Al pensar en el Canal evocamos los barcos y las esclusas. Pero no hay canal sin los ríos Ciri Grande y Trinidad en Capira, ellos son afluentes del Lago Gatún que regula el nivel de sus aguas.
En las proximidades de estos ríos hay pueblos donde solo llegan las chivitas o los carros 4×4. No hay luz eléctrica y la tienda cercana está a kilómetros. La agricultura y la ganadería son los medios de sobrevivir.
Proteger esa zona es el objetivo del proyecto Gestionando Capital Natural en la cuenca del Canal, que ejecuta la Fundación Natura con la Autoridad del Canal y el Fondo Multilateral de Inversiones del Banco Interamericano de Desarrollo.
Este proyecto sabe que tiene que convertir a los pobladores en aliados y por eso les apoya para mejorar sus prácticas de cultivo, sembrar mejor para el ambiente, pero también para ellos.
Culantro coyote en Bajo Bonito
Segunda y Saturnina, sembradoras en la cuenca del Canal de Panamá
“Mire, este es el criollo, como que puya de un lado. Este otro, suavecito. Toque”. En una loma, donde tiene su parcela, la señora Segunda Morán de Sánchez enseña a diferenciar el culantro coyote “el de calidad” del criollo, ella es secretaria de la Asociación de productores agrícolas y pecuarios de Bajo Bonito (Aprapbb).
Lleva zapatos bajos y se mueve con agilidad en esta cuesta empinada desde donde se aprecia la belleza de Bajo Bonito, el lugar donde estamos y que forma parte del norte de Capira.
Llegamos allí con la Fundación Natura, que desde 2006 ofrece apoyo técnico a las dos asociaciones de Bajo Bonito que producen culantro, según cuenta la directora de esta fundación Rosa Montañez. Desde 2014 empezó el proyecto Gestionando Capital Natural en la cuenca del Canal, que pretende conservar el medio ambiente a través de orientar a los productores.
Segunda y Saturnina, sembradoras en la cuenca del Canal de Panamá
“Antes si no había carne en Bajo Bonito se ponía un pedazo de culantro al arroz y listo” cuenta la señora Saturnina Morán, ella preside la otra asociación de productores: Asociación Medalla Milagrosa.
Cada asociación junta su producción y la vende. Uno de sus clientes más importantes es El Rey. Lo venden en bolsas de 50 gramos. A 3.50 dólares el kilo. Ambas asociaciones llevan el culantro al centro de acopio en Coquito, Chiriquí. Semanalmente entregan mil libras.
Aprapbb pasó de producir 26 mil 159 libras en 2016 a producir 44 mil 294 libras en 2017. Con sus culantros, Segunda ha ahorrado para un panel solar. Ahora puede ver las noticias en el televisor, pero además pagó la universidad de su hijo, quien es ingeniero naval con especialidad en máquinas.
Ella recuerda cuando cultivaba todo el día y terminaba con el motete lleno, cansada. Por un tiempo cosecharon chayotes que pesaba mucho más, dejaron de sembrarlo porque además se abarató.
Segunda ha estado a cargo de los números de la asociación. Ahora que tienen una computadora, ella quiere aprender a usarla.
El recao verde de papá
El papá de Saturnina Morán iba al mercado a vender recao verde, compuesto por perejil, cebollina y culantro, todo sembrado por ellos. El viaje lo hacía a caballo. Saturnina recuerda que a su papá le gustaba mucho ir a vender.
Ella nos invita a su propia casa. En el portal duerme su nietecito en una hamaca.
Segunda y Saturnina, sembradoras en la cuenca del Canal de Panamá
Tanto como sus culantros, a Saturnina le preocupa su comunidad. Está pendiente de que quienes tengan porquerizas cumplan con las normas; también ha estado en contacto con funcionarios porque piensa que el programa social Techo de Esperanzas no llega a quienes lo necesitan y quisiera contar con un puesto de salud cercano. Hace unos días no habían llegado los maestros a la escuela, “por suerte ya están”, comenta.
Ella es la partera de la comunidad, no trae al mundo niños. Orienta a las embarazadas para que vayan a sus controles prenatales, y las acompaña en caso de urgencia. Un viaje expreso hasta La Chorrera, donde está el hospital más cercano, cuesta entre 80 y 100 dólares. Por estos días recoge fondos en caso de que se deba transportar a un enfermo.
Mujer destacada del año
Saturnina ganó en marzo el premio de la Defensoría del Pueblo como una de las mujeres destacadas del año. Al recordar esa noche, sonríe. Angie Blanco, la coordinadora de comunicaciones de la Fundación Natura le pide que muestre sus certificados y reconocimientos. Son al menos 20. Aunque solo pudo estudiar hasta sexto grado.
Segunda y Saturnina, sembradoras en la cuenca del Canal de Panamá
Cuando la invitan a un seminario ella no duda. “Si uno se organiza todo se puede”, dice muy segura. “Hay que vencer el miedo a hablar, dejar la pena”, comenta. En 1991 recibió su primera capacitación en Río Hato con el programa Mujer rural hacia el siglo XXI.
En esa y tantas otras capacitaciones aprendió sobre la importancia de trabajar unidos y de poner a las mujeres en puestos claves. “Las mujeres no se gastan las ganancias en las cantinas”, dice. Aunque en Bajo Bonito se nota el apoyo que los hombres dan a las mujeres.
Con la asesoría de la Fundación Natura han aprendido a conservar y aprovechar mejor los suelos. Por lo menos una vez a la semana les visita el ingeniero de Natura, Leonel Montes quien les brinda apoyo técnico y orientación. Él es recibido como si fuera uno de la comunidad.
Han reemplazado los agroquímicos con biofertilizantes. Para ello usan el balo, la gavilana, la ureña y otras plantas que crecen cerca. Ya saben que eso es mejor para su salud y para la de quienes van a comer el culantro.
Hace poco, cuenta Segunda Morán, recibieron la visita de agricultores de Veraguas. Ellas le regalaron semillas y les aconsejaron trabajar unidos.