El 18 de octubre de 2013 me diagnosticaron un carcinoma ductal infiltrante en mama derecha. Me trataron con quimioterapia, operación y reconstrucción de mama, además de tratamiento de radioterapia.
Mi primera reacción fue de ansiedad, ante el desconocimiento y expectativas sobre el tratamiento a realizar. Entre esas, la creencia de lo duro y difícil que es el proceso y la enfermedad, pero nunca sentí temor o miedo alguno ante la enfermedad o la muerte.
Después del diagnóstico, comenzó el verdadero trabajo hacia la afirmación de mi proceso de curación, confiando en Dios primeramente para que cuidara de nosotros en todas las situaciones; en la ciencia y personal de salud especialista en esta área, que poseen la metodología y herramientas adecuadas para curar el cuerpo, y en la más esperanzada, férrea y positiva actitud personal. Así se obtiene generalmente la sanación y el éxito para vencer esta enfermedad.
Esta experiencia personal te enseña crecimiento espiritual, conocimiento interior para hacer cambios en nuestra mente, cuerpo y vida y te muestra el verdadero valor de la gente: familia, amigos, desconocidos o cualquier persona que son como “ángeles en el camino” para ayudarte, apoyarte y cuidarte.
En noviembre de 2014 me dieron de alta ya con los estudios que demostraban que no había cáncer y me siguieron dando quimioterapia oral en pastillas hasta diciembre de 2019.
Del cáncer se aprende que hay que lograr mejorar la calidad de vida, hacerla más agradable; especialmente estando en paz consigo mismo, con los demás, con buena salud y con Dios siempre a nuestro lado.