Hace tres años a Liduvina Rivera le picó una culebra en un patio, mientras ayudaba en una fiesta. Enseguida pensó: “¿y ahora cómo voy a recoger el café?”. Ella es de Lídice, de Capira, pero en tiempos de cosecha su hogar es la finca que tiene con su esposo, en la comunidad de La Negrita, en el mismo distrito.
En los pueblos del interior se dice que el picao de culebra (persona que ha sido mordida por una serpiente) no puede tocar los árboles frutales porque los seca; dejan de parir. Liduvina volvió a cosechar y sus plantones siguieron produciendo.
Hace 18 años su hermano la llamó para ofrecerle en venta su finca. “¿Qué voy a hacer con eso?” le respondió ella. Al final, se la compró. Ella ni siquiera tomaba café.
Su idea en principio era limpiar, cosechar y vender. Poco a poco se encariñó con los granitos rojos. Seguía sin tomar café, pero qué hermosa se veía la finca cuando los plantones florecían.
Liduvina Rivera y su café galardonado de Capira
En 2009 llegaron a la región nuevos programas de capacitación. Liduvina asistió a talleres y aprendió a sembrar alineado para aprovechar mejor el terreno. Compró otra finca en 2010 y puso en práctica lo aprendido. Sabía que podía tener 625 plantones por hectárea. Tiene tres. Hoy, a la sombra de guabos crecen los plantones de café de caracolitos y robusta, aunque no todos producen.
En 2018 el mejor café robusta de la Cuenca Hidrográfica del Canal de Panamá, elegido en concurso, salió de la finca Linda Vista Chino Mono, propiedad de Liduvina y su esposo. Ellos forman parte de los 61 caficultores de la Asociación de Productores de Café de las Subcuencas de los ríos Cirí y Trinidad del Canal de Panamá (Acacpa).
En 2015 el precio del café oro era de 130 dólares el quintal. Se llama café en oro al que está en grano, sin tostar. El precio de este café en nuevos mercados de Acacpa, luego de las cataciones y validación de parámetros de calidad, ha subido a 150 dólares.
En 2016 la asociación producía 500 libras de café molido, en 2017 alcanzó mil 349 libras.
La broca, la enemiga
Desde que se cosecha el grano hasta que llega a la taza, el café pasa por no menos de 16 pasos. Uno mal hecho afecta su sabor. De octubre hasta febrero se hacen aproximadamente cuatro cosechas, la última se llama la repela y allí se evalúan las plantas y se decide cuáles podar.
Su más reciente cosecha la hizo Liduvina con apenas dos peones. Cada uno recogía dos latas por días. En total seis. Le fue difícil conseguir más ayuda.
El café demanda cuidados todo el año. Hay que limpiar el terreno y tratar las plagas como la broca, que ataca todo tipo de café. Es un insecto que deja sus huevecillos en el grano y se lo comen. Se combate con trampas de etanol y metanol que se cambian cada dos semanas.
Liduvina Rivera y su café galardonado de Capira
El café no solo sabe a café
Con la asesoría de Fundación Natura, Liduvina ha mejorado su producción. Ahora cuenta con un secador de café que le redujo el tiempo del secado. Es una estructura que parece un invernadero, muy caliente durante el día.
En su finca se han hecho estudios de suelo y otros análisis que han incluido drones. La intención es replicar en otras fincas los buenos resultados. Ella también se está capacitando en el tueste del café, parte del proceso que se hace fuera de su finca, y en la cata. Estos conocimientos le servirán para negociar mejor el precio de su cosecha.
El año pasado estuvo, junto a otro miembro de Acacpa, durante una semana en Chiriquí en un curso de cata. “Al principio yo no sentía diferencia de ningún sabor y pensaba que no podía aprender”, cuenta.
Ahora sabe que el café no solo sabe a café. Puede adquirir el gusto de las frutas sembradas cerca. Además, conoció lo que puede valer una taza de un café de calidad: “¡Más de 20 dólares!”, exclama.
Es probable que el papa Francisco, que vendrá a Panamá el próximo año, tome café de la cuenca, bajo la marca Cuencafé, y puede ser que esa tacita contenga el que es cosechado por Liduvina. Esa posibilidad la hace sonreír.
Liduvina ahora sí toma café.