En Juan Diaz era un sábado de sol. El mediodía panameño se sentía en el patio techado de la Casa Hogar El Buen Samaritano, donde una bandera de Panamá colgaba como anfitriona del lugar en donde la primera dama de los Estados Unidos, Jill Biden, era esperada.
Pasada las 1 de la tarde, la caravana de policías motorizados y autos oscuros que traía a la doctora en educación llegaba a este centro de obra social que acoge y da apoyo a personas que viven con VIH y Sida en el país. En la entrada de este lugar, un mural del Papa Francisco recibe a las personas; él visitó este sitio en 2019 durante la Jornada Mundial de la Juventud.
Jill Biden junto al padre Domingo Escobar, fundador y director de la Casa Hogar El Buen Samaritano.
Visitar El Buen Samaritano era parte de la agenda oficial de la doctora en el país. Ahí tendría un conversatorio con líderes de organizaciones locales que trabajan por la prevención, apoyo y educación sobre el VIH y Sida en el país, donde el estigma sigue latente.
Panamá fue la segunda parada de una gira de seis días de la primera dama estadounidense que también incluía a Ecuador y Costa Rica. Como países democráticos, fortalecer los lazos colaborativos era parte los objetivos de este recorrido por Latinoamérica.
Usando un vestido camisero de estampado a colores y zapatos altos de rafia, Jill Biden llegó al hogar y fue recibida por el sacerdote Domingo Escobar, fundador y director de El Buen Samaritano. El padre le dio unas palabras de bienvenida en español; entre los dos, una traductora trasmitía sus palabras en inglés de manera simultánea.
En la terraza externa del centro se realizó un conversatorio con líderes de organizaciones panameñas.
En el patio, en una mesa redonda, la esperaban el doctor Orlando Quintero, de Probidsida; Ricardo Beteta, de la Asociación de Hombres y Mujeres Nuevos de Panamá; Nandin Solís, de la Asociación Wingdum Galu: Raúl Tugri, externo de la casa hogar y Stewart Tuttle, Jefe de la misión interino de la Embajada de los Estados Unidos. La idea era exponer ante la primera dama los retos que enfrenta Panamá y los avances que se necesitan lograr para que este sea un país que mire con apoyo a las personas que viven con VIH.
Atenta y tomando notas, Biden escuchó las de experiencias compartidas por los activistas. Algunos de ellos, como Ricardo Beteta tiene más de 25 años trabajando por la visibilidad la población lgtbq en el país, de las más afectadas por el virus. Contó cómo la realidad de Panamá, de ser un país que hasta 2008 consideraba la homosexualidad como una falta administrativa con multas que iban desde 500 dólares hasta 1 año de cárcel, ha tenido una deuda sistemática y social con la diversidad sexual en la población, lo que sigue promoviendo la discriminación y la falta de oportunidades.
El doctor Orlando Quintero, de Probidsida y Ricardo de Beteta, de la Asociación de Hombres y Mujeres Nuevos de Panamá estuvieron en el conversatorio.
“Se me discrimina tres veces: por ser indígena, por ser trans y por ser VIH+”. Nandin Solís, indígena kuna y lideresa de la primera organización indígena trans panameña contó a la primera dama sobre su trabajo por visibilizar estos temas en sus comunidades. “Este estigma nos hace víctimas de discriminación incluso en sistemas de salud. Muchas personas trans no buscan ayuda por eso, por la discriminación”, compartió.
Raúl Tugri vivió en El Buen Samaritano y ahora es un externo del hogar. Es de la comarca Ngäbe Buglé y ha visto cómo la discriminación no solo se vive en individualidad “En nuestra comarca no se habla de la enfermedad. Nunca pensé tenerla y le puede tocar a cualquiera. Cuando sabe tu diagnóstico, no solo nos discriminan a nosotros, también a nuestras familias”.
El médico pediatra Orlando Quintero compartió que de no ser por la terapia retroviral, que empezó a recibir en 1995, su historia sería otra. “Llegué a desarrollar sida. Estuve entre la vida y la muerte. Tengo tres hijas adultas que no pensé verlas graduarse de la escuela; ahora las he visto graduarse hasta de maestría” contó.
Este año Probidsida cumple 25 años. El doctor Quintero la inició como un grupo de apoyo para personas que entre sus dificultades estaba el acceso al tratamiento. “Trabajamos como el virus: sin distinción de raza, sexo, distinción social, edad o partido político”.
Durante el conversatorio, la primera dama anunció que los Estados Unidos aumentará los fondos del Plan de Emergencia del Presidente de los EE.UU. para el Alivio del SIDA (Pepfar) en Panamá. Pasará de 2.1 millones de dólares en 2019 a $7.6 millones planificado para 2022.
Desde 1998, los fondos de Pepfar en nuestro país han ofrecido asistencia técnica para expandir los tratamientos a hospitales, han establecido sistemas de evaluación y vigilancia de VIH y estrategias de prevención como las Clínicas Amigables. Con el apoyo de este fondo, Panamá cuenta con un programa que ofrece el medicamento PrEP a poblaciones en alto riesgo de contraer VIH. Panamá es el segundo país en Centramérica en ofrecer esta innovadora alternativa preventiva.
“No soy una experta, pero parece que el trabajo que hacen es como subir una roca por una montaña. Este problema es mucho más profundo que la educación en escuelas y campañas en social media. Creo que el cambio debe venir de la familia , iglesia, y sociedad civil. Siento esperanza de que la gente escuche”, dijo la primera dama en su mensaje final.