La mercadóloga Yohana de Cantera y su hija Valentina, de ocho años, comparten los mismos productos para sus cabellos rizados, los mismos que mamá usa desde hace 21 años. Siempre compran el mismo champú, acondicionador, crema hidratante y crema para peinar (que venden en cualquier supermercado).
“El secreto que descubrí después de muchas pruebas es que no es la marca, lo importante es saber y entender tu cabello y la forma correcta de aplicarte los productos”, menciona mamá.
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Dice que Valentina, desde que nació, sabe que el proceso del lavado de su cabello, e inclusive a la hora de dormir, es “darle amor”. Ya sabe que debe usar acondicionador, alguna crema de hidratación para poder contrarrestar la humedad en Panamá, que nunca se debe aplicar fijador, que no se debe peinar en seco y que el cabello debe estar libre para que los rizos tomen su forma.
Yohana menciona que cuando ella era pequeña no existía ningún producto para cabello rizado, e incluso su mamá se hacía relajante porque no sabía cómo tratarlo. “Yo crecí con trenzas y siempre recogido peinado muy bonito, pero nunca suelto. Mi mamá hizo lo posible para mantenérmelo desenredado y peinado con lo poco que encontraba en los supermercados”. En la secundaria le hacían bullying por sus rizos y tuvo compañeras que le decían que su cabello parecía un trapeador. Por eso le pidió a su mamá que se lo alisara. “El proceso era horrible, tenía que estar esclavizada, además no me sentía como yo misma”.
Cuando se graduó y conoció a su novio (actual esposo) él vio fotos suyas con sus rizos y le preguntó que por qué no lo usaba así. Ahí comenzó su transición.
Como anécdota especial recuerda que su bisabuela (Necta) utilizaba su cabello trenzado, “yo jamás he visto cabello rizado más hermoso y más cuidado que el de ella; el verla peinarse para mí era un verdadero placer cuando era niña. También vi a mi abuela (Tina) utilizar afro; ver sus fotos con afro de su juventud era lo más emocionante para mí”.
Recomienda a las mamás, que no saben cómo tratar los rizos de sus hijas, a tener mucha paciencia, descubrir que tipo de rizo tienen y probar poco a poco lo que les funciona. “Darle libertad a los rizos, dejarlos sueltos para ir descubriendo qué forma toman. Decirles a sus hijas todas las veces que puedan que su cabello rizado es hermoso, que es muy alegre y con personalidad propia”.