Después de tener por muchos años (me gustan los datos precisos, pero debo confesar que este no lo recuerdo) el mismo comedor, decidimos cambiarlo por otro más amplio y que tuviera sillas más cómodas, por aquello de que ahora pasamos más tiempo en casa (por no decir todo el tiempo) y esa área de la casa se ha convertido en oficina, despacho, escuela, mesa de proyectos y mucho más.
Siempre me han fascinado los objetos de segunda, siento que, detrás de cada mueble, accesorio o prenda de vestir se esconden muchas historias. Por ejemplo, detrás de una falda de segunda, está la imagen de la chica que usaba esa falda el día en que le propusieron matrimonio. Me gusta pensar que son anécdotas alegres, cargadas de buenas vibras. Nada de creer que ese fue el pantalón que llevaba el asesino en serie, porque, lo más probable es que ese pantalón haya sido incinerado por el perpetrador del crimen.
Más allá del imaginario positivo, apuesto por los objetos de segunda por cuestiones ecológicas. ¿Recuerdan las tres erres? Una de ellas es “reusar”, lo contrario a desechar, por eso prefiero seguir sacando buen provecho de un objeto que alguien ya no necesita.
Cuando visité Cuba a finales de la década de los noventa me di cuenta de que los isleños son expertos en darle un segundo uso a las cosas. Por aquel entonces me percaté de que nada se desperdiciaba, práctica contraria a la filosofía máxima de nuestras sociedades de consumo en la que prima el usa y tira; es decir, lo desechable, que, resulta más práctico, sí, pero en detrimento de las leyes de la conservación ambiental. Por cierto, sufro mucho con todas las mascarillas que nos toca desechar durante estos meses.
En fin, volviendo a nuestro comedor, lo puse a la venta a través de las redes sociales (que son los clasificados de hoy y está de más decir que son muy efectivos) a un precio Covid, un precio navideño, muy accesible, y recibí más de 130 mensajes de personas interesadas. Me pareció increíble. De pronto sentí un impulso de arrepentimiento porque si tantas personas codiciaban el comedor ¿por qué me iba a deshacer de tan preciado objeto? Definitivamente que todos, todos sin excepción, albergamos sentimientos egoístas, incluso en época navideña. En contraposición, recordé a la estimada Marie Kondo, quien, en un intento de conciliarnos con los objetos que nos rodean, nos invita a preguntarnos si el objeto que queremos desechar nos hace feliz. A bocajarro mi respuesta fue no. He pasado muchas horas sentadas en una de las sillas del comedor y descubrí que no estaban diseñadas para pasar tanto tiempo sentada, a lo más lo que dura una comida y sobremesa corta ¿cuánto? Una hora podría ser.
Envuelta en una atmósfera espiritual, Kondo también nos recomienda despedirnos del objeto que vamos a desechar y nos pide que le agradezcamos por lo feliz que nos hizo, por los servicios que nos dio. Y es justo lo que quiero hacer: darle las gracias al comedor que, por tantos años, por lo menos más de ocho, sirvió para sentarnos a su alrededor y compartir momentos familiares.
Cuando entré en contacto con la persona que sería la nueva dueña del comedor y acordamos la fecha del traslado tomé consciencia de que estaba dejando ir el mueble de la casa en el que celebramos los cumpleaños de toda la familia. En ese comedor colocamos los pasteles de cumpleaños, se soplaron las velas y se dieron los aplausos. Más cotidianamente, alrededor de esa mesa realicé cientos de experimentos gastronómicos, ofrecí muchas comidas y resolví muchas dudas relacionadas con mezclas e ingredientes. El comedor, como en muchas familias, es el sitio de reunión. Cuando los horarios coinciden y comemos juntos, sobre la mesa se toman decisiones (la más reciente versaba sobre tener o no tener mascota) y se teje la narrativa familiar. En ese espacio comenzamos a contar anécdotas, experiencias, desalientos, frustraciones, triunfos, deseos, sueños y aspiraciones.
La señora Paola es la nueva dueña del comedor. Se puso muy feliz cuando se lo llevó y esa emoción tan espontánea para mí fue más que suficiente. Y eso que no sospecha el simbolismo que envuelve al mueble. Espero que, alrededor de esa mesa, pase momentos especiales con su familia.