Me cuidé como maniática. Tenía en mi casa gel alcoholado por todas partes, Lysol (cuña gratis), cloro y amonio cuaternario. Para salir me ponía una gorra, capote, mascarilla, más gel alcoholado.
En el carro tenía un kit: botella de alcohol, una caja de mascarillas, pads de limpieza, jabón en barra para los anteojos y más gel alcoholado.
Me llamaron loca, miedosa, exagerada. “No es lepra”. “Nos han llenado de miedo”, “prefiero morir libre que encerrado” (¿en serio?) fue un par de las perlas que me dijeron.
Yo me estaba cuidando, por mí, por mi mamá (riesgo alto), por mi pareja, por mi suegro, por mi nana….por todos.
Dada la condición de paciente oncológica (ya en remisión) tenía a mi mamá aleccionada con tomarse diariamente la temperatura y de avisarme del mínimo síntoma a la hora que fuese; en esta ocasión con el tema del covid-19, decidimos que era mejor que ella se quedara en su casa con nuestra amada ayudante y yo me vine a hacer la cuarentena en la mía. Solo yo saldría a comprar alimentos y medicamentos, los dejaba en la lavandería y me iba corriendo.
Una sola salida fue suficiente; solo salimos a comprar unas medicinas y ya, para la casa…y eso, fue suficiente a pesar de todas mis medidas de prevención. Una salida nada más.
Hasta el momento, todo parecía haber funcionado: los cuidados, la limpieza, el alcohol, mi mamá en su casa; hasta que un jueves a las 8:00 am recibo la llamada: “hija, tengo fiebre”.
Me puse en acción de inmediato, llamé a las autoridades y se les hizo el hisopado a ambas (74 y 77 años); el día viernes recibí el resultado: mi mamá, salió positiva en covid-19.
De ahí en adelante, el terror, la incertidumbre, el miedo….tener que darle la noticia a mi mamá, es una de las cosas más duras que he tenido que hacer. Meterme en su piel, entender su sentir y a la vez mantenerme calmada, firme y sosegada fue lo que tuve que hacer.
Fui a buscarlas y me las traje a casa, siguiendo las indicaciones que me dio el Ministerio de Salud, ya que era más prudente tenerlas yo en mi casa, vigiladas a que se quedaran allá.
Adecué mi habitación y puse dentro todo lo que ella pudiera requerir para hacer la cuarentena; nuestra querida Dioce, afortunadamente dio no detectado, así que había que mantenerla alejada de todo y para ella también tenía una habitación disponible.
Esa misma noche del viernes, recibí la llamada de la oncóloga quien me instruía sobre la hospitalización de mi mamá. Eso fue muy difícil para ambas. La invasión del miedo, terror, ese pánico ante lo desconocido es indescriptible.
Conversé con ella, traté de tranquilizarla diciéndolo que era lo mejor, por su seguridad, pero ella no escuchaba; ella solo lloraba pensando que era el final.
Ver a tu madre así, sin siquiera poder acercarte y darle una abrazo de consuelo, es el mayor sentimiento de impotencia que se pueda llegar a sentir ; así que con mi mascarilla y pantalla, me senté lo más cerca que permiten los protocolos y solo me quedé esperando a que terminara de llorar.
El sábado temprano nos fuimos al Hospital San Miguel Arcángel, nos atendieron enseguida y ya ahí me separaron de ella para hacerle los exámenes de admisión; al final de la tarde me autorizaron a darle sus pertenencias y me retiré….y aquí el mundo se me vino abajo.
Dejar a mi mamá solita por primera vez en el hospital, sin poder quedarme con ella, me partió el alma. Su voz triste, su preocupación, la incertidumbre, me tenía el alma rota. Es sin duda el mayor dolor que he sentido alguna vez. El no poder hacer nada, el no saber si estaba cómoda, saber que tenía mucho frío, saber que estaba solita. Tenía el alma rota.
Le dejé su celular y estuvimos en constante contacto; cada llamada era dolorosa, era triste para mi. Yo trataba de levantarle el ánimo, recordarle los puntos positivos, pero al cerrar, sabiendo que quedaba ahí, solita, vulnerable, ansiosa, con temor, con la incertidumbre de lo que pudiera pasar, me rompía el alma.
A mi mamá, a pesar de su edad y precondiciones de salud, el covid-19 le dio “leve”. Luego de otro estudio más profundo, me le dieron de alta y hoy la tengo en casa, sin síntomas, en reposo, en cuido.
Hoy es el día 9, ¡y vamos bien! Tengo que agradecer a todos y cada uno de los médicos y enfermeras que me la vieron, al Minsa que se ha portado con mucha dedicación y cariño, a mi familia que han sido mi fuerza, mis amigos que son mi familia por elección, a todos. Algo que me ha enseñado esta pandemia es que caras ya no vemos, pero corazones sí conocemos,
Mi reflexión acerca de esto: no todos tienen una habitación donde aislarse. No todos tienen los medios para movilizarse de forma segura. No todos pueden hacer cuarentena. Hay que cuidarse, la vida y la salud están por encima de cualquier “derecho a circular”, porque cuando el covid-19 llega a tu casa, todo se vuelve una incierta realidad.
A mí, me diagnosticaron ayer…esa será otra historia. Voy bien ¡Vamos a salir de esto!