Hace poco recibí por WhatsApp un meme donde aparece el actor estadounidense Will Smith diciendo “I am a Legend“, esto en clara alusión a aquellos que, en dos años de pandemia, no hemos padecido de Covid.

Al principio me pareció jocoso, luego me hizo reflexionar. Conversé con otras tres o cuatro amigas que, como yo, tampoco han dado positivo y nos preguntábamos cuál sería ese elemento diferenciador con el resto de la población.

Como denominador común, todas estamos en nuestros 40, cuidamos lo que comemos, hacemos al menos algo de cardio, meditamos/oramos (cada una según su creencia) y procuramos mantener el balance de la vida.

Otra dijo: “todo eso está bien, pero yo además tengo botellas con agua en el auto, me lavo las manos frecuentemente, uso mascarilla y pantalla; practico el distanciamiento, además tengo mi esquema de vacunación completo (tres dosis)”.

Resulta innegable que un número plural de panameños se ha contagiado en esta llamada “Cuarta ola”. Durante las tres primeras semanas de enero, cada vez que me comunico con alguien me dice: “me picó el bicho” o “estoy esperando resultados”.

He leído mucho las redes sociales que la situación está “fuera de control”. Por un lado, lo atribuyen a la falta de conciencia de algunos ciudadanos, sin embargo, la moneda tiene dos caras y un borde. Honestamente, hay que llamar las cosas por su nombre y considero que, en el sistema de salud público panameño hay una oportunidad de mejora enorme (lo que no estoy segura es si hay voluntad para hacer los cambios).

Una persona fue al centro de salud de Las Mañanitas con: congestión nasal, malestar general y dolor de cabeza fuerte. Llegó de madrugada y salió a las 10:00 a.m. Le comunicaron que en tres días iba a recibir sus resultados; pasaron siete días y seguía esperando. Esa persona maneja taxi y como realmente se sentía mal, decidió “guardarse” en su casa, tomar acetaminofén y esperar a sentirse mejor. Yo me pregunto: ¿Qué pasa si en lugar de tomar esa decisión hubiese seguido montando pasajeros en su unidad? ¿A cuántos más hubiese contagiado?

Urge acortar los tiempos de entrega de los resultados. Aclaro que comprendo que quienes toman las pruebas y hacen los análisis son personas que, probablemente, están recargados y fatigados.

Es imposible ponerle punto final a este artículo sin abordar la parte humana. Para la mayoría que solo tiene la opción de ir o llevar a su familiar a un hospital público, las experiencias son terribles.

Una amiga llevó a su madre a urgencias respiratorias del hospital de la 24 de Diciembre. La admitieron el viernes 21 de enero, a las 8:00 p.m. Mi amiga durmió en los estacionamientos junto a una de sus hermanas esperando tener noticias de su mamá, pero lo que recibió fue regaños; sí, cual si fuera una niña. Palabras más, palabras menos, les dijeron que se fueran, que nada hacían ahí. Se marchó con esa incertidumbre en su corazón y sin saber nada, hasta la tarde del lunes 24, cuando le llamaron para comunicarle que su mamá había fallecido.

Duele, no tanto porque pagamos los salarios de ese personal con nuestros impuestos, sino porque algunos seres humanos han olvidado su razón de ser. Un poco de bondad y empatía harían la diferencia. Me pregunto, ¿dónde quedó el lema “Humanizándonos”?

* Dedicado a la memoria de todos los que ya no están, producto del Covid-19.