Me pasó. Me pasa. Que no pase más.
Estas frases introducen el video que muestra resultados del estudio Acoso sexual callejero y el derecho al espacio público de las mujeres en Panamá, dirigido por Nelva Araúz Reyes y por Javier Stanziola. Fue financiado por la Universidad Santa María la Antigua.
“Me pasó”. Porque tan temprano como a los trece años, camino a la escuela, las mujeres adultas recuerdan a hombres mayores que les decían ‘cosas’.
“Me pasa”. Porque el hostigamiento se sigue dando a lo largo de la vida de las mujeres.
“Qué no pase más”. Es un llamado a reflexionar sobre un tema tomado a la ligera, pero que afecta la vida de las mujeres, quienes deben pensar por dónde van a caminar y preocuparse por qué les van a decir al pasar.
El estudio dice que 94% de las mujeres lo han experimentado y el 67.5% de los hombres. Entre estos últimos, los hombres homosexuales y bisexuales reportaron más agresiones.
Es acoso, no es piropo
En el año 2017 se discutió en la Asamblea Nacional de Panamá el proyecto de ley 213. Prevenía, prohibía y sancionaba el hostigamiento y el acoso sexual. Su discusión pronto pasó a la opinión pública y a las redes sociales donde se le llamó y caricaturizó como la ‘ley piropo’. Y no se convirtió en ley.
El diccionario de la Academia de la Lengua Española define el piropo como “dicho breve con que se pondera alguna cualidad de alguien, especialmente la belleza de una mujer”. Entre sus sinónimos están galantería y halago.
‘Mami… mmm’, ‘Ricura’, ‘¿to eso es tuyo?’, fiufiuuuu
Todo lo anterior es acoso sexual callejero. No son piropos.
Este hostigamiento también adquiere forma de miradas lascivas, exhibicionismo, insinuaciones sexuales, roces, punteos en el transporte público. Muchas personas saben que esto ocurre y lo censuran. Lo que no saben es que esto es acoso sexual callejero.
Esa dificultad para identificarlo o definirlo limita combatirlo. Entre los países vecinos, Costa Rica aprobó una ley que lo sanciona en 2021. En Colombia se han hecho esfuerzos, pero aún no se han cristalizado en una ley.
Ellos se sienten con derecho
Otro aspecto que llamó la atención de los investigadores es que las personas han aprendido a convivir con él acoso. Saben que está allí y que les puede pasar.
Por su parte, los hombres aprenden desde pequeños que este es un comportamiento masculino común para relacionarse con las mujeres. Algunos llegan a considerar que tienen derecho a hacer este tipo de acercamientos y que las mujeres que los reciben deberían estar agradecidas. De no hacerlo, se enfrentan a comentarios despectivos como ‘creída’, ‘¿quién te crees?’, o ‘ni tan bonita que estuvieras’
Por otro lado, hay hombres que no saben cómo reaccionar ante el acoso sexual callejero cuando le sucede a una mujer que conocen, explica Javier Stanziola. Aunque sienten el impulso de proteger y ayudar a la mujer, a veces no saben cómo hacerlo de una manera que no resulte intrusiva.
Esa normalización dificulta la comprensión de que esta situación violenta no debería ocurrir y no tiene cabida en el espacio público. Cuando se les pregunta qué hicieron frente a esta situación, solo el 1% responde que la denunció. Hay una desconfianza de denunciar y un temor de que voy y también me lastiman en el proceso.
No importa el vestido
En 2017 la propuesta de ley contra el acoso sexual callejero fue atacada desde diferentes frentes: desde los que la consideraban una afrenta a la galantería hasta los que la calificaban de exagerada.
Para ayudar a dimensionar sus efectos, los investigadores lo plantean como una intrusión en el espacio público y una invasión a la vida de las personas. Personas que dejan de caminar ciertas áreas, mujeres que temen por lo que van a decir y que pueden vivir experiencias traumáticas.
Según la literatura existente esto afecta más a mujeres de entre 18 a 35 años. La mayoría de las mujeres participantes eran jóvenes, pero las de más edad no escapan de este mal. Además, mujeres mayores de cuarenta años mostraban su preocupación por orientar a su hijas o sobrinas sobre evitar ciertas vestimentas, como pantalones cortos o ropa ajustada, aunque a la vez había esa certeza de que eso no necesariamente las pondrá a salvo de un silbido o una insinuación.
Si bien el acoso se puede dar en el transporte público, en actividades culturales o deportivas o mientras se pasea al perro. La mayoría refería que les ocurría en cualquier momento que se desplazaba de un lugar a otro.
¿Se puede evitar la cultura de hostigamiento en la calle?
La legislación panameña tipifica el delito de violencia psicológica y violencia física, pero no el acoso sexual callejero. Ni de manera penal (cárcel) ni administrativa (multas).
A la par de obtener una ley sobre el tema, hace falta trabajar en otras medidas para cambiar la cultura del hostigamiento.
Hace falta campañas permanentes en el espacio público, como el metro o las paradas de autobús, expresa la investigadora Nelva Araúz Reyes. A ello habría que sumar, en las urbes, la importancia de mejorar la infraestructura pública: contar con aceras iluminadas, paradas de autobuses adecuados y evitar herbazales que se prestan para ser escondrijos. Son elementos que propician más seguridad en los espacios públicos. La policía debe ser capacitada en el tema para poder responder en un caso de acoso sexual callejero.
El estudio, actualmente en proceso de publicación en revistas especializadas, ha sido presentado mediante un video que resume sus hallazgos y sensibiliza sobre el tema. Originalmente concebido como una campaña dirigida a estudiantes universitarios, los autores del estudio creen que el mensaje debe difundirse a un público más amplio para contribuir al cambio de la cultura permisiva del acoso callejero.
Han pasado siete años del intento de legislación. ¿Han cambiado las creencias sobre estas? Según lo que el estudio muestra, dice Javier Stanziola, la respuesta es no.
Este es el enlace para el video del estudio Acoso sexual callejero y el derecho al espacio público de las mujeres en Panamá
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