegan un fútbol más puro, más excelso. Con ellas el rey de los deportes vuelve a su base y otra vez son once personas –más las de la banca– cuyas aptitudes y voluntades se suman hasta poder alojar el balón en la red contraria.
El origen del fútbol, por si se ha olvidado, por si me cuesta recordarlo, está lejos del inicio de otros deportes. O por lo menos aquellos de pedigrí. Siempre ha tenido que ver más con obreros que luego de la jornada se valen de una pelota de trapo y dos arcos hechos con las camisetas sudadas de cargar ladrillos. De equipos de barrio alineados por los vecinos.
De manera que el fútbol femenino vuelve a ser otro triunfo en limpio de las mujeres. Para quienes amamos este deporte por encima de todo, nos reivindica saber que una ventana está abierta para vivir de nuevo el juego que nos allanó el camino a esta pasión. Ellas tocan el balón con mayor armonía por la simple razón de ser más pausadas en sus desplazamientos, y logran más goles de equipo y menos como producto de una individualidad.
Tampoco las afana el cuentico ese de quitarse la camiseta para lucir las abdominales. Ni hacen de una goleada en contra la excusa perfecta para abandonar el equipo que las vio nacer. Cargan con muchas derrotas a cuestas. Detrás de las jugadoras estamos ahora los felices fanáticos para quienes la ecuación de la pandemia se resuelve con el doble de torneos, más partidos y más goles. Bienvenidas.