“A Pablo le encanta el pollo frito, pero nunca ha probado el coreano. Hoy le voy a hacer el mejor que ha probado…”, así se presenta la española de 22 años de edad Rocío Bueno: Roro en redes sociales. Sus 4.5 millones de seguidores en Tik Tok la ven hacer dulces y hamburguesas siempre para Pablo, su novio.
En Estados Unidos Hannah Neeleman es Ballerina Farm en redes sociales. Ella ordeña vacas y hace pasteles con ingredientes orgánicos mientras cría a sus ocho hijos, a los que ha dado a luz, casi sin analgésicos, en su granja en Utah. Esta creadora de contenido, reina de belleza, de raíces mormonas, dejó una carrera en la danza clásica para seguir lo que llama una vida tradicional, que muestra a sus 9 millones de seguidores
Roro y Ballerina Farm son ejemplo de la tendencia digital tradwife, un anglicismo que reúne las palabras traditional wife, el equivalente a esposa tradicional. Bajo esta etiqueta se pueden encontrar mujeres, sobre todo jóvenes, horneando pasteles dignos de concurso y cosiendo sus propios vestidos. Mientras sus hombres pagan las cuentas.
Cocina Rueda, especialista en género, señala que esta tendencia romantiza el trabajo reproductivo y de cuidado, un trabajo que es muy importante porque sostiene la vida, pero que requiere mucho esfuerzo. Agrega, que estos mensajes proponen una sola forma de ser mujer: hacendosa y de su casa.
Lo que no es tan obvio en un reel es que Roro presenta en cinco minutos recetas que le toman tres días hacer, y tiene el apoyo de una agencia que lleva su agenda y negocia con clientes. Ballerina Farm vive en un rancho de 128 hectáreas con 40 empleados. Cuenta con patrocinadores como Fedex y está casada con el hijo de un magnate de líneas áreas.
Hannah Neeleman desde su cuenta Ballerina Farm publica sobre su vida en una granja de 123 hectáreas con 8 hijos.
Aquella esposa tradicional
En 1963 la autora Betty Friedan, en su libro The Feminine Mystique, desmontó el ideal de la esposa tradicional de la década de 1950, feliz en casa rodeada de sus electrodomésticos. Allí estaba a raya del espacio público y de los lugares donde se hacían leyes y se tomaban decisiones por ella. Este rol de la casa, esperando que llegara el marido, provocaba en muchas una insatisfacción que parecía inexplicable ¿acaso no lo tenía todo?
En las relaciones donde el hombre es el único proveedor económico y la mujer se ocupa del hogar se puede crear un desequilibrio de poder que le favorece a él, quien tiene la última palabra y no siente la necesidad de dar explicaciones. La mujer, pasiva, porque lo ideal es obedecer al esposo, queda en una posición subordinada. Este tipo de ambientes también impide salir de ciclos de violencia física y psicológica.
Desde que Friedan escribió su libro las cosas cambiaron mucho. Las mujeres empezaron a salir de la casa para trabajar fuera. Hoy participan en casi todas las carreras profesionales, pero al regresar les espera las mismas labores de cuidado, de los hijos y la casa, que aún hoy siguen sin ser repartidas equitativamente.
Esa doble y triple carga que las mujeres reclaman ha sido respondida por algunos grupos conservadores como: “de qué se quejan, si ustedes querían salir de casa”. Samirah Armengol G., profesora y especialista en proyectos de desarrollo social, ve en esto “una contaminación del discurso, un feminismo a la inversa” promovido dentro de grupos ultra conservadores y religiosos, que devuelve a la mujer a la casa, haciendo énfasis en que es su lugar.
Por otro lado, Armengol también identifica influencers no religiosas, pero con mensajes muy llamativos que abogan por ‘ser una mantenida’, que el hombre sea el proveedor mientras ella lleva un rol tradicional de casa, asistiendo al gimnasio o al salón de belleza pagado por él.
Rocío Bueno es Roro. En su cuenta publica recetas que dice hacer desde cero (hace el pan, el queso, la mantequilla de todas sus recetas) para su novio Pablo.
Todos estos mensajes escapistas, con esposas en casas que parecen postales, resuenan con las nuevas generaciones por diferentes motivos. Los más jóvenes hoy se encuentran decepcionados de un sistema donde se les prometió que el estudio y el trabajo duro garantizaría su progreso. Pero muchos tienen trabajos que apenas les alcanza para pagar el transporte. Para la generación milenial y Z el sueño de tener casa propia es lejano y una jubilación digna tampoco es segura.
Ademá, el ideal de la girl boss, la mujer super productiva que podía y debía hacerlo todo se quebró por extenuación y frustración.
Para Corina Rueda la solución no está en idealizar la vida de una esposa de catálogo de los años 1950, con toda la falta de derechos y oportunidades que tenía. Hay que trabajar, como sociedad, por una mejor distribución del trabajo de cuidados, tener salarios y horarios adecuados que permitan a las personas alcanzar un bienestar real.
* Las opiniones emitidas en este escrito son responsabilidad exclusiva de su autora.
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